viernes, 25 de enero de 2008

FSM: FORO POR LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES Y LOS JÓVENES


FORO SOCIAL MUNDIAL

24/01/2008.

FORO POR LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES Y LOS JÓVENES

COORDINADORA: ELIZABETH PLÀCIDO

MESA 2.

Tema: Economía, laicidad, derechos sexuales y derechos reproductivos; Impacto del modelo neoliberal en la vida de las mujeres

Taller: Derechos Sexuales y Reproductivos y su vinculó con la pobreza

12:20 horas

Participantes:

Jessica Reyes, SIPAM, Salud Integral para la Mujer, A. C.

Programa Jóvenes, Derechos Sexuales y Reproductivos de Salud Integral para la Mujer.

Diana García. Coordinadora del programa Derechos Sexuales y Reproductivos de Salud Integral para la Mujer

Axela Romero Cardenas, SIPAM. Salud Integral para la Mujer, A. C.

Directora General

En la segunda mesa de actividades de la carpa "Los Derechos de las Mujeres y de los Jóvenes"

arranco la “Pirinola Cachonda” a cargo de Jessica Reyes y Diana García integrantes de SIPAM. Salud Integral para la Mujer, cuyo propocito fué Mencionar los Derechos Sexuales y Reproductivos, mediante una dinámica divertida de juego, también se mostró el uso correcto del condón masculino.

La segunda parte de la mesa, fué a cargo de Axela Romero Cardeánas, Director General de Salud Integral para la Mujer, A. C., organización civil feminista que lucha por la equidad de género y los DsyR., (Derechos Sexuales y Reproductivos). Quien presentó la Conferencia, “Pobreza y Derechos Sexuales”.

Quien agradecio la oportunidad de poder venir a hablar del Sexo en el marco de las discusiones del Foro Social Mundial “Otro Mundo es Posible”, porque afirmo y pido que afirmemos que “Otra forma de ejercer la sexualidad es posible” y necesaria.

A continuación parte de la Conferencia de Axela Romero:

La idea más común acerca de la sexualidad es que es una fuerza natural, biológica que determina nuestra conducta y reproducción. Por el contrario la sexualidad se define como la forma de expresión de la intimidad, cuyas manifestaciones en las dimensiones física, emocional, social, y espiritual, integran lo que denominamos la identidad personal.

En la última década el Movimiento Feminismo y Queer, han postulado que la sexualidad – como el género – está construido por la economía, la sociedad, la cultura, la religión y el derecho. Es decir, el sexo siempre está inscrito en las dinámicas de poder de las desigualdades; y es justo decirlo también, en la diversidad de sus representaciones.

Para decirlo sin tapujos, al arsenal bélico, a las políticas neoliberales, a las deudas injustas, a los fundamentalismos, hemos de sumar el control de la sexualidad de los colectivos y de los pueblos como otra de las formas del control social.

Así entonces, la liberación de todas las formas de opresión de los cuerpos incluida la opresión de la diversidad sexual, no puede seguir siendo el último punto de las agendas políticas de la izquierda, pues en contraposición el control de la sexualidad es un punto estratégico en las agendas del la derecha conservadora. El campo de la sexualidad no sólo es una cancha más de la contienda ideológica, es el campo en donde la izquierda tiene que profundizar las propuestas democráticas.

Frente al reto de pasar del desarrollo con rostro humano al desarrollo con cuerpo humano, encontramos retos para nutrir, actualizar y dar aliento a la lucha por la justicia social y problemas que señalan nuevas estrategias para alcanzar ese otro mundo posible que queremos e intuimos. Algunos de estos retos son:

La participación

Cuando hablamos de participación nos preocupa mejorar la comprensión de la realidad que vivimos las personas, pero también encontrar mecanismos de movilización, inclusión y representación de los grupos que tienen menos poder en nuestra sociedad.

Hablando de los cuerpos diferentes hay que recordar que a las mujeres en México se nos otorgó el sufragio en 1953 y asistimos por primera vez a las urnas en 1955. Hoy somos más de la mitad de la población y casi el 60% del padrón electoral nacional y sin embargo, las condiciones de participación política no han variado sustancialmente.

En la última década la participación de mujeres en el Congreso deja mucho que desear.

2000 en el Senado 14.6% / Cámara de Diputados 15.3%.

2003 en el Senado 22% / Cámara de Diputados 18% (7 comisiones presididas por mujeres)

2006, en el Senado 20% / Cámara de Diputados 16% (7 comisiones presididas por mujeres)

En el terreno del gobierno municipal, en los últimos 20 años, el porcentaje alcaldías para mujeres no ha variado de entre 2.9% y 3%, entre los más de 2 mil 500 municipios. En el 2003 en las entidades de Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Chiapas, Quintana Roo, Tamaulipas, Tabasco, Tlaxcala y Zacatecas, no hubieron presidencias municipales ocupadas por mujeres.[1].

En el terreno social como los sindicatos, aún los que tienen una fuerte presencia femenina, como en la educación, las industrias textil y del vestido, telefonistas y bancos, los puestos directivos sólo por excepción son ocupados por mujeres (INEGI, 2001).

La misma fuente indica que en posiciones de funcionarios públicos privados y de supervisores industriales, las mujeres participan apenas en 20 por ciento.

Pero el conjunto de la izquierda aún debe ser convencida de que los cuerpos e identidades sexuales tienen más o menos oportunidades para incluirse en los enfoques participativos.

Derechos humanos / derechos sexuales

A pesar de que existe evidencia científica de que las problemáticas relacionadas con la sexualidad tiene altos costos sociales y que la falta de soluciones reproduce y profundiza la desigualdad y la pobreza de las naciones, prevalece una visión de que los Derechos Humanos de por si garantizan las mejores condiciones para la convivencia privada y pública de los cuerpos humanos.

Otra vez, nos enfrentamos a concepciones prejuicidas que consideran a la sexualidad un tema frívolo y marginal supeditado a otras prioridades. Nada más alejado de la realidad: Los Derechos Sexuales son como el resto de los Derechos Humanos interdependientes, de hecho y en justicia, en cada derecho humano es factible visibilizar como la diferencia sexual se transforma en desigualdad social.

Educación

Hasta el año 2000, el promedio de escolaridad nacional de la población por sexo:

Población urbana: 7.1 años para las mujeres / 7.6 para los hombres

Población indígena: 3.4 años para las mujeres / 4.6 para los hombres

Proporción por sexo

Primaria: Mujeres 93.8 / Hombres 94.0

Secundaria: Mujeres 76.6 / Hombres 77.7

Educación media: Mujeres 41.4 / Hombres 42.3

Nivel superior: Mujeres 17.7 / Hombres 19.1

Estas cifras demuestran que persiste la desigualdad de oportunidades educativas dependiendo del sexo y que en la base de la desigualdad están las relaciones familiares y las prácticas culturales.

No negamos que hay una tendencia a la paridad en todos los niveles educativos, pero si estos índices se revisan en población rural e indígena no podemos negar que la brecha se mantiene[2].

Salud

El ejercicio eficaz del derecho a la salud para las mujeres todavía es limitado, especialmente por las graves deficiencias en el acceso a servicios médicos de calidad y a la atención del personal.

En México, la diabetes mellitus es la primera causa de muerte para hombres y mujeres. A pesar de ello, la tasa de mortalidad por esta causa es superior para las mujeres (91.3 por ciento) y 87.5 para los hombres, ello debido a que los cuidados necesarios para sobrevivir con la diabetes están relacionadas con el autocuidado.

La forma más contundente de la desigualdad de las mujeres, se encuentra en la pérdida de la salud ligada a su maternidad. La mayoría de las muertes maternas no deberían ocurrir. Son evitables.

Una de sus causas es la violación del derecho de las mujeres a elegir libremente sobre cuándo y cuántos hijos tener y la existencia de leyes que criminalizan el aborto. Miles de mujeres mueren cada año por este motivo.

De acuerdo con los datos disponibles, mueren en México 60.2 mujeres por cada 100 mil niños nacidos vivos. 12 entidades la región sur-sureste, es decir las más pobres, tienen los niveles más altos de mortalidad materna, atribuido a un nivel de atención del parto muy bajo; de ellas, Chiapas ocupa el último lugar, con 20.7 por ciento de mujeres parturientas atendidas por personal médico, cuando el promedio nacional es 80.2 por ciento.

Las muertes por cáncer femenino: de mama y cérvico- uterino, en el año 2004 ocuparon el octavo lugar entre las principales causas de muerte de mujeres, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI). El cáncer de mama se concentra en el norte del país, mientras que las cifras más bajas se hallan en el sur-sureste mexicano.

Los tumores del cuello del útero tienen una tasa de 13.3 por cada 100 mil mujeres, y se considera como grave la falla de los sistemas de salud, equiparable a la que se da en el caso de las muertes maternas.

La incidencia del VIH/SIDA varió en una década de 23 hombres por cada mujere a 5 hombres por cada mujer infectada. Las principales causas están relacionadas con las diferencias de género frene a las relaciones sexuales, en donde los hombres encuentran en riesgo como afirmante de la masculinidad y las mujeres reafirman su identidad en la falta de información, poder y autonomía. Según reporta Inmujeres, las embarazadas son las más vulnerables al contagio, sobre todo entre los 15 y 24 años.

Podríamos ir de derecho humano en derecho humano, y en todos encontraríamos que la posibilidad de conocerlos, ejercerlos y defenderlos también tiene que ver con el sexo que se tiene.

Por ello es necesario subrayar que las feministas entendemos que la legitimidad de los derechos humanos subyace a la idea de la dignidad humana que crea parámetros para juzgar la acción del Estado Mexicano y nuestra demanda porque la comunidad incorpore en sus plataforma la defensa por los Derechos Sexuales no es porque busquemos nuevas normalizaciónes sobre lo que se puede hacer o cómo se debe gozar, sino su exigencia se transforma en resistencia frente a las ideas totalizadoras.

Sexualidad y pobreza

Liberarnos de las ideas tradicionales de la sexualidad es una condición necesaria para el desarrollo, pues la pobreza no sólo es la falta de condiciones económicas y materiales, sino también la falta de poder, libertad, recursos para decidir sobre la propia vida.

¿Cómo nos encontramos según nuestro sexo vinculados a la pobreza?

Una aproximación del acceso de las mujeres a los recursos económicos se puede ver en el porcentaje de hogares con jefatura femenina y el porcentaje de hogares que reciben ingreso femenino. El promedio nacional es de 21 por ciento de hogares con jefatura femenina y hasta el 52.1 por ciento de hogares que reciben ingresos femeninos. El aporte económico de las mujeres no es como se pensaba un complemento, una ayudada.

En la economía nacional 2004, las mujeres son el 37.4% de la población económicamente activa. 60% de los puestos que ocuparon fueron de bajos salarios (menos de dos salarios mínimos). 40.6% de las mujeres que trabajan son empleadas de servicios domésticos y subordinadas. Entre los trabajadores informales las mujeres son el 41.1%; 53.9% de las oficinistas y sólo 34.1% de los profesionistas.

Aún en donde las mujeres son la mayoría (trabajo doméstico y docencia), el sueldo femenino es 71.7 y 96.1% del que reciben los hombres. Las mujeres reciben menor salario que los hombres con la misma calificación y en el mismo puesto. (INEGI, 2001)

Sería largo hablar de las diferencias entre los sexos en acceso a créditos, a la tenencia de la tierra, acceso a vivienda y seguridad social. Lo cierto es que las posibilidades de las mujeres para salir de la pobreza son mucho menores que las de los hombres.

Otra forma de decirlo es que el costo de las políticas neoliberales cobran al bienestar y la seguridad de todos pero para las mujeres hay otros costos. Por ejemplo en el tema de la migración las mujeres al pasar por la frontera, son víctimas de acoso y abuso sexual y violaciones o maltratos.. Las cifras disponibles hablan de más de 1,500 denuncias en este sentido, en un solo año.[3]

Opresión y sexualidad

Para todo lo que significa desarrollar la promesa que encierran los derechos humanos, que incluyen los derechos sexuales, es necesario incluir abordajes que visibilicen además de los saldos negativos, identificar y desarrollar los aspectos más positivos de la sexualidad, y apoyar los derechos a la satisfacción, el bienestar y el placer.

Pero ello no puede obviar la problemática que implica la opresión que surge de la diferencia sexual: La violencia de género, esa que se naturaliza a partir de la idea de que las mujeres son inferiores a los hombres, pues ella en principio cancela la posibilidad de que las mujeres ejerzan el conjunto de sus derechos y las coloca en situación de riesgo y vulnerabilidad.

En México, 60.4 de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia[4]. El 34.5 de las mexicanas han vivido violencia de pareja; el 19.6 por ciento sufrieron violencia psicológica; 9.7 sufrieron violencia sexual. Es decir, 1 de cada 3 recibieron violencia de las personas de quienes debieron recibir afecto.

Ahí donde aumenta la pobreza, la marginación y el crimen organizado crece el índice de maltrato y crueldad contra las mujeres.

Recientemente se habla de la violencia feminicida, que engloba a todas las formas de violencia contra las mujeres y acusa al Estado porque no garantiza ni su vida ni su seguridad.[5]

En el año 2005 la Cámara de Diputados, a través de la Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada,[6] probó que 14 mujeres fueron asesinadas diariamente por el sólo hecho de serlo.

1980 – 300 asesinatos de mujeres

1990 - 3,000 asesinatos de mujeres

2002 – 5,000 asesinatos de mujeres

Los primeros 5 lugares son: Estado de México, Oaxaca, Morelos, Guerrero, y Michoacán.

Según reportes de la Comisión, 3% son aclarados y en menor porcentaje los culpables son detenidos, juzgados y castigados.

La realidad no deja dudas, las diferencias sexuales se transforman en diferencias sociales que se suman a las diferencias de clases, étnia y etariedad. La sociedad mexicana en su conjunto debe generar compromisos ciertos a esta problemática que es en el fondo otra forma de la injusticia.

Muchas gracias.


[1] Datos seleccionados por PNUD “Los objetivos del Desarrollo del milenio. Informe de Avance 2005”, México, Talleres Gráficos de México, p.58

[2] Instituto Nacional de las mujeres y la Comisiَn Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indيgenas., Indicadores con Perspectiva de Género para los Pueblos Indيgenas, 2005

[3] Dra. Teresa Ulloa, representante en México, de la Coalición Regional contra el Tráfico de mujeres y Niñas en América Latina y El Caribe (CATW-LAC). Informe Sobra para el Comité de la CDAW, 2006.

[4] Instituto Nacional de Salud Pْblica, SSA. Encuesta Nacional sobre Violencia contra las mujeres,(ENVIM) 2003.

[5] Sara Lovera. Manual del Participante. Especialidad en Psicología y Género en la Procuración de Justicia. Facultad de Psicología, UNAM y Fiscalía especial para la atención de delitos relacionados con actos de violencia contra las mujeres (FEVIM).2006. Retoma la siguiente definición: “El feminicidio, es el conjunto de hechos que muestran el extremo de la violencia contra las mujeres. Es la violencia extrema contra las mujeres en un proceso de exclusión de la mitad de la población que llega al asesinato de algunas mujeres. El feminicidio, es el conjunto de hechos que muestran el extremo de la violencia contra las mujeres. Es la violencia extrema contra las mujeres en un proceso de exclusión de la mitad de la población que llega al asesinato de algunas mujeres”.

[6] La tasa de homicidios en los últimos 25 años, muestra un fenómeno histórico y recurrente... En 1980 la tasa fue 3.1 por ciento, aproximadamente 300 homicidios; en 1990 la tasa subió a 3.6 con cifras mayores a los tres mil asesinatos en toda la República; en el 2000 la tasa bajó a 2.5; en el 2002 el proyecto Hábitat reconoció más de cinco mil asesinatos; en el 2004, INEGI mostró una cifra de dos mil 240.

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