Elva Mendoza
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía estima que más de 8 millones de personas habitan la Ciudad de México. Con tan sólo 1 mil 500 metros cuadrados, que representa menos del 0.1 por ciento del territorio nacional, la metrópoli forma parte de la lista de las concentraciones urbanas más grandes del mundo, entre las que se encuentran Tokio, Japón; Nueva York, Estados Unidos; Bombay, India; Sao Paulo, Brasil; Shanghái, China; Dhaka, Bangladesh, y Buenos Aires, Argentina.
Sin posibilidades de frenar el consumo masivo del maíz MON 603 en la segunda ciudad más grande del mundo, el Gobierno del Distrito Federal se apresta a declarar su postura en contra de los organismos genéticamente modificados y aclara que no posee injerencia sobre ello.
México “debería de ir avanzando en la protección de sus cultivos, principalmente al ser centro de origen. Es su obligación. En el resto del país se tendría que estar avanzando para evitar cultivos de maíz transgénico”, dice Jorge Fuentes, exvocero de la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal, a nombre de la entonces titular, Martha Delgado, quien no respondió personalmente a los cuestionamientos hechos por Contralínea.
Fuentes asegura que la posición de la Secretaría del Medio Ambiente, y de su titular, es en contra de los transgénicos. Explica que en la Ciudad se evita el contagio de especies a través del monitoreo en lo que corresponde a las siembras.
“El Gobierno del Distrito Federal es el único que tiene una declaratoria de protección de su territorio. Sin embargo, no tenemos injerencia en cuanto al consumo. Nuestra obligación es la protección y el campo de la Ciudad”.
De aprobarse las solicitudes ingresadas en septiembre de 2012 por las trasnacionales Monsanto y Pioneer Hi-Bred, en los próximos meses las concentraciones urbanas del país estarían consumiendo el maíz MON 603 proveniente de Sinaloa y Tamaulipas.
El Programa Nacional de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio indica que las ciudades del país se sitúan sobre el 0.4 por ciento del territorio nacional, en alrededor de 800 mil hectáreas, y concentran al 65 por ciento de la población total mexicana.
A través del consumo diario de tortillas, tamales, pozole, edulcorantes, estabilizadores o excipientes, la población quedará totalmente expuesta a los efectos del organismo genéticamente modificado.
El Programa
El 29 de octubre de 2009, el gobierno del Distrito Federal publicó en su órgano informativo el Acuerdo por el que se Expide el Programa de Protección de las Razas de Maíz del Altiplano Mexicano para el Distrito Federal. En el documento, el gobierno de la Ciudad declara a su territorio libre de transgénicos y sienta los lineamientos para evitar que sobre el suelo de conservación se siembre maíz genéticamente modificado.
“Es interés del Gobierno del Distrito Federal generar los instrumentos y desarrollar las acciones encaminadas a proteger y preservar las razas de maíz del altiplano y sus variedades locales, garantizando su conservación y la sustentabilidad del territorio en que se produce, así como el mejoramiento de la calidad de vida de los productores”, señaló el Ejecutivo local en el Acuerdo.
Se ha identificado que el altiplano del centro de México es uno de los centros de origen y domesticación del grano. Comprende al Distrito Federal, Tlaxcala, Estado de México, Hidalgo, Querétaro, así como algunas regiones de Puebla, Morelos y Guanajuato.
Hasta ahora, en el suelo de conservación del Distrito Federal se han localizado seis razas de maíz nativo y más de 40 variedades, además, se ha identificado la presencia del teocintle.
En las delegaciones Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tlalpan, Tláhuac y Xochimilco existen 28 mil 599 hectáreas de uso agrícola y se cultivan anualmente alrededor de 3 mil hectáreas de maíz, principalmente para autoconsumo de la población rural de la Ciudad de México, por lo que se considera que el cultivo del grano en el Distrito Federal está fuertemente ligado a tradiciones culturales y en menor medida a su productividad.
Los primeros pobladores en la cuenca de México la habitaron hace 22 mil años, y se estima que los pueblos originarios se asentaron en los suelos de conservación desde hace unos 8 mil años.
Decadencia del suelo de conservación
No obstante que el otrora gobierno de Marcelo Ebrard avalara la importancia del suelo de conservación del Distrito Federal, también reconoce que el impulso a la urbanización hizo que se perdieran 17 mil hectáreas agrícolas y forestales.
Del total del territorio en el Distrito Federal, el 42 por ciento corresponde a áreas verdes. De acuerdo con información proporcionada por Luis Zambrano, investigador en el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, de 2005 a 2009, el 15 por ciento del suelo de conservación había sido urbanizado.
En la década de 1940 los pueblos originarios estaban constituidos en núcleos agrarios, 81 eran ejidos y 12 comunidades. Hacia la década de 1970 quedaban únicamente 46 con propiedad social de la tierra.
Planteamientos del Plan de Protección
A pesar de no estar incluidas en los catálogos de los bancos de germoplasma (genes que se transmiten por reproducción a la descendencia), el gobierno del Distrito Federal considera que las razas de maíz de la Ciudad pueden ser consideradas como parte del acervo genético de los maíces característicos de la meseta central del altiplano de México.
“El suelo de conservación del Distrito Federal es una zona que naturalmente puede utilizarse como un reservorio del germoplasma nativo de la región de los valles altos de México y un área de protección del maíz mexicano para las generaciones futuras.”
Al identificar al maíz como bien común y patrimonio histórico, el Programa plantea proteger, preservar y garantizar la conservación de las razas del altiplano y sus variedades locales, a través del rescate, fomento y consolidación de los policultivos del agroecosistema milpa, con base en el maíz nativo; establecer sistemas y mecanismos de monitoreo permanente para prevenir, evitar y remediar la introducción de transgenes en las razas de maíz nativo; elaborar un padrón georreferenciado y un sistema de monitoreo permanente de productores y parcelas en las que se lleve a cabo la conservación y producción del grano originario; contar con fuentes seguras de semillas de maíz nativo; conocer los circuitos de las semillas de maíz que se siembran en suelo de conservación del Distrito Federal, así como la interrelación entre productores; supervisar el intercambio de semillas e identificar los circuitos de comercialización de semillas de maíz de dudosa procedencia o con contaminación transgénica; la creación de un museo de la diversidad del maíz de la Ciudad de México y el respeto a la legislación internacional en la materia.
En caso de contaminación con maíz transgénico, señala el gobierno del Distrito Federal, se procederá a la remediación a través de un análisis detallado del cultivo, semillas y partes vegetativas, y de un programa de limpieza genética desarrollada por investigadores del Colegio de Postgraduados y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
En febrero de 2012, la Secretaría del Medio Ambiente, en coordinación con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y el Centro Nacional de Investigación y Capacitación Ambiental del Instituto Nacional de Ecología, inauguró el laboratorio de diagnóstico molecular para detectar granos alterados genéticamente. El centro de investigación tuvo un costo de más de 4 millones de pesos y se encuentra dentro de la Comisión de Recursos Naturales.