sábado, 15 de junio de 2013

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Obama: la guerra y el desarme moral de Estados Unidos

Atilio Boron

ALAI AMLATINA, 13/06/2013.- Una de las lecciones que los halcones norteamericanos aprendieron luego de la derrota sufrida en Vietnam es que el control del frente interno -es decir, la orientación de la opinión pública en la retaguardia- puede llegar a ser tan determinante como la fuerza del aparato militar que se despliegue en el teatro bélico. De ahí que desde entonces la industria cultural estadounidense se haya dedicado -salvo honrosas y marginales excepciones- a “re-educar” a la población para que conciba a las guerras de rapiña que conduce el imperio como heroicas cruzadas destinadas a perseguir a monstruosos terroristas, instituir el primado de los valores fundamentales de la así llamada “civilización” occidental (democracia, derechos humanos, justicia y, por supuesto, libertad de mercado) y garantizar la seguridad nacional norteamericana ante tan execrables enemigos. Uno de los componentes de ese verdadero desarme moral –el reverso dialéctico del rearme militar- ha sido el adormecimiento de la conciencia pública.

Esto se expresa, por ejemplo, en la intensa propaganda encaminada a naturalizar la tortura, presentada como el único recurso eficaz a la hora de preservar la vida y la propiedad de centenares de miles de honestos norteamericanos de los criminales designios de los terroristas. Son innumerables las series de televisión, películas, programas radiales y medios gráficos que se encargan de inocular, con perversa meticulosidad, este veneno en la población estadounidense. Desgraciadamente, la cada vez más conservatizada academia norteamericana no se queda atrás en tan indignos propósitos.

Claro está que este masivo y persistente lavado de cerebros no se limita tan solo a legitimar la tortura. Su ambición es mucho mayor: se trata de “formatear” la conciencia pública a los efectos de otorgar credibilidad al relato épico según el cual Dios le ha confiado a la nación norteamericana la realización de un virtuoso “Destino Manifiesto” de alcance universal. Ante él, cualquier disenso orilla peligrosamente en la traición o la apostasía. La conquista de ese mundo feliz no es una empresa fácil: exige sacrificios y la aceptación de dolorosas realidades, como la tortura y los “daños colaterales” inevitables en toda guerra. Pero recientemente el énfasis de la campaña propagandística se ha venido concentrando sobre la eticidad y legalidad de los asesinatos selectivos perpetrados contra los enemigos del sistema, cuyos nombres constan en una tétrica nómina aprobada por la Casa Blanca. Instrumento fundamental de este plan criminal son los aviones no tripulados: los drones.

La eficacia de ese proceso de insensibilización moral ha sido notable. Tal como lo observa Nick Turse, uno de los más reconocidos especialistas en cuestiones militares de los Estados Unidos, este es el único país en el cual una mayoría de la población (56 %) está abiertamente a favor de enviar drones a cualquier lugar del planeta con tal de capturar o aniquilar terroristas. Una de las últimas encuestas levantadas por la PewResearch en marzo de este año señala que 68 por ciento de los votantes o simpatizantes republicanos está de acuerdo con esa práctica criminal, mientras que comparten este punto de vista el 58 por ciento de los demócratas y el 50 por ciento de los independientes. En ningún otro país del mundo se registran sentimientos de este tipo. La medición internacional relevada por Pew Research demuestra que en Francia el 63 por ciento reprueba la utilización de drones; 59 por ciento en Alemania y, ya fuera de Europa, el 73 por ciento en México; 81 por en Turquía, 89 por ciento en Egipto al paso que en Pakistán, donde la actividad criminal de los drones es cosa de todos los días, un previsible 97 por ciento de los encuestados condena el empleo de ese mortal instrumento.(1) No obstante, pese a esta generalizada repulsa fuera de Estados Unidos las operaciones terroristas a cargo de aviones no tripulados crecieron exponencialmente durante el mandato del inverosímil Premio Nobel de la Paz Barack Obama. Esta opción presidencial es tan fuerte que en la actualidad la Fuerza Aérea de Estados Unidos está entrenando un número mucho mayor de pilotos de drones que de los convencionales, los que tripulan bombarderos y aviones caza. Todo un signo de la virulencia de la actual de la contraofensiva imperialista, que desmiente en los hechos, y con las pilas de víctimas que crecen sin cesar, los discursos humanistas de Obama y la moralina de sus aparatos nacionales e internacionales de manipulación de conciencias.

Los medios del sistema presentan al presidente como un hombre de bien cuando, como lo afirma el brechtianamente imprescindible Noam Chomsky, se trata de otro asesino serial más de los varios que han ocupado la Casa Blanca en las últimas décadas. Un solo dato es suficiente para inculparlo: según un informe del Bureau of Investigative Journalism por cada “terrorista” eliminado mediante ataques de drones (dejando de lado un análisis de lo que el gobierno estadounidense entiende por “terrorista”) mueren 49 civiles inocentes. Nada de esto es ventilado por la prensa hegemónica dentro de Estados Unidos y sus secuaces de ultramar.

La inesperada decisión del gobierno colombiano de ingresar a la OTAN, o al menos de sellar varios acuerdos de cooperación con esa organización terrorista internacional, sólo puede entenderse al interior de los cambios operados en la doctrina y la estrategia militar de los Estados Unidos. Turse señala que las operaciones militares que ese país está llevando a cabo en estos momentos en Oriente Medio, Asia, África y América Latina tienen seis componentes distintivos, los cuales fueron diseñados para disimular o al menos encubrir la magnitud del esfuerzo bélico en que incurre Washington y, de paso, deslindar sus responsabilidades por la comisión de innumerables crímenes de guerra que podrían llevar a sus responsables ante la Corte Penal Internacional.(2)

Estos seis elementos son los siguientes:

(a) robustecimiento de las fuerzas de operaciones especiales, como los Seals, que fueron quienes dieron muerte a alguien que, dicen, era Osama bin Laden;

(b) la ya mencionada expansión de las operaciones de los drones, para realizar asesinatos selectivos de “terroristas” o personajes molestos para Estados Unidos;

(c) intensificación del espionaje, algo que ha saltado escandalosamente a la luz pública en los últimos días;

(d) elección y promoción de “socios civiles” que favorezcan los proyectos imperiales, lo que se realiza bajo el disfraz del “empoderamiento” de la sociedad civil –ONGs, la NED y la USAID canalizando millones de dólares para financiar a grupos para que se opongan a Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro- y entrenamiento de líderes sociales y políticos, como Henrique Capriles, por ejemplo;

(e) ciberguerras y, finalmente,

(f) reclutamiento de fuerzas de combate en proxies, es decir, países cuyos gobiernos ejecutan las iniciativas que la Casa Blanca no quiere asumir abierta y públicamente.

De estas seis facetas de las guerras de última generación la que ha pasado más desapercibida ha sido la última: el entrenamiento y empleo de fuerzas militares de los proxies, movilizados para atacar targets enemigos de los Estados Unidos pero que Washington no estima conveniente u oportuno hacerlo de modo directo, involucrando sus propias fuerzas. Si los primeros cinco componentes gozaron de mucha visibilidad, no ocurrió lo mismo con el último, cuya idea directriz es descargar cada vez más el “trabajo sucio” del sostenimiento militar del imperio en los proxies regionales. De este modo se preserva a la Casa Blanca de las condenas y críticas que suscitaría una intervención militar directa en las “zonas calientes” del sistema internacional a la vez que logra que los muertos los pongan sus aliados, lo que reduce los costos domésticos –por ejemplo, ante la opinión pública norteamericana- de las aventuras militares del imperio. Por ejemplo, en Siria, apelando a los mercenarios enviados por las teocracias del golfo para cumplir las tareas que tendrían que hacer las tropas imperiales. No es demasiado difícil imaginar cual es el plan de operaciones que Washington tiene preparado para América Latina y el Caribe, y cuál será el papel que en la ejecución del mismo se le asigne a un país, Colombia, cuyo gobierno redobla sin pausa su apuesta por la carta militar –ahora con la colaboración no sólo del Pentágono sino también de la OTAN- y cuya clase dirigente tiene como una de sus supremas aspiraciones convertir a su país en “la Israel de América Latina”.

1) http://www.pewresearch.org/fact-tank/2013/05/24/obama-and-drone-strikes-support-but-questions-at-home-opposition-abroad/

2) Ver“Tomgram: Nick Turse, Tomorrow's Blowback Today?” en http://www.tomdispatch.com/blog/175580/tomgram%3A_nick_turse,_tomorrow's_blowback_today/

- Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina www.atilioboron.com.ar
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Edward Snowden y el programa de espionaje inconstitucional de Estados Unidos



Amy Goodman

Edward Snowden admitió públicamente esta semana ser el responsable de lo que podría ser la filtración más importante de documentos secretos del gobierno en la historia de Estados Unidos. El ex funcionario de la CIA y analista de la empresa privada de consultoría de inteligencia Booz Allen Hamilton habló en Hong Kong con Glenn Greenwald, del periódico The Guardian, con la cineasta independiente Laura Poitras y con Barton Gellman, del Washington Post. Snowden les proporcionó pruebas fehacientes de que el gobierno de Estados Unidos, principalmente a través de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), está llevando a cabo un amplio programa de vigilancia y espionaje a nivel mundial y, lo que es quizá más controvertido, de prácticamente todos los ciudadanos estadounidenses, por fuera de las atribuciones constitucionales.

La condena mundial a Snowden ha sido implacable y no se hizo esperar. Jeffrey Toobin, especialista en asuntos jurídicos, rápidamente publicó en su blog que Snowden es “un gran narcisista que debería estar preso”. Los columnistas del New York Times se sumaron. Thomas Friedman escribió: “No creo que Edward Snowden, el responsable de haber filtrado todo este material secreto, sea un informante heroico”. Su compañero David Brooks realizó un psicoanálisis especultativo de Snowden, al opinar: “A pesar de que, obviamente, es muy inteligente, no le fue muy bien en la secundaria ni en la Universidad”, escribió Brooks.

La trayectoria educativa de Snowden llamó especialmente la atención de los políticos. En una reciente audiencia del Comité de Asignaciones del Senado, varios senadores, entre ellos el senador progresista del Partido Demócrata Dick Durbin, de Illinois, interrogaron en un tono extremadamente amable al Director de la NSA, el General Keith Alexander, y a otros funcionarios. Los senadores se hicieron eco de la incredulidad planteada por Brooks en cuanto a que alguien que ni siquiera terminó formalmente la escuela secundaria pudiera engañar a todo el aparato de inteligencia de Estados Unidos. El general Alexander confesó: “En el ambiente de la informática, en el ambiente cibernético, los tipos como él tienen tremenda capacidad para manejar las redes. Ese era su trabajo en gran medida. Administraba los sistemas informáticos dentro de esas redes desde 2009 o 2010. Tenía grandes capacidades en esa área, pero no servía para otras cosas. Tenemos que analizar los diferentes procesos, la vigilancia de esos procesos y determinar en qué fallaron”.

El legendario informante Daniel Ellsberg respondió a las críticas contra Snowden: “En mi opinión, no ha habido en la historia de Estados Unidos una filtración tan importante como la publicación de Edward Snowden del material de la NSA, ni siquiera mi filtración de los documentos del Pentágono hace 40 años. La filtración de Snowden nos da la posibilidad de recuperar una parte fundamental de lo que ha significado un ‘golpe del Poder Ejecutivo’ contra la Constitución de Estados Unidos”, escribió Ellsberg.

La histórica filtración de Snowden reveló lo que él denomina una “arquitectura de la opresión”: una serie de programas de vigilancia ultrasecretos que van más allá de lo que ha sido conocido públicamente hasta la fecha. El primer documento revelado fue una orden del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera de Estados Unidos que solicitaba a una sección de la empresa de telefonía Verizon que entregara “todos los registros detallados de las llamadas telefónicas” de sus clientes realizadas desde Estados Unidos hacia el extranjero y de las llamadas dentro de Estados Unidos, incluso las llamadas locales. Otro de los documentos era una presentación de diapositivas que revelaba un programa conocido como “PRISM”, que supuestamente autoriza a la NSA a tener acceso no autorizado a todos los datos privados almacenados en los servidores de grandes empresas de Internet como Microsoft, AOL, Skype, Google, Apple y Facebook. Esto incluye los correos electrónicos, los chats, las fotografías y la transferencia de archivos, entre otros.

Snowden también hizo pública la Directiva política presidencial número 20, un memorando ultrasecreto del Presidente Barack Obama que ordena a las agencias de inteligencia de Estados Unidos a hacer una lista de blancos de ataques cibernéticos de Estados Unidos. Finalmente, publicó pruebas del programa denominado “Boundless Informant” (Informante sin fronteras), que crea un mapa que detalla los países de donde provienen los 97.000 millones de registros electrónicos interceptados y recopilados por la NSA en marzo de 2013. Entre los principales blancos del plan de espionaje se encuentran Irán, Pakistán, Egipto y Jordania. El mapa filtrado utiliza los colores rojo, amarillo y verde para clasificar a los países según el nivel de comunicaciones interceptadas. En marzo del año pasado, Estados Unidos aparecía en el mapa con color amarillo, lo que significa que la NSA interceptó alrededor de 2.900 millones de comunicaciones dentro del país.

La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) entabló una demanda inmediatamente después de que se revelaran los programas, alegando que la “práctica es similar a robar la libreta de teléfonos de todos los estadounidenses, con anotaciones que detallan con quiénes hemos hablado, cuándo, durante cuánto tiempo y desde dónde. Esta práctica le da al gobierno un amplio registro de nuestras asociaciones y movimientos públicos y le revela una gran cantidad de detalles sobre nuestra vida familiar, política, profesional, religiosa e íntima”, sostuvo la ACLU.

El abogado de la ACLU, Alex Abdo, afirmó: “En virtud de este programa, las agencias de inteligencia espían una gran cantidad de información sin precedentes. Están literalmente rastreando cada llamada que se realiza en el país y la Constitución simplemente no permite al gobierno hacer eso. Si el gobierno tiene motivos para pensar que un determinado ciudadano estadounidense es sospechoso de cometer un delito, entonces debería perseguir a esa persona para que sea investigada o vigilada, pero no debería vigilar en forma indiscriminada las llamadas de millones de estadounidenses inocentes”.

En este preciso momento, Edward Snowden está oculto. Supuestamente aún está en Hong Kong, donde le dijo al periódico South China Morning Post: “No estoy aquí para ocultarme de la justicia, estoy aquí para denunciar la delincuencia”. En la entrevista con Greenwald y Poitras, Snowden habló de sus motivos para realizar las filtraciones: “Desde mi escritorio tenía el poder de escuchar las conversaciones de todo el mundo, desde ustedes o su contador, hasta un juez federal o incluso el Presidente si tuviera su correo electrónico personal. …No nos corresponde a nosotros decidir sobre estas cosas. Es la población la que debe decidir si estos programas y políticas son correctos”.

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