PATRICIA MAYORGA
CHIHUAHUA, Chih., (proceso.com.mx).- Después de casi tres años de su secuestro en Gómez Palacio, Durango, el gobierno de Estados Unidos otorgó la residencia legal al fotoperiodista Alejandro Hernández Pacheco el pasado 19 de abril.
“Los primeros meses, el primer año fue difícil. No podía trabajar, estaba en un lugar extraño. No teníamos cómo mantenernos, nos apoyó la familia, amigos, también gente buena de acá. Les ayudaba a limpiar el jardín, a sacar la basura, a pintar sus casas, me daban uno o dos dólares, pues para los antojos de los niños. Ellos no tienen la culpa de lo que sucede”, recuerda Alejandro.
Desde que le dieron el asilo político, que llegó con el permiso de trabajo, Alejandro Hernández fue contratado como camarógrafo de Univisión, en el Estado de Texas.
“Me ha ido bien, esto es lo que sé hacer bien, los mexicanos sabemos trabajar, con eso no ha hay problema”.
Alejandro dice que ahora vive seguro, todo está tranquilo: “No es como allá que tienes que cuidarte de las balas, de los levantones, de todo. Este país (Estados Unidos) ha sido generoso con nosotros, con mi familia”.
Allá, “del otro lado”, ha podido superar las consecuencias psicológicas de permanecer secuestrado durante cinco días, sometido a un terrorismo psicológico y emocional.
“Los primeros días mi esposa dice que dormido trataba de desatarme. Cruzaba un mueble en la puerta para que no entrara nadie. Desconfías de todo mundo, de policías, hasta de tu sombra. Llegando aquí fue pasando, porque pasas otras cosas, ves otra gente, puedes caminar sin miedo, en la noche”, recuerda.
Le duele hablar de aquella experiencia, le resulta difícil describir lo que siente, explica, sólo recuerda que pensaban que los iban a matar, desde que los subieron al automóvil donde lo plagiaron junto con el periodista de Televisa México, Héctor Gordoa y Javier Canales, camarógrafo de Multimedios de La Laguna.
“Nos apuntaron con una pistola y en ese momento sólo piensas en tus hijos. Durante el cautiverio piensas todo el tiempo qué te van a hacer, no te deja ni siquiera pegar las pestañas porque no sabes qué va a hacer tu familia, cómo le va, qué van a comer si te pasa algo, no sabes en qué momento te van a dar. Y luego nos decían que iban a llevar a nuestras familias”.
Recuerda que en uno de los cuartos, escuchaban niños, se les erizaba la piel: “Pensábamos que eran nuestros polluelos. Yo pensé que nos iban a cortar la cabeza, como ellos nos decían. Lo recuerdo como algo macabro, no éramos los únicos secuestrados, había tres Afis y dos taxistas, era una casa casi espectral, había mancha de sangre. Sólo pedía que me dejaran a la vista, en la calle, donde mi familia me viera, le pedía a Dios que no me dejaran oculto, enterrado”.
Lo único que tiene claro es que salió de trabajar de su casa a las 5 de la mañana el 26 de julio de 2010, para no regresar. “Un secuestro es difícil de superar”.
El infierno
El lunes 26 de julio arribó Héctor Gordoa a Torreón Coahuila para emprender un reportaje para Televisa México. El camarógrafo no llegó con el periodista porque lo dejó el avión. La empresa local buscó a un camarógrafo con experiencia y fue Alejandro Hernández quien acompañaría al reportero en esa encomienda.
El trabajo consistía en entrevistar a los tres alcaldes de la Comarca Lagunera: Gómez Palacio, Durango; Lerdo, Durango y Torreón, Coahuila.
Comenzaron con el de Gómez Palacio, la entrevista fue larga. Luego entrevistaron a dos policías preventivos, a quienes les cubrieron el rostro. Cuando estaban con los policías, les llamaron para avisarles de una manifestación afuera del Centro de Reinserción Social (Cereso) número dos, de Gómez Palacio, donde había policías preventivos estatales y federales. El penal fue clausurado este año.
La manifestación era de familiares de internos, quienes exigían la reinstalación de la directora, Margarita Rojas Rodríguez, quien se encontraba detenida porque de acuerdo con la Secretaría de Gobernación, permitía a los reos salir en las noches para vengarse del grupo delictivo contrario.
“Había pocos medios y de lejos, eran de periódicos y radio, pero no se alcanzaban a ver bien. Los manifestantes apoyaban a la directora que habían cesado. Salimos de ahí como a las tres de la tarde y cuando regresábamos nos agarraron. Nosotros sólo andábamos trabajando”, insiste.
Los dos periodistas de Televisa fueron capturados con otro camarógrafo de Multimedios, Javier Canales, presuntamente por sicarios del cártel de Sinaloa, de acuerdo con el exdirector de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna.
Alejandro cuenta que los plagiarios les cuestionaban para cuál grupo trabajaban, pero ellos insistían en que sólo eran trabajadores de medios de comunicación.
Los periodistas fueron quienes convencieron a los sicarios que sólo eran periodistas y hacían su trabajo.
Entonces, les indicaron que debían pedir a las empresas que a cambio de su liberación publicaran unos videos contra “Los Zetas” y autoridades que presuntamente los protegían. Al siguiente día fueron transmitidos por Multimedios, pero ellos no fueron liberados.
Héctor Gordoa fue liberado el jueves 29 de julio, con el fin de llevar el mensaje a su empresa. Alejandro no supo más de él hasta que estuvo en Estados Unidos. “Supe que cuando llegó a México, habló con mi esposa y no supe más”.
Alejandro Hernández y Javier Canales intentaron huir después de la liberación de su compañero, la situación empeoró. Los dos fueron fuertemente golpeados en cabeza, tobillos y rodillas.
Los delincuentes los liberaron el sábado 31 de julio. “Nos liberaron estas personas y nos dicen que corriéramos pero no podíamos porque nos habían pegado en los tobillos, en las rodillas. Nosotros encontramos a la policía, les pedimos ayuda, ellos no nos rescataron, como dijeron”.
Cuando las autoridades se percataron de la libertad de los camarógrafos, los llevaron a México para dar una conferencia de prensa.
“Nos tuvimos que alinear a lo que dijeran ellos. No quise desenmascar ahí a García Luna porque fácil me hubieran asesinado y hubieran puesto de pretexto que yo estaba muy presionado por lo que viví, o algo hubieran inventado”, dice Alejandro.
Asegura que la Policía Federal estuvo alrededor de la casa donde estuvieron cautivos, pero no hizo nada.
“Nos liberaron de un secuestro para meternos a otro”, así describe los 20 días que permanecieron en la Ciudad de México mientras declararon y ayudaron con la investigación.
Durante ese tiempo, nadie les ofreció terapia psicológica, Alejandro sólo tuvo la promesa de Televisa para reacomodarlo en otro estado para no exponerlo, pero nunca se acercaron a él ni le cumplieron su palabra.
“Lo que yo quería era irme lejos de los policías. Hablé con mi familia y con vecinos, uno de ellos me dijo que había afuera personas armadas que no eran policías. Torreón estaba y está muy feo. Tuve contacto con mi esposa los 20 días que estuvieron dizque investigando”.
A la semana de permanecer en la Ciudad de México, lo llevaron a identificar a una persona que había detenido y sí la identificó. “Nos llevaron al Centro Nacional de Arraigos, y a través de una cámara lo reconocí. Estuvimos en la ciudad hasta que nos dijeron: ‘ya se acabó la investigación, cada quien a su casa’, pero yo no quería regresar”.
Indica que no había garantías para vivir en su tierra, ni Televisa lo apoyó, ni las autoridades le dieron confianza.
Luego de arreglar todo con su familia, viajaron a Juárez para solicitar asilo político en El Paso, Texas. En diciembre desenmascaró a García Luna, por el montaje del supuesto montaje que hicieron ante los medios.
El proceso
Su abogado, Carlos Spector, lo apoyó en el proceso. En agosto del 2011, casi un año después de haber llegado a El Paso, le otorgaron el asilo político.
“Con Carlos Spector nos pusimos de acuerdo. Ya no regresé a Torreón. Pasé de Juárez el 22 agosto (del 2010). Mi familia estaba en Juárez, ahí hicieron el informe para que pudieran cruzar, el 26 agosto”.
Aplicaron en dos meses: “En noviembre aplicamos, nos entrevistaron personas de Houston, y fueron ocho meses más o menos a partir de la aplicación, para que nos dieran el permiso. En febrero nos hicieron la entrevista y se llevaron la información. Llegó el permiso de trabajo y luego el asilo en agosto del 2011, casi a un año de que llegamos”.
Así logró entrar a Univisión y el pasado 19 de abril recibió la residencia legal. No piensa regresar a México, no ve condiciones de seguridad para su familia.
Alejandro está convencido que su proceso representa una esperanza para colegas que viven y trabajan con miedo en el país mexicano. “Mi caso representa que se pueden proteger, he sido bendecido porque no me mataron, ni estoy desaparecido, estoy tranquilo. Aplicaría en muchos compañeros el asilo político, es cuestión de que se informen”.
Dijo que hay varios periodistas que se han contactado con él para que los oriente: “Mi reconocimiento a todos los periodistas en mi país, porque estar allá es ser valiente. Yo dejé el país porque no quiero arriesgarme más, tengo mis hijos y tengo miedo de que se queden solos. Me preocupan sobre todo mis compañeros de mi ciudad, se les extraña, mi solidaridad para todos, para los veracruzanos, para todos”.