jueves, 8 de noviembre de 2007

Semblanza y correspondencia de Juárez (3)


Juárez y la Dictadura

Juárez murió al fin, en julio de 1872. En el momento mismo en que el pueblo lloraba su muerte,se organizaban, nuevamente, los enemigos de su obra. Hubo cuatro años de silencio, de amnistía y de respeto. Mas la dictadura que asaltó el poder, al cabo de ese breve tiempo, junto al cadáver de Juárez ordenó enterrar el cuerpo agonizante de la Constitución. Y Reforma y reformador hicieron huesos en la misma tumba.
Aquella recia dictadura organizó levas para el ejército, las fábricas, las minas, los latifundios, y con ello dio estructura a la prosperidad de una sola industria: la esclavitud de la nación. Se creó la ficción de un gobierno sin política y mucha administración, y un simulacro de paz cuyos tambores batían los propios brazos de la miseria.



Juárez y la Revolución

Mas comenzaron a salir de la tumba las viejas voces de la Reforma. Y el pensamiento liberal empezó a llamar a las muchedumbres de 1910. La voz de Ignacio Ramírez clamaba otra vez por una paz en la libertad. Altamirano reclamaba la terminación de su obra: libertad en la cultura. Ocampo urgía con su ejemplo el ingreso de la inteligencia en todos los frentes de la justicia. Y Ponciano Arriaga seguía exigiendo una legislación obrera y una Constitución de la tierra.
Se alistaron los nuevos ejércitos y se alzaron las nuevas estructuras. Y sucedía que así como el triunfo de la Reforma fue celebrado con las notas bélicas de La marsellesa, también las músicas de Francia saludaban la entrega de la tierra al paso de las tropas de Lucio Blanco, creyendo que ese acto de justicia estaba inspirado en los Derechos Fundamentales del Hombre, sin saber que la Revolución mexicana venía escribiendo las primeras letras de los nuevos derechos sociales del pueblo.
Al abrir la tumba de Juárez, la Revolución rescató la Constitución olvidada. En tantos años de sepultura, en tantos años sin uso, se habían borrado muchos de sus preceptos, al paso incontenible de las nuevas ideas y las nuevas necesidades. Pero en su cuerpo la libertad había grabado sus pensamientos eternos y , al fundirse en un solo espíritu la Constitución de la Revolución y la Constitución de Juárez, el ciudadano quedó armado para sus deberes y el campesino para sus labranzas; el obrero quedó escudado para sus luchas y la mujer para la ternura de sus ideales y de sus fatigas. Amparado quedó todo mexicano contra el riesgo de las arbitrariedades, y la nación misma quedó amparada contra el peligro de las tiranías.
La Constitución no es, hemos de repetirlo, una panacea para todas las dichas. Es sólo una norma y un programa contra todas las miserias. Los impacientes quisieran exigir a la revolución, en 40 años, los frutos que no pudo alcanzar la Colonia en tres siglos de esclavitud y la Independencia en 100 años de libertad.
Ya en octubre de 1858, en su Manifiesto a la Nación lanzado en Veracruz, Juárez, con una lúcida conciencia social, preguntaba a los impacientes de su época:
¿Nacen perfectos por ventura los pueblos o los individuos? Y aun los que más han adelantado en la civilización y se han procurado un ambiente para determinadas clases, ¿han llegado, por viejos que sean, a la perfección social? ¿La Inglaterra, tan justamente celebrada por la sabia libertad que ha sabido dar a la mayor parte de sus hijos, no está minada hoy todavía después de tantos siglos de civilización y creciente prosperidad, por sus millones de pobres, por sus dificultades en Irlanda y por sus insurrecciones de la India?



Juárez y la paz de América

El ideal de paz en el derecho que Juárez proclamó ha cobrado nueva vida en los conflictos que hoy confronta la humanidad entera. Las razones de esta lucha han invadido lo mismo el íntimo círculo de los hombres que la esfera total de las naciones. Hay una nueva fórmula de paz en el mundo: la paz armada, que erige sobre cada hombre y sobre cada pueblo el filo terrible de una consigna: ¡Déjame existir para que existas tú!
La coexistencia es la fórmula de una paz física, aceptada y vivida por el temor. En cambio, la paz que Juárez buscaba no era una paz para coexistir sino para convivir, es decir, para vivir plenamente. Y la convivencia humana requiere un armonioso concierto de las voluntades y de los espíritus. Es una paz que no puede ganarse con la sola delimitación de fronteras, el dominio de zonas de influencia y la amenaza de las nuevas armas nucleares. Es una paz basada en los valores de la conducta.
Por eso la voluntad de Juárez, después de muerto, es todavía una voluntad que delibera y lucha. Por eso cuando termina la última guerra y la Conferencia Interamericana resuelve "como un homenaje de todas naciones del continente al pueblo y al gobierno de los Estados Unidos Mexicanos", efectuar un acto público ante la estatua del Benemérito de las Américas, licenciado Benito Juárez, es porque en la declaración de México triunfa en sus preceptos fundamentales el pensamiento de Juárez. Para confirmarlo, leamos estas declaraciones del Acta de Chapultepec:
Los Estados americanos no reconocen la validez de la conquista territorial. Los Estados americanos reiteran su ferviente adhesión a los principios democráticos, que consideran esenciales para la paz de América. El fin del Estado es la felicidad del hombre dentro de la sociedad. Deben armonizarse los intereses de la colectividad con los derechos del individuo. El hombre americano no concibe vivir sin justicia. tampoco concibe vivir sin libertad.
Asimismo, cuando las naciones de América firman en Río de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, el pensamiento de Juárez ilumina sus principios:
El orden internacional está esencialmente constituido por el respeto a la personalidad, soberanía e independencia de los Estados y por el fiel cumplimiento de las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional. Los Estados americanos condenan la guerra de agresión: la victoria no da derechos. La agresión a un Estado americano constituye una agresión a todos los demás Estados americanos.
Para comprobar la exacta coincidencia de los nuevos principios americanos con el pensamiento de Juárez, basta recordar la honrosa constancia que el Benemérito dejó al rendir su Informe ante el Congreso, al abrir éste su primer periodo de sesiones el 15 de abril de 1862:
Las repúblicas americanas dan muestras de comprender que los sucesos de que México está siendo teatro, afectan algo más que la nacionalidad mexicana, y que el golpe que contra ella se asesta heriría no sólo a una nación sino a todo un continente.
Por eso mismo también, México luchó dignamente porque la vigencia de esos principios quedase consagrada en la Carta de los Estados Americanos suscrita en Bogotá.
Todo lo que significan las ideas de Juárez dentro de nuestra Constitución como norma de respeto a las garantías individuales, en el campo internacional, cobran espíritu y cuerpo en la Carta de Bogotá, al declarar:
El orden internacional está esencialmente constituido por el respeto a la personalidad de los Estados. Todo Estado americano tiene el deber de respetar los derechos de que disfrutan los demás Estados, de acuerdo con el derecho internacional. El derecho que tiene el Estado de proteger y desarrollar su existencia, no lo autoriza a ejecutar actos injustos contra otro Estado.
También en la patria de Bolívar se alzó la voz de México en la Décima Conferencia Interamericana, para señalar que "la liberación del temor, la liberación de la necesidad, la libertad de credos religiosos y de pensamientos, fueron estandartes de la lucha que gallardamente sostuvieron las Naciones Unidas. Y que su negación o su olvido retardaría y ensombrecería la evolución política de nuestros pueblos".
Consciente de estos peligros, la voz de los mexicanos recordó a los países de América las palabras del presidente Ruiz Cortines, en la presa Falcón, dictadas por una profunda convicción juarista:
Debemos contribuir a que la atmósfera de crisis que predomina en los asuntos mundiales no divida a los países de este continente. Deseamos que, fieles al pensamiento de nuestros héroes y patricios, resueltos todos a engrandecer nuestras democracias con el ejercicio efectivo de la democracia, permanezcamos unidos en el culto de la soberanía de los pueblos y del derecho inviolable que les asiste al pleno goce de sus libertades civiles y políticas.
La misma voz mexicana señaló a los representantes de los países americanos la conducta que el presidente Ruiz Cortines ha dado a su gobierno, guiado por su fervoroso credo de respeto a las libertades del hombre, al expresar ante este Congreso:
Estoy cierto de que menores males causa a la República el abuso de las libertades ciudadanas, que el más moderado ejercicio de una dictadura.
Yo considero, por ello, que no sólo por el alto deber de su cargo sino por un noble derecho ganado por su alentadora firmeza cívica, don Adolfo Ruiz Cortines, como presidente y como digno ciudadano, presente o ausente, acompaña y preside en todos estos actos la devoción juarista de su pueblo.
Recuerdo que al hablar a su nombre en la ciudad de Oaxaca expresé su saludo a la multitud ciudadana, diciendo que así como ellos vivían en esos momentos a la sombra frondosa de sus laureles centenarios, la República vivía a la sombra eterna del pensamiento del indio Benemérito.
Al día siguiente, al hablar nuevamente en Huajuapan de León y al darme instrucciones para pronunciar el discurso, me ordenó con cariñosa y enérgica sencillez:
Dígales que no solamente vivimos a la sombra del pensamiento de Juárez, sino bajo el mandato de su ejemplo. Que si ellos me han otorgado el título honroso de ciudadano oaxaqueño, es porque saben que soy juarista y, si me sienten juarista, es porque saben que por ser presidente de México soy servidor del pueblo y un soldado de la Constitución.
Por decisión expresa del presidente Ruiz Cortines, nuestro representante en la Asamblea de Caracas hizo una justa síntesis de los deberes a que deben dar cumplimiento los países de este continente:
Nuestro programa de acción ha de ser: defender la democracia sin coartar su ejercicio efectivo, proteger nuestras instituciones sin conculcar la libertad y el respeto a los derechos humanos, robustecer la solidaridad continental sin menoscabar la soberanía y la independencia de cada Estado. Podemos y debemos desarrollar este programa mediante la aplicación de métodos y procedimientos dignos de nuestra época, alejada ya por ventura de la inquisición, de los autos de fe, de los intentos siempre fallidos de reglamentar la conciencia y el pensamiento de la humanidad.
Igualmente, en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando al tratarse el tema de Argelia el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, urgiendo la solución del conflicto, emitió las palabras de don Benito Juárez: "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", como un ejemplo para poder llegar a un acuerdo en este caso, el representante de México ante dicho organismo mundial, al hacer la explicación del voto de México, agradeció al canciller de Francia aquella cita, y expresó que la misma puede servir como norma para la solución , no solamente del caso de Argelia, sino de cualquier conflicto entre naciones, para que la humanidad goce de una más justa convivencia.
A la luz de tales testimonios hemos declarado, al iniciar este discurso que honrar la muerte de Juárez es honrar la vida del más universal de los mexicanos. Y lo es, precisamente, por ser tan profundamente mexicano. En ninguna voluntad de mexicano se ha dado, como en la de Juárez, la voluntad estoica de su pueblo; en ningún rostro de mexicano como en el de Juárez, se ha dado el rostro humilde y recio del pueblo mexicano; en ningún espíritu se ha dado, como en el de Juárez, la fuerza heroica y tenaz del alma mexicana. El pueblo es la naturaleza de Juárez y Juárez es el árbol glorioso donde florecen todas las virtudes de su pueblo.
Y habremos de proclamarlo siempre: en la teoría de los fundadores de México, Cuauhtémoc es el gesto, Hidalgo es la fe, Morelos es la acción, y Juárez es la conciencia de la patria.

Semblanza y correspondencia de Juárez
Fondo de Cultura Económica

Semblanza y correspondencia de Juárez


Juárez y la Intervención

Éste, sin embargo, con el apoyo de una minoría de generales indignos y tratando de salvar sus viejos privilegios a costa de la propia autonomía de México, llegó a la medida increíble de importar un poder extranjero. Y mientras Juárez expresaba al Congreso su voluntad firmísima de que la revolución produjera los esperados frutos de paz y prosperidad, y su propósito de seguir desempeñando su doble tarea de combatiente de la ley y magistrado de la nación, en Europa se concertaban las alianzas y se ponía el precio de una corona a la traición.
Debemos recordar que en aquella intervención injusta dos de las naciones aliadas, Inglaterra y España, hicieron desistir a sus gobiernos de participar en la monstruosa agresión a nuestra soberanía, y se retiraron, según la declaración del general Prim:
Porque es evidente, para los que vemos las cosas de cerca, que el partido reaccionario está casi aniquilado hasta el punto que en cerca de dos meses que estamos en este país, no hemos observado muestra alguna de la existencia de semejante partido. Es cierto que Márquez, a la cabeza de algunos centenares de hombres, sigue desconociendo la autoridad del presidente Juárez, pero su actitud no es la de un enemigo que ataca, sino la de un proscrito que se oculta en los montes.
Quedaba solamente la codicia invasora de Napoleón III y el ejército de la Francia imperial.

Juárez y el Imperio

Al abrir sus sesiones el Congreso, el 15 de abril de 1862, Juárez informaba a su pueblo:
Por azarosa que sea la lucha a que el país es provocado, el gobierno sabe que las naciones tienen que luchar hasta salvarse o sucumbir cuando se intenta ponerlas fuera de la ley y arrancarles el derecho de existir por sí mismas y de regirse por voluntad propia.
A su resolución de defender la soberanía de la patria se unió todo el pueblo. La intervención tuvo así la virtud de convertir el pensamiento liberal mexicano en una bandera en marcha, y la Constitución de 1857, contra la que levantaron los traidores las armas de un ejército invasor, fue en las manos patricias de Benito Juárez un evangelio que camina.
Y Juárez cruzó el territorio nacional levantando multitudes a nombre de la libertad. Y él, un héroe sin armas, sobrevivió a todos los calvarios de la justicia y a todas las crucifixiones de la paz, hasta asistir a la más humana, la más heroica resurrección de la ley.
Castelar anticipó su victoria en el fulgor de una hermosa profecía:
Miradlo perseguido, acosado, sin recursos, con las fuerzas de Francia en su contra; desafiándolo todo con frente erguida, iluminado por los resplandores de la conciencia, mientras que el remordimiento cubre de negras sombras las frentes de los vencedores. Estamos seguros de que, si el príncipe Maximiliano va a México, mil veces el recuerdo de Juárez turbará sus sueños y comprenderá que mientras haya un hombre tan firme, no puede morir la democracia en América.
No se engañó el genio de Castelar. Maximiliano, sirviendo a la codicia de Napoleón, cruzó el mar y empuñando un falso cetro de emperador vino a nuestro suelo.
Al desembarcar en Veracruz, en 1864, tan fría fue la acogida de la gente que los ojos de la emperatriz se arrasaron de lágrimas.
¡Qué falsas sonaban las palabras de su primer manifiesto: "Mexicanos, vosotros me habéis deseado"! Pronto supo la verdad, pero la ambición lo tenía preso. Impaciente, deseoso de imponerse, salió de la capital visitando las ciudades de la zona ocupada: Querétaro, Guanajuato, León, Morelia y Toluca. Llegó a vestirse con el traje nacional de los charros y a la temeridad de pronunciar en Dolores Hidalgo un discurso, tratando de ensayar el imposible injerto de la rosa de la Francia imperial en el viril y prolífico nopal de la insurgencia mexicana.
Entre tanto, el pueblo daba sangre y aliento a sus guerrillas. Siempre había nuevos brazos para rescatar el arma caída de los muertos; y los ejércitos de Juárez brotaban en todos los campos del territorio nacional.
La figura de Juárez fue creciendo, fue creciendo. Se afirma que un día un ciego lo detuvo para asegurarle que sin verlo contemplaba el sol de sus virtudes, porque hay cosas tan claras, decía humildemente, que hasta los ciegos las ven.
En Hidalgo del Parral los campesinos quisieron sustituir los caballos del coche, y hubieran arrastrado los tiros a no ser porque Juárez les hizo la prohibición formal de aquel homenaje indigno de los hombres libres.
En Chihuahua lo obligó el pueblo a visitar el sitio de la ejecución de Hidalgo y a pronunciar un discurso frente al monumento del libertador. Pero las manifestaciones de admiración no morían en nuestras fronteras: en Lima y en Santiago de Chile se organizaban manifestaciones de solidaridad para su causa; en Montevideo se acuñó una moneda con la efigie insigne de Zaragoza. El Congreso de Colombia lo declaró Benemérito de las Américas .
Al llegar a Juárez esta noticia, en el último extremo del país, en la población de Paso del Norte, que hoy lleva su nombre, escribió a su familia estas letras humildes:
He leído el decreto que me consagra el Congreso de Colombia. Yo agradezco este favor, pero no me enorgullece, porque reconozco que no lo merezco; realmente nada he hecho que merezca tanto encomio; he procurado cumplir con mi deber y nada más.
Y se fue acercando el día de la victoria. A medida que escaseaba el oro para comprar la fría voluntad de los indiferentes, crecía el tesoro de la fe republicana, improvisando tropas y muliplicando fusiles y fervores.
Abandonado por Napoleón, cuyo Imperio se hallaba amenazado por las fuerzas de Prusia, Maximiliano salió a dar el pecho a la batalla. Aquella expedición infortunada trajo consigo la caída de Querétaro. Con ella la derrota de Maximiliano y sus más intrépidos generales: Márquez, Miramón y Mejía. El archiduque fue condenado, junto con sus lugartenientes, a un consejo de guerra.
En vano Víctor Hugo, que había alentado a las tropas de Juárez en los fieros combates de Puebla, con estas palabras deslumbradoras:
Mexicanos: Tenéis razón en creer que estoy con vosotros; yo también lucho contra Napoleón III. Él representa a la Francia imperial y yo pertenezco a la Francia libertadora. Si de algo os sirve mi nombre, haced uso de él.¡Mexicanos: Resistid y sed terribles! ¡Lanzad a la cabeza de ese hombre el proyectil de la libertad!
Ahora ante la inminencia de la muerte de Maximiliano, Víctor Hugo escribía con frase conmovida:
¡Que este príncipe, que no adivinaba que era hombre, sepa que hay en él una miseria, el rey, y una majestad, el hombre! Jamás se ha presentado a vosotros una ocasión tan magnífica: Juárez, haced que la civilización dé un paso inmenso. Abolid sobre la faz de la tierra la pena suprema. ¡Que el mundo vea esa cosa prodigiosa! Que la nación, en el momento de aniquilar a su asesino vencido, reflexione que es hombre y le suelte y le diga: ¡Tú eres el pueblo como los otros; vete! Ésta sería, Juárez, vuestra segunda victoria. La primera, vencer a la usurpación, es magnífica. La segunda, perdonar al usurpador, es sublime.
Juárez, sin embargo, sabía que la bala dirigida a Maximiliano era el mismo proyectil de la libertad que Víctor Hugo pedía para la cabeza de Napoleón III. Y contestó aquel reclamo al responder a la misma súplica pronunciada en labios de una princesa arrodillada:
Aunque todos los reyes y todas las reinas del mundo estuvieran en vuestro lugar, no podría perdonarle la vida; no soy yo quien se la quita. son el pueblo y la ley los que piden su muerte; si yo no hiciese la voluntad del pueblo, entonces éste le quitaría la vida a él y aún tendría derecho para exigir la mía.
Al regresar triunfante a la ciudad de México, en su Manifiesto a la Nación, el 15 de julio de 1867, Juárez proclama su apotegma inmortal:
Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
La vida le permitió antes de morir expresar sus verdaderos sentimientos para Francia y ofrecer un gesto de ardiente fraternidad a su pueblo.
Cuando en 1870 vino el derrumbe de Francia a través del desastre de la guerra franco-prusiana, después de la entrega de Sedán y Metz, en que para siempre se eclipsó el Imperio de Napoleón III, aquel tirano de la augusta pequeñez, Juárez envió en mensaje firmado en unión de otros mexicanos. En la carta que acompañaba a su texto explicaba que aquel mensaje estaba
destinado por sus autores no sólo a transmitir al infortunado pueblo francés la expresión de nuestra admiración y buenos deseos, sino también, y sobre todo, a eliminar de su mente cualquier duda acerca de los sentimientos fraternales que animan a todos los verdaderos mexicanos hacia la noble nación a la que tanto debe la sagrada causa de la libertad y a la que nunca hemos confundido con el infame gobierno de Bonaparte. Si yo tuviese ahora el honor de dirigir los destinos de Francia -afirmaba Juárez-, no haría nada diferente de lo que hice en nuestro amado país desde 1862 a1867, a fin de triunfar sobre el enemigo. No grandes cuerpos de tropas que se mueven con lentitud, que es difícil alimentar en un país devastado, y que se desmoralizan fácilmente después de un descalabro, sino cuerpos de 15, 20 o 30 000 hombres a lo más, ligados por columnas volantes a fin de que puedan prestarse ayuda con rapidez, si fuere necesario; hostigando al enemigo de día y de noche, exterminando a sus hombres, aislando y destruyendo sus convoyes, no dándoles ni reposo, ni sueño, ni provisiones,ni municiones, desgastándose poco a poco, en todo el país ocupado; y finalmente, obligándole a capitular, prisionero de sus conquistas, o a salvar los destrozados restos de sus fuerzas mediante una retirada rápida. Esa es toda la historia de la liberación de México. Y si el despreciable Bazaine, digno sirviente de un emperador despreciable, quiere emplear el ocio que su odiosa traición le ha procurado, él es el más indicado para ilustrar a sus compatriotas sobre la invencibilidad de las guerrillas que luchan por la independencia de su país. Pero surge otra cuestión que para un país centralizado como Francia parece terrible. ¿Puede sostenerse París hasta que un ejército de socorro levante el bloqueo? ¿Y qué sucederá si París cae por hambre o es tomado por la fuerza? Bueno. Admitamos por un momento que París sufre la suerte de Sedán y Metz. ¿Qué sucederá después? ¿Acaso París es Francia? Políticamente, sí, durante los últimos 80 años. Pero hoy, cuando las consideraciones militares deben tener preferencia sobre las demás, ¿por qué la caída de París ha de llevar consigo necesariamente la caída de Francia? E inclusive si el rey de Prusia instala su corte en el Palacio de las Tullerías, que está saturado aún de la infecciosa enfermedad del bonapartismo, ¿porqué ha de desmoralizar esta fantasmagoría a dos o tres millones de ciudadanos armados para la defensa de su suelo, de un extremo del país a otro?Maximiliano estuvo en el trono de México durante cuatro años, pero eso no le salvó de purgar su crimen en Querétaro, en tanto que la soberanía nacional regresaba triunfante a la ciudad de Moctezuma. Durante esos cuatro años, cuando el único poder legítimo andaba errante como fugitivo del Río Grande al Sacramento, muchos patriotas probados, muchos que habían templado en la lucha contra la adversidad, empezaron a abrigar dudas sobre la eficacia de nuestros esfuerzos y a negar nuestra futura liberación. En cuanto a mí -y éste es mi único mérito-, ayudado por algunos patriotas indomables, mi fe no vaciló nunca. A veces, cuando me rodeaba la defección a consecuencia de aplastantes reveses, mi espíritu se sentía profundamente abatido. Pero inmediatamente reaccionaba, recordando aquel verso inmortal del más grande de los poetas: "¡Ninguno ha caído, si uno solo permanece en pie!"
En esa misma carta anunciaba Juárez el envío de 600 veteranos de la lucha por la Independencia, que debían incorporarse a las fuerzas del glorioso Garibaldi. Empero, ya no tuvo cumplimiento su rasgo generoso, pues Francia capituló en París.
París proclamó la Comuna para salvar a la República, pero la Comuna fue proscrita; y sus verdugos, para ahuyentar el peligro del socialismo en Europa, sacrificaron a más de 500 000 comuneros, entre mártires y deportados.
Esta revelación de Benito Juárez, en la carta consignada en las vibrantes páginas de Roeder, da claro testimonio de dos cosas: el amor que sentía a los principios de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución francesa, que para él significaban como han significado para todos los héroes de la humanidad, la primera batalla por alcanzar la democracia, aspiración suprema de la cultura política de los hombres y de los pueblos libres. Y señalan su profunda fe en la provincia mexicana, en donde él encontró el aliento y la fuerza de los pueblos olvidados y las ciudades humildes, cuna de todo heroísmo y toda tradición, ya que como lo aseguró bellamente un joven orador de nuestro partido, en México no ha sido la patria madre de la provincia, sino la provincia, madre humilde y eterna de la patria.

Semblanza y correspondencia de Juárez
Fondo de Cultura Económica

Gira 49: Veracruz, Hidalgo y Estado de México

GIRA 49: ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR

FECHA: Del jueves 8 al domingo 11 de noviembre de 2007

ESTADOS: VERACRUZ (Texcatepec, Llamatlán, Zontecomatlán, Huayacocotla) HIDALGO (Tianguistengo, Zacualtipan, Mezquititlán, Atotonilco El Grande, Huasca de Ocampo, Acatlán, Tulancingo) ESTADO DE MÉXICO (Ocuilán de Arteaga, Joquicingo, Tenango de Arista, Santa María Rayón, San Antonio La Isla, Calimaya de Díaz González, Mexicaltzingo, Xalatlaco, Capulhuac de Mirafuentes, Tianguistenco de Galeana, Texcalyacac, Almoloya del Río, Santa Cruz Atizapán, Chapultepec).

JUEVES 8 DE NOVIEMBRE DE 2007 11:00 horas Mitin en Texcatepec 15:00 horas Mitin en Llamatlán 17:00 horas Mitin en Zontecomatán 19:30 horas Mitin en Huayacocotla

VIERNES 9 DE NOVIEMBRE DE 2007 10:30 horas Mitin en Tianguistengo (Plaza Pública) 11:30 horas Mitin en Zacualtipan (Auditorio Municipal) 12:40 horas Mitin en Mezquititlán (Cancha de la comunidad de Carpinteros) 14:10 horas Mitin en Atotonilco El Grande (Salón Sabuca) 16:20 horas Mitin en Huasca de Ocampo (Plaza Pública) 17:30 horas Mitin en Acatlán (Auditorio Municipal) 18:30 horas Mitin en Tulancingo (Salón Videmar)

SÁBADO 10 DE NOVIEMBRE DE 2007 10:00 horas Mitin en Ocuilán de Arteaga 11:05 horas Mitin en Joquicingo 12:10 horas Mitin en Tenango de Arista 13:15 horas Mitin en Santa María Rayón 14:15 horas Mitin en San Antonio La Isla 16:20 horas Mitin en Calimaya de Díaz González 17:20 horas Mitin en Mexicaltzingo

DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE DE 2007 10:00 horas Mitin en Xalatlaco 11:00 horas Mitin en Capulhuac de Mirafuentes 12:00 horas Mitin en Tianguistenco de Galeana 13:05 horas Mitin en Texcalyacac 14:05 horas Mitin en Almoloya del Río 16:00 horas Mitin en Santa Cruz Atizapán 17:00 horas Mitin en Chapultepec • • • • •