Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
Manuel de la Cruz
Leticia es una niña centroamericana de 14 años, sin documentos, a quien prostituyen en una cantina de Suchiate, Chiapas, municipio fronterizo con Guatemala. Han pasado casi dos años desde que dejó su país natal para migrar rumbo a Estados Unidos.
A pesar de las duras condiciones en que vive para lograr su objetivo, no deja de intentarlo. Sabe que la deportación es casi segura, según sus propias palabras, pero ni eso la detiene en su idea de cruzar la frontera, alternativa que encontró ante la miseria y el incierto futuro en su lugar de origen.
Su situación no es diferente a la de cientos de menores de edad que se ven atrapadas en las redes del comercio sexual fronterizo, cuyos operadores les ofrecen “el camino para conseguir dinero rápido”.
Son víctimas de explotación de las redes internacionales de tratantes de personas, quienes las enganchan antes o después de cruzar el río Suchiate o en los puntos ciegos (caminos de extravío) a lo largo de la frontera. “Esclavas sexuales” las consideran las organizaciones de la sociedad civil que luchan en su favor.
Leticia cuenta que en 2007 cruzó por primera vez la frontera entre Guatemala y México con la idea de quedarse a trabajar en este país y después traer a su familia, lejos de la miseria y la violencia que viven en su país. Desde entonces ha cruzado en seis ocasiones.
Primero se empleó como trabajadora doméstica, luego se convirtió en mesera de una cantina y finalmente se vio obligada a prostituirse ante la urgencia de dinero. Un pollero le ofreció, por 3 mil 500 dólares, conducirla a la frontera con Estados Unidos, donde otro contacto la trasladaría a Texas o al estado que eligiera con un supuesto empleo que la estaría esperando, cuenta la adolescente.
El trato se cerró: una parte en efectivo y otra en especie. Junto con otras y otros migrantes centroamericanos, fue llevada al costeño municipio de Arriaga. En el camino lograron evadir redadas policiacas que buscan inhibir el paso de indocumentados. Siguieron hasta Oaxaca, pero –dice Leticia– en Chahuites presintió que las cosas no saldrían bien y reconsideró la partida.
“Sentí desconfianza, miedo, mi corazón me decía que no iba salir bien”, asegura ahora con más calma. Sin dinero ni ayuda regresó a Suchiate, donde conoció a Mariela, también adolescente centroamericana, quien le habló sobre un trabajo de mesera.
Originaria de San Pedro Sula, Honduras, Mariela –al igual que miles de centroamericanas– no ha logrado cruzar la frontera de Estado Unidos, por lo que ha tenido que quedarse en ese punto fronterizo de 700 kilómetros, donde confluyen México, Guatemala y Belice, convertido hoy en centro de operación de las redes de comercio sexual que explotan a niñas y mujeres de 12 a 30 años.
La porción chiapaneca de dicha zona de explotación sexual corresponde a más de 18 municipios cercanos a Guatemala.
No son casos aislados
En Tuxtla Chico es común que niñas y jóvenes centroamericanas sean prostituidas en establecimientos de la zona comercial, situada no muy lejos de la caseta migratoria de Talismán. El director del Movimiento Ciudadano de la Frontera Sur, Juan José González, reconoció que el fenómeno de la prostitución se ha incrementado en la región de modo alarmante. No son casos aislados, señala.
En las calles, cantinas, discotecas, afuera de escuelas o centros comerciales de ciudades como Suchiate, Tapachula, Cacahoatán, Tuxtla Chico o Huixtla, es común encontrar mujeres de diferentes edades que ejercen la prostitución.
Según estudios del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) y de la Red de Organizaciones para la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes (ECPAT, por sus siglas en inglés), las cifras oficiales sobre la explotación sexual son difíciles de conseguir.
Sin embargo, estiman que más de 24 mil menores de edad son víctimas de explotación sexual o de pornografía infantil a lo largo y ancho de México desde finales de 2008. El comercio sexual deja ganancias superiores a los 12 mil millones de dólares en el mundo, dice González.
Por lo pronto, mientras Leticia es víctima de explotación sexual, la directora del Instituto Nacional de Migración (INM), Cecilia Romero, ha dicho al diario El Universal que el tráfico de inmigrantes, trata de mujeres, redes de pederastia, plagio y violencia contra miles de migrantes sólo son “males de la humanidad” que México no puede erradicar. (CIMAC)
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