martes, 8 de septiembre de 2009

Los muertos que gozan... de muy buena salud


Fuente: La Jornada de Zacatecas

• Homenaje a Ignacio Ellacuría

Redacción

Rodolfo Huerta González

A 20 años del asesinato de Ignacio Ellacuría, rector en ese entonces de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en San Salvador, y de otros cinco jesuitas y dos trabajadoras domésticas por un comando del Ejército salvadoreño, se realizó el evento Teología y Liberación. Primer Congreso Internacional sobre Ignacio Ellacuría: intelectual, filósofo y teólogo, en la ciudad de México los días 24, 25 y 26 de agosto de este año.

Convocado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Facultad de Filosofía y Letras, la Universidad del Claustro de Sor Juana y otras instituciones, contó con la presencia de teólogos, filósofos y estudiosos de la talla de Jon Sobrino, Enrique Dussel, Rodolfo Cardenal, Miguel Concha, Juan José Tamayo, entre otros.

Ellacu, como le decían afectuosamente sus colegas, compañeros de trabajo y alumnos, dedicó las últimas décadas de su vida a reflexionar y actuar intensa y críticamente sobre la realidad salvadoreña.

En los meses previos a su muerte, Ellacu trabajó en una alternativa que pusiera fin a una guerra en la que no estimaba ganador alguno: la que sostenían el Ejército salvadoreño, apoyado por el gobierno estadunidense de ese entonces, y el Ejército guerrillero más poderoso de América Latina, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Por su posición rigurosamente crítica hacia el régimen de dominación y explotación sobre el pueblo salvadoreño y por su propuesta de mediación para la paz, la voz de Ellacu fue acallada con su artero asesinato por la ultraderecha salvadoreña. Su alternativa de paz fue profética, pues años más tarde (1992) se firmó la paz dando fin a la guerra civil en El Salvador.

Profético también resultó su diagnóstico sobre la sociedad capitalista; en efecto, 10 días antes de su sacrificio, Ellacu dijo en Barcelona, España: “el estudio de las heces de nuestra civilización parece mostrar que esta civilización está gravemente enferma y que para evitar un desenlace fatídico y fatal es necesario intentar cambiarla desde dentro de sí misma”.

En el Congreso se resaltaron las aristas de la polifacética personalidad de Ellacu: teología, filosofía y praxis liberadoras, derechos humanos, su idea del papel de la Universidad en la sociedad. Sobre todo se puso de manifiesto entre todos los ponentes la vigencia del pensamiento de Ellacu.

Dicha vigencia radica en tres puntos fundamentales: la negatividad del mundo actual, las alternativas en la historia y la propuesta de que la teología, la filosofía y la praxis sean de liberación.

La negatividad se refiere a la negación; cuando existen millones de pobres, que no tienen qué comer, que están desempleados, sin acceso a la educación, al trabajo, a la salud, hay una negación del ser humano, porque la pobreza, la marginación y el hambre no les permiten desarrollarse como tales, con todas sus potencialidades.

Hay una negación del desarrollo, porque éste debe incluir, y no excluir, como ocurre en la actualidad, al mayor número de personas; hay una negación de la civilización, porque esos pobres jamás tendrán acceso a los beneficios de la ciencia y la tecnología, por el alto costo que implican.

Las deformaciones del socialismo real, que Ellacu conoció y criticó, lo llevaron a afirmar que la historia no tenía un fin predeterminado; cada periodo histórico en la evolución humana abría un abanico de alternativas, no sólo una.

Y como si la historia quisiera darle la razón, la caída del Muro de Berlín ocurrió el mismo año de su asesinato. Finalmente, en las condiciones socio-económicas latinoamericanas, toda la teología, la filosofía y la praxis que se hicieran tenían que ser liberadoras; si no era así, no tendrían sentido.

Por la calidad de las ponencias, la profundidad del análisis del pensamiento de Ellacu y la participación de la sociedad civil en el evento, el congreso fue todo un éxito, que superó incluso las expectativas de los organizadores.

Sigue vivita y coleando

Eso demuestra que a pesar del retiro por edad de varios obispos que impulsaron comunidades eclesiales de base y visiones religiosas progresistas al interior de la Iglesia católica, los retiros obligados y notificaciones auspiciados por Congregación para la Doctrina de la Fe a teólogos comprometidos con la opción de los pobres (como los casos de Leonardo Boff y Jon Sobrino), la Teología de la Liberación sigue vivita y coleando.

Y es que dicha teología no se debe a ciertas personas, sino que su origen y desarrollo están profundamente ligados a las condiciones de pobreza, marginación y profunda desigualdad que viven millones de latinoamericanos, así que tendremos teología liberadora para rato.

Hay que decir que es una aportación –original, innovadora, valiosa, verdaderamente cristiana– de Latinoamérica para los pueblos del mundo. Y en ella, Ignacio Ellacuría tuvo un papel relevante como teólogo, filósofo y militante convencido de la fe cristiana.

Por tal motivo, como lo expresó Juan José Tamayo, ya casi al finalizar el congreso, Ellacu “ciertamente vive y sigue mostrando el sendero de la justicia, la misericordia y la liberación”.

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