Paco Ignacio Taibo II en APIAVirtual.
Leo con pasión, alertado por un reportero de Excélsior, el “Catálogo nacional de proyectos para las conmemoraciones, México 2010″, producido por la Secretaría de Gobernación.
Mil 800 propuestas, nada menos, recogen la manera en que la Federación sugiere celebrar los aniversarios de las revoluciones. Paso del desconcierto a la carcajada. Descubro propuestas insólitas:
La “liberación de la variedad de papa Corregidora”, la creación de un recinto ferial en Tamaulipas, la iluminación del Cristo de las Noas en Torreón, la publicación de un libro resumen sobre la campaña de influenza, la edición de “La historia de la milagrosísima imagen de nuestra señora de Ocotlán” o un partido de exhibición de la NBA en Chihuahua (si Villa viviera, les quitaba la pelota).
¿Quién hizo este cajón de sastre donde todo cabe? So pretexto del bicentenario, ¿qué extraños negocios se están armando en nuestra patria?
Y sigue: el gobierno del estado de Nayarit, para celebrar la Independencia y la Revolución, propone la creación de una “banda de guerra monumental”, el del estado de México el “campeonato nacional de frontenis”, el de Chihuahua la “dignificación de la lengua rarámuri” y la Secretaría del Trabajo la edición de un “coffee table book, en el que se ilustrará la historia del trabajo” (lo juro, así aparece).
El listado de sandeces parece interminable: “Festival de los 100 alimentos naturales que México ha dado al mundo”, la edición de un “atlas sobre la biodiversidad” en Campeche, inauguración del parque ecológico Lago de Texcoco. Y cómo va a estar Carstens fuera del asunto, por tanto se propone para celebrar los movimientos armados de 1810 y 1910 una “feria fiscal”.
Abundan los desfiles militares, los desfiles de alumnos acarreados, los desfiles deportivos. No hay, en cambio, manifestaciones. ¿Podría convocar el gobierno federal a una manifestación para revivir el villismo?
Vuelven, desde luego, los concursos de oratoria y un “sorteo revolucionario de la Lotería Nacional”, que incluye esta vez una serie de “raspaditos” adecuados al tema.
Algunos son tan absurdos que obligan a que se abra la boca de estupor: como la “semana del gobierno del DF, organizada por el gobierno de Sinaloa”, o la “siembra simbólica del árbol un billón” (por cierto, ¿cómo se siembra simbólicamente? ¿Se hace el hoyito, se planta un pino de plástico y luego los funcionarios mean arriba?)
De los congresos que se proponen sólo seis de 50 tienen que ver con la Independencia, sólo uno de los ocho concursos y sólo 20 de los 60 coloquios.
¿Podría en su sano juicio algún gobernador priísta reivindicar a Ricardo Flores Magón a riesgo de que éste lo espere en el infierno para cobrarle tanto impudor? Y sin embargo, Ripley ataca de nuevo; el gobierno de Oaxaca (nada menos) lo propone. Claro está, añadiendo a la celebración la reivindicación de Porfirio Díaz, que tan querido es a sus corazones. No se queda atrás el gobierno de Chihuahua, que quiere dedicar un centro cultural a Creel, uno de los barones contrarrevolucionarios a los que Villa despojó.
Algunas propuestas son de una ambigüedad sospechosa, como “Presencia mexiquense en otras entidades y países”. ¿Se tratará, en nombre del bicentenario, de financiar la precampaña de Peña Nieto? O la “estrategia cinco pasos” de la Secretaría de Salud, o el “gran premio artesanal” que ofrecerá la Secretaría de Turismo.
Algunas iniciativas tienen sentido, como la de rescatar el Colegio de San Nicolás como patrimonio histórico, la realización de un coloquio histórico nacional sobre la conspiración de Valladolid, que hace el gobierno de Michoacán, o la construcción de la nueva sede del Archivo General de la Nación, que propone la Secretaría de Gobernación, o la rehabilitación de la zona histórica de Dolores, o las propuestas del INAH de rehabilitar las casas natales de Hidalgo, Allende y Morelos, o la iniciativa de Chiapas de hacer un concurso de grafiti sobre las revoluciones; es interesante la difusión de materiales en Internet, pero todo esto son perlas en un camión de basura.
Se pensaría que habría de salvarse el programa editorial, pero no hay tal. De las 317 publicaciones que se enlistan, sólo 96 tienen como tema la Independencia y la Revolución, y eso gracias a las aportaciones del FCE, el programa editorial de Coahuila y el de SLP, que están francamente bien.
Todo cabe en este delirio: la construcción de una terminal de cruceros en Manzanillo, o la protección de una especie de águila.
Centenares de iniciativas contenidas en el catálogo tienen que ver con los bautizos de parques, generaciones, transportes públicos, escuelas, con nombres de personajes de la Independencia y la Revolución. Todos sabemos a dónde lleva eso cuando se realiza sin ton ni son y sólo por rutina burocrática. Mariano Escobedo, el vencedor del imperio en Querétaro, se vuelve una calle, nada menos que en Polanco, repleta de refaccionarias de automóviles y bancos. A eso se condena su memoria.
Podrá argumentarse que se trata sólo de un catálogo de propuestas, pero el simple hecho de haberlas incluido como tales y haberlas hecho públicas bajo la bandera de la conmemoración da una idea del delirio y cortedad de miras de los organizadores. Da idea de su versión de cómo celebrarse el aniversario de la Independencia y la Revolución. Ilustra la manera de cómo creen los federales panistas que debe gastarse el dinero de los mexicanos en año de crisis. Y sobre todo demuestra que las revoluciones de la historia de México les interesan un soberano cacahuate a estos fieles representantes de la nacoburguesía (sin r, naco, no narco); no tienen identidad nacional, no las quieren en su pasado poblado de príncipes capitalistas y sueños de una casa en Boca Ratón, Florida.
Sólo hay desde la perspectiva ciudadana radical, que poca injerencia tiene en la televisión y la radio, una posible respuesta a tanta afrenta y burla: celebrar 2010 en calles, plazas, esquinas, mercados, parques públicos, con conferencias y lecturas; un continuo debate informativo que lleve a los mexicanos la discusión de lo que sucedió en 1810 y 1910, que resurrecte del mármol, la placa de calle y la estatua a los personajes que vivieron y murieron para conseguir independencia, abolición de la esclavitud, eliminación de la sociedad de castas, destrucción de las tiendas de raya, eliminación del fraude electoral, reparto agrario, entre otras muchas cosas que algunos pretenden que subsistan.
Porfirio Díaz, en 1910, trató de convertir el centenario de la Independencia en pompa y oropel, columnas y bautizos, y le salió que el espíritu de Hidalgo y sus amigos se le convertía en la rebelión magonista, el alzamiento agrario zapatista y el sufragio efectivo maderista.
No creo en la numerología, pero ellos si creen, corramos el rumor. Que tengan cuidado.
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