domingo, 4 de mayo de 2008

Mayo del 68, la memoria y el olvido

De Rebelión


Kristin Ross
Le Monde Diplomatique

Traducido por Caty R.



«No conozco ningún episodio de la historia de Francia con semejante grado de sentimentalismo irracional» (Raymond Aron, 1968)


«Lo importante es que la acción haya existido cuando todo el mundo la creía imposible. Si ha pasado una vez, puede volver a ocurrir… » (Jean-Paul Sartre, 1968)



Extractos de la introducción del libro de Kristin Ross, Mai 68 et ses vies ultérieures, editado por Complexe y Le Monde Diplomatique. El libro acaba de ser publicado también en castellano en Acuarela & Machado con el título "Mayo del 68 y sus vidas posteriores. Ensayo contra la despolitización de la memoria", traducción de Tomás González Cobos (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=66553)


El objetivo de esta obra no es aportar un ladrillo suplementario al inmenso edificio de las representaciones de mayo del 68. Se ocupa más de la Francia de los años 2000 que de la de 1968, se interesa más del eco que del ruido y la furia. Su objetivo es demostrar cómo el evento en sí mismo ha sido sobrepasado por sus representaciones sucesivas y cómo su estatuto de acontecimiento ha resistido los a intentos de aniquilación, a la amnesia social y a los asaltos combinados de los sociólogos y los ex líderes estudiantiles que, unos tras otros, quisieron interpretarlo o reclamar su monopolio.


Mi intención no es hacer inventario de los errores y logros de mayo del 68 ni exponer las «lecciones» que se podrían extraer. Utilizo la expresión «vidas posteriores» para indicar claramente que lo que denominamos actualmente «los acontecimientos de mayo del 68» no se puede considerar al margen de la memoria y el olvido colectivos que lo rodean. Lo que deseo reconstruir en este libro es el relato de las manifestaciones concretas de ese tándem memoria/olvido. Treinta años después, la gestión de la memoria de mayo del 68 -o dicho de otro modo, la forma en que los comentarios y las interpretaciones terminaron por despojar al acontecimiento de sus dimensiones políticas-, está en el mismo centro de su percepción histórica.


Como cualquier movimiento «desconcertante» o «acontecimiento oscuro» -la expresión es de Sylvain Lazarus-, mayo del 68 ha conocido diversas fortunas durante los últimos treinta años; sucesivamente ha sido enterrado, cribado, trivializado y también presentado como una monstruosidad. Paradójicamente es la ingente literatura que se ha publicado sobre el tema, y no su ocultación, lo que ha favorecido el olvido de los acontecimientos en Francia. Efectivamente, no se puede decir que mayo del 68 haya sufrido una falta de atención; la riada de memorias, celebraciones, negaciones, conmemoraciones televisadas, tratados filosóficos y análisis sociológicos que se le han consagrado lo demuestra. Esta asombrosa proliferación de comentarios comenzó en el mes de junio de 1968, o sea, apenas unos días después del final de los acontecimientos. Y desde entonces no se ha agotado nunca, aunque con flujos y reflujos bien reconocibles. Se elaboró un discurso, ciertamente, pero con el objetivo de liquidar (parafraseando una fórmula de la época), borrar o, en el mejor de los casos, enturbiar la historia de mayo del 68.


Aunque en realidad eso no es totalmente cierto. El periódico diario publicado por la novelista canadiense Mavis Gallant durante los meses de mayo y junio en París ofrece, gracias a la agudeza de sus observaciones, una imagen muy viva de la naturaleza del acontecimiento. La autora señala, por ejemplo, que la venta de libros en la capital aumentó un 40% durante esos dos meses. No es sorprendente. En una ciudad donde no funcionaba ninguna escuela, nadie podía enviar una carta, adquirir un periódico, enviar un telegrama, cobrar un cheque, tomar un autobús o un metro, circular en coche, encontrar cigarrillos, comprar azúcar, ver la televisión o escuchar la radio pública, donde no se recogían las basuras, ya no era posible tomar un tren para salir de la ciudad, escuchar un boletín meteorológico o pasar la noche en ciertas partes de la ciudad porque los gases lacrimógenos invadían los apartamentos hasta el quinto piso, en una ciudad así, la lectura podía ser un buen pasatiempo. Son este tipo de detalles los que permiten comprender qué ocurre en la vida cotidiana cuando nueve millones de personas (si tenemos en cuenta Francia entera), todos los sectores profesionales, públicos y privados en conjunto, desde los vendedores de grandes almacenes hasta los obreros de la construcción, simplemente dejan de trabajar.


Mayo del 68 fue el mayor movimiento de masas de la historia de Francia, la huelga más importante de la historia del movimiento obrero francés y la única insurrección «general» que han conocido los países occidentales superdesarrollados desde la Segunda Guerra Mundial. Se extendió más allá de los centros tradicionales de producción industrial para ganar a los trabajadores del sector terciario (servicios, comunicaciones, cultura), es decir, todo el ámbito de la reproducción social. Ningún sector profesional ni ninguna categoría laboral se libraron; no hubo región, ciudad o pueblo de Francia que escapase de la huelga general.


Ese momento fuera del tiempo que constituye precisamente la huelga general, lo mismo que el amplio campo de posibilidades que se abría entonces, en la vitalidad de la acción, realmente no encuentra su reflejo en los textos y documentos, ni en 1968 ni después.

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