viernes, 3 de julio de 2009

LA DEMOCRACIA


─ para reflexionar en grupo ─

1. La familia “democrática”

MUCHOS jóvenes que en el año 2000 no fuimos al voto “útil”, conciente y (mal) calculado por los más viejos, sino que nos ilusionamos con Vicente Fox, guiados sólo por el mercantilismo de la época, educados en la TV y sin conciencia social ni experiencia política, sin formación ideológica, aunque también sin culpa, ahora nos curtimos pronto con la desilusión del vergonzoso presidente: nuestro triste primer voto; y hasta caemos en la cuenta de una tal izquierda que como adolescentes de los años 90 difícilmente podíamos conocer. A nosotros se dedican fraternalmente estas opiniones, en el contexto de las elecciones federales del 2003, donde se elegirán nuevos diputados. Se pretende que ya no queden dudas: PAN y PRI son hijos de la misma madre derecha, alimentándose con igual ambición de poder, riquezas y… el PRD es el hermano menor. Como políticos van tras el erario; como empresarios, directo al bolsillo del pueblo. Quisiéramos aquí tocar el fondo de estas cuestiones aunque sea sólo con las yemas de los dedos, y demostrar que el sistema “democrático” de partidos no puede tener izquierda seria, que se trata de constantes alianzas y enfrentamientos en familia para mantenerse en el poder.

2. Dos caminos

Para ello, a continuación definiremos primero qué es eso de izquierda, o mejor dicho, lo que queremos que sea, de forma que no se entienda por ello cualquier cosa. Pero antes de emprender cualquier análisis social, recordemos que se puede concebir al ser humano como principio y fundamento de todo alrededor, o como esclavo del mundo, incluso de sí mismo. Porque desde ahí se desarrolla la historia de la humanidad, abriendo dos caminos contrarios que hoy llamamos izquierda y derecha,* y que llevaron a la organización del socialismo y el capitalismo respectivamente: dos estructuras sociales cuyos sistemas de funcionamiento se oponen, dividiendo internamente a la conciencia de la persona y a la sociedad. Por eso no funciona del mismo modo una organización cooperativa, de principios socialistas, y una sociedad anónima de capitalistas, por ejemplo; ni proceden igual los zapatistas de Atenco y los empresarios de un pretendido aeropuerto. Entonces, como ya se advierte, nadie puede andar por ambos caminos a la vez sin rasgarse la entrepierna. Se requiere una definición.

* Los términos surgieron en la Asamblea Nacional francesa, en 1789, donde los diputados liberales y republicanos se sentaban a la izquierda del presidente, y los conservadores a la derecha. Luego, en el siglo XIX, diferenciaban a los seguidores del filósofo idealista Friedrich HEGEL: Los de derecha eran conservadores de su obra, mientras los de izquierda evolucionaron hacia el materialismo, ateismo y los procesos revolucionarios; entre éstos Karl MARX, quien se apoyaría en la dialéctica de Hegel (tesis, antítesis, síntesis) para introducir el Materialismo Dialéctico, base del comunismo y la lucha de clases. Con todo, en los inicios del siglo XX la izquierda ya se hallaba dividida en tres corrientes principales: comunismo, socialdemocracia y anarquismo. Efectivamente, el marxismo cayó en el juego parlamentario de partidos, llamado por algunos socialdemocracia, y que fuera la primera corriente marxista, destacando Engels, Bernstein, Kaustky, y luego Lenin; sin embargo, cabe apuntar que Karl Marx, en el Manifiesto Comunista y en La Ideología Alemana, señalaba que los cambios estructurales de la sociedad no son evolutivos o graduales como sugiere el sistema parlamentario, sino revolucionarios.

3. Principio y fundamento

En efecto, el hombre y la mujer son la medida de todas las cosas; son los dueños de las ideas, las leyes, los métodos y todo cuanto existe, siempre que los aprovechan para servir con libertad a sus semejantes. Nada de lo que vea usted alrededor cobra sentido sin la presencia de una persona. Las personas son el fin último y todo debe estar en función de ellas, para su servicio, no para su esclavitud, inclusive sus propias acciones. En la fábrica, el trabajador será más importante que el trabajo, y el productor más que el producto. En la escuela el estudiante importará más que el estudio, y el jugador más que el juego. En el tribunal el delincuente vale más que las leyes. En la iglesia el creyente será más importante que la religión o la fe. Cada individuo importará más que su comunidad, y los socios más que su organización. ¿Ya decíamos, no hay enfermedades sino enfermos?, ahora diremos que el enfermo importa más que la salud misma; y que el drogadicto o el alcohólico importan sobre la moral o las buenas costumbres. ¿Y los pobres importan más que la pobreza o la riqueza?, pues sí. Esto es la izquierda.

4. Utopía, a la izquierda

Ahora bien, la extrema izquierda –o comunismo– se dice utopía porque se presenta como un ideal inalcanzable para la especie humana. Por su lado, la derecha se afirma espontánea o natural, reconociendo sin vergüenza que el egoísmo está detrás.* Pronto la izquierda toma ventaja, porque el sentido común de la utopía también es natural del ser humano, mientras que las injusticias de la derecha no pueden ser utópicas como es obvio. Además, el bienestar general de la izquierda es más un asunto de sentido común que un sueño utópico. Ciertamente este socialismo parece inalcanzable por la difícil educación comunitaria que se necesita para cooperar y compartir; mientras el capitalismo es impulsivo, egocéntrico, fruto de un instinto casi siempre inconsciente –o animal– y entonces se dice que se da naturalmente. Pero uno y otro lado parten de la naturaleza humana. Más aún, la izquierda es posible y menos utópica cada vez que uno cede el paso a otro o le comparte algo, digamos; ya con eso son más reales la justicia, la democracia y el bienestar común de esa izquierda mal apodada utopía; claro, esto también lo hace la derecha, veremos luego, pero por error, confusión o engaño.

* Este egoísmo capitalista, jalando cada quien para su santo, es lo que Adam SMITH llamó mano invisible, la cual, según él, guiaría a todos hacia una economía con equilibrio. Cfr. La Riqueza de las Naciones, 1776.

5. Democracia no es resignación

Democracia significa gobierno del pueblo todo, no de unos pocos encumbrados sobre los demás mediante la ley bruta de la fuerza. Por eso la izquierda es la única que puede salir en defensa de la democracia, rechazando –a la luz de la razón, que no del instinto– la injusticia, el bienestar exclusivo, el acaparamiento, todo aquello que daña a la especie humana y que sólo puede encontrarse a la derecha. Más que nada, la izquierda repudia de la derecha su propiedad privada de los medios de producción, como origen de muchos males –si no de todos–. Y en general, ambos bandos son intolerantes entre sí por contrarias razones; lo vemos a diario en los conflictos obrero-patronales, por ejemplo, donde la relación no es democrática o tolerante, sino injusta para el obrero, y de resignación para el patrón cuando aquel reclama sus derechos inevitablemente. Injusticia y resignación se hallan a la derecha, no la democracia.

6. La democracia no divide

Divide y vencerás ha sido la estrategia cardinal de toda derecha en la historia de la humanidad. El pueblo, unido… dice la izquierda. En la izquierda las personas comparten, cooperan, unifican y tienen poder sobre sí mismos; en la derecha acaparan, compiten, dividen y tienen poder sobre los demás. En la primera las personas son comunidad, en la segunda sólo individuos. Una libera, la otra conquista. Etcétera. Entonces, el sistema electoral de partidos que en efecto parte, divide, confronta y ejerce poder de unos sobre otros, no puede ser democrático, cooperativo o de izquierda. Pero viene lo confuso: en campaña todos se dicen de izquierda y reclaman el diálogo, el bienestar común… al tiempo que se basan en las individualidades, compiten, desplazan al más débil, dividen y se subdividen en múltiples corrientes. Y a esta competencia la llaman democracia. También predican la justicia, la autonomía indígena, exaltan la soberanía nacional, a tolerar dicen; prometen al pobre, ¿y qué?… ya somos 70 millones de pobres, mientras los funcionarios de la Suprema Corte, por ejemplo, reclaman pensiones de 170 mil pesos mensuales; y los presidentes de la república mantienen sus sueldos el resto de sus vidas, pues no les bastan los derechos que les otorga la Ley de las Personas Adultas Mayores, expedida por el mismo Vicente Fox.*

* Cfr. Ley de las Personas Adultas Mayores, artículo 5°; Diario Oficial de la Federación, 21 de junio del 2002.


7. La democracia no es competencia

La competencia es el motor del capitalismo y no puede formar parte de la cultura socialista, ni en las relaciones sociales ni mucho menos interpersonales. Y el motor de la competencia es la envidia:* en todo ser humano que compite por algo hay envidia. Y en toda envidia reina el egoísmo, principal obstáculo de la izquierda y fondo de todo este asunto. La competencia nos ha traído mejores marcas y productos, no mejores personas ni mayor justicia social.* Mientras el socialismo tiene por esencia la sociedad, los capitalistas o materialistas la materia y el lucro, aunque digan defender con su individualismo lo que en el fondo no les interesa: el individuo, en cuanto persona. Eso sí, pese a las confusas apariencias, ambos sistemas son coherentes consigo mismos, o no lograrían sus objetivos. Y así la competencia, injusta en cuanto desplaza y despoja, produce riquezas y poder igualmente injustos; se dice democrática pero nada más. Tal vez esto explique en parte, desde un punto de vista ideológico, por qué en Cuba y en muchas comunidades indígenas no se quiere la competencia partidista.

* Cfr. Carlos MARX (1818-1883), Manuscritos económico-filosóficos de 1844, ed. Grijalbo, México, 1975, p. 112: “La idea de propiedad privada se vuelve envidia y afán de nivelación en contra de la propiedad privada más rica, y esta envidia forma la esencia de la competencia.”
* Los mismos capitalistas han enriquecido la definición de competencia últimamente, llamándola conflictos de interés, y pues sí, es eso.

8. La democracia no justifica los medios

El socialista tiene su principio y fin en el otro; como medio se tiene libremente a sí mismo, en una relación solidaria, no de sometimiento. Pero vienen las tantas confusiones y contradicciones de esos gobiernos “democráticos” que todo lo pervierten, haciendo del fin medio y del medio fin. Luego, cuando afirman que el fin justifica los medios, que no importa obrar mal si el bien se busca, resulta una contradicción moral; y de sentido común porque… vamos, no se puede llegar al sur caminando hacia el norte. Nada de esto tiene un gobierno de izquierda, donde principio, medio y fin son coherentes, y no les mueve la competencia como principio. Pero a la hora de las elecciones, los principios de izquierda son cambiados por votos, y así los candidatos son delincuentes porque aseguran el triunfo, porque prefieren ganar corrompidos que perder con dignidad. El resultado de este voto “útil” es un infantil fracaso, pues los gobiernos “de izquierda” o “democráticos” resultan incluso peores y los partidos exhiben su falta de calidad moral. La única alegría es que este sistema de partidos así se desmorona.


9. El voto inútil

Los partidos en verdad no tienen tales principios y valores de izquierda, pues éstos se hacen con hechos y acciones, que no vemos. Y porque cualquier fin toma la fuerza del camino recorrido: el peso de los medios, las herramientas y el proceso por el que se llega. El peso del presente está en su historia. Por eso la supuesta democracia electoral del 2000 no pesó, porque no tiene pasado; sabemos que no votó un proceso de maduración ciudadana sino el hastío y la inmadurez. Sobre todo sucedió lo que sospechábamos, que otra vez fueron elecciones amañadas políticamente, financieramente y… el voto resultó inútil. Continuó el mismo sistema de gobierno y en mayor grado, lo que era lógico con un partido de ultraderecha como el PAN; pero hubo mucha confusión y la gente creyó que comenzaba la democracia. Se trató de una tomada de pelo que habremos de reconocer con humildad o no hay esperanza de verdadero cambio.

10. La democracia es autonomía

De nada sirve un gobierno que se presume democrático, si todavía no llega al poder y ya compromete todo al extranjero; de qué sirve si no manda obedeciendo a su pueblo. ¿Qué democracia hay en un pueblo sometido a otro? Un país que no se gobierna a sí mismo, no tiene autonomía ni gobierno del pueblo. Manejado por políticas internacionales, por intereses de empresarios extranjeros, no puede tener democracia. No hay autonomía en un pueblo que no vive en territorio propio, que trabaja tierras y fábricas ajenas, con otras leyes, otra cultura… porque nadie gobierna en casa ajena: es el dueño quien decide cómo se ordenarán las cosas. Es lo que pasa en México, teniendo todo nada nos pertenece; nos quedamos sin recursos y por tanto otras leyes nos gobiernan, imponiendo hasta candidatos y presidentes. Vivimos en casa ajena. Por eso la democracia y la autonomía requieren indispensablemente de lo económico: la propiedad común de los medios de producción. Esto no sólo lo entendió Marx, también Zapata.

11. La democracia no es esa representatividad

Se dice, con error, que un gobierno es democrático y justo cuando una mayoría desplaza una propuesta contraria, o si de algo le corresponde más. Pero una “democracia” así, produce desigualdades proporcionales según el tamaño de cada cual. Si un partido político es grande, rico, poderoso, denle mayor presupuesto, no al revés; el partido chico así que quede. A los que tienen mucho así les toca; a los que tienen poco, poco; y a los que nada… nada de esto es la verdadera democracia. A unos les sobra porque a otros les falta. Los funcionarios se sorben el bienestar del pueblo con sueldos descomunales, privilegios y otras corrupciones sólo porque representan más gente. Y estas injusticias, semejantes desproporciones, resultan legales. ¿Cuál bienestar común? Esa “democracia” de representatividades cumple otros fines pues no produce justicia, sino desigualdad y representantes de sus propios intereses. Diputados y senadores, concretamente, en la práctica no representan a nadie, mucho menos los plurinominales; son elegidos para decidir lo que quieran; se premian y perdonan entre ellos, previa comedia de desafuero; ni la población ni sus partidos los controlan… ¡y todavía explican que se trata de un voto de confianza!

12. La democracia tiene ideología

La izquierda y la derecha abarcan toda la realidad humana. No se reducen a estructuras políticas y organizaciones económicas: además les cobija la ideología, expresada en una forma de vivir, pensar, creer, sentir… una cultura. Entonces, también la ideología puede ser de un lado o del otro. Hasta la religión será claramente capitalista o de derecha cuando promueva el individualismo, el conformismo o el respeto a la autoridad del tirano. Pero no es correcto clasificar a la gente por su clase social, pues la derecha requiere de ricos como de pobres, y la izquierda igualdad de clases. En la derecha el rico pensará como capitalista, y el pobre espera ser otro acaparador –no se diga las clases medias–. ¿El motor de este acaparamiento? No puede ser otro, el egoísmo. En cambio, la izquierda es conciencia en práctica contra las diferencias sociales, y aquí viene lo crudo: en la desigualdad puede haber pobres de derecha, pero ricos de izquierda no, porque no bastan las ideas... Para superar la idea de la propiedad privada, es suficiente la idea del comunismo; pero para superar la realidad de la propiedad privada es necesaria la realidad del comunismo, decía Marx.* Pero compartir es tan difícil.

* Cfr. MARX, op. cit., p. 139.

13. ¿Voto secreto?

Con todo, no pretendamos extinguir la derecha; ya decíamos que su esencia instintiva, competitiva, materialista, también forma parte de la natura humana. Ensalzamos la izquierda pues no excluye ni combate a su rival: las personas analizan las circunstancias encontradas de la vida, no compiten ni negocian. No hay vencedores ni vencidos, dice el zapatista. Ni siquiera compite contra el mal, la democracia no sabe competir: dialoga, analiza y concluye a favor del ser humano. Nadie esconde la mano al votar, nada hay qué temer, ni motivo de vergüenza salvo que se vote con la derecha en plena conciencia. En efecto, la competencia no es tanto reflexión como un impulso egocéntrico que desplaza; el diálogo le es ajeno, no son sus modos. También por eso el voto del sistema “democrático” es competitivo, individualizado, secreto, sin el análisis comunitario que lleva a la unidad. Acaso esto explique un poco porqué los zapatistas no votan en este sistema; es que no están peleando contra un partido, ya dijeron, luchan contra el sistema y, claro, no le van a hacer el caldo gordo con su voto.

14. Es otro tipo de consenso

Ahora bien, el resultado de dicho diálogo es el consenso, que incluye a todos. Pero no es como dice el gobierno, que las partes negocian y quedan conformes con lo suyo, donde cada cual busca más para sí. No, el verdadero consenso desemboca en un fin común. Tampoco es que todos piensan igual: es un cambio de opinión en aras del bienestar común y la justicia, propiciado por el diálogo y el control de la competencia, que no está erradicada sino contenida, latente. Alguien cede ante la razón y se da el acuerdo. Pero no es de mayorías, pues a veces sólo uno tiene la razón como pasa en muchas asambleas indígenas. Por eso, las mayorías de la falsa democracia se equivocan mucho: porque no dialogan, porque están divididas entre sí, desgajadas, manipuladas, porque no reina el sentido común. Entonces el sistema de partidos no, lo de veras democrático es el consenso.

15. No sólo es por sobrevivir

Es materia de otro estudio si esa democracia indígena ya la había antes de la conquista, o surgió con ésta como un instinto egocéntrico de supervivencia que llegó a convertirse en una cultura de genuina democracia. Pero vale comentarlo aquí, porque puede suceder que hoy el consenso en la humanidad se dé así, hasta que peligre la propia especie, como instinto de supervivencia y no por la conciencia ciudadana o la esforzada izquierda. Muy ordinario es esto. De hecho ya lo vemos cuando las potencias del mundo deciden frenar las armas nucleares, combaten el terrorismo o la drogadicción del propio pueblo, o si las grandes empresas reducen su contaminación ambiental… nada es por el bienestar común, quieren salvar su pellejo… y sus negocios. Ojalá que una “democracia” tal, aunque sea fruto de ese instinto de supervivencia, no llegue demasiado tarde a emprender el camino hacia la democracia conciente que se necesita.

16. La democracia es deber

Ahora bien, a la democracia la impulsa el deber de la razón: aquello que debe ser porque es provechoso para todos, no lo dañino. Esta necesidad de elegir entre lo bueno y lo malo, convierte al bien en deber. Se trata de una conclusión moral, lógica e ineludible del pensamiento. Quizá esta convicción personal –que se potencia mucho cuando surge del análisis comunitario– sea lo que Kant llamaba “imperativo categórico”:* Obra como si la máxima de tu acción pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza. Obra de tal modo que uses en todo momento humanidad, tanto en tu persona como en la ajena, siempre como fin y nunca exclusivamente como medio. De aquí, todo lo que beneficie al ser humano resulta un deber de la razón, digamos la democracia, la justicia, etc., incluso el amor, como veremos adelante. Y de esta razón puede seguir una voluntad que toma decisiones justas, aun con sentimientos contrarios, sólo por el sentimiento del deber; porque éste no sólo se entiende, también lo siente uno. Así, aunque el egoísmo, la envidia u otros sentimientos rechacen el bienestar general, siempre queda el deber de la razón, que tiene sentido y es sentido. El hecho de que el hombre sea consciente de que puede hacerlo porque debe –decía el mismo Kant–, abre en él un abismo de disposiciones divinas que le hace experimentar una especie de estremecimiento sagrado, frente a la grandeza y a la sublimidad de su verdadero destino.
* Immanuel KANT, Crítica de la razón práctica, 1788.

17. La democracia es radicalidad

Entonces, no habiendo modo de confundir las partes, la división social y la pluralidad han de procurarse al mínimo de esas dos inevitables, y pues a ninguna conviene subdividirse. Con esto, la izquierda resulta más beneficiada, pues con tal polarización deja en claro que la derecha nada le aventaja en el terreno de lo que debe ser. Por ello, ésta busca la confusión, la ambigüedad, la aparente neutralidad y se tiñe de prudente; no le conviene mostrar lo radical de su perversa identidad. Pero como ambas irán a sus propios métodos, ya que fracasan en los terrenos del otro, surge una muy tensa calma donde la izquierda no está dispuesta a competir y a la derecha no le conviene dialogar, mirándose mutuamente la desnudez de sus contrarias intenciones. De este enfrentamiento saldrá una síntesis distinta al diálogo y a la competencia. Y esa síntesis, esa otra cosa, es la guerra.

18. ¿La democracia es guerra?

En la práctica no es fácil decir: los de izquierda acá, los de derecha váyanse a otros pueblos, vivan como quieran y santa paz. No, al fin comparten el mismo territorio que es el mundo. Y en este enfrentamiento se da la sublevación de la izquierda ante la represión de la derecha, que no son diálogo para una ni competencia para la otra. Son guerra. Porque la competencia y el diálogo sólo se entienden en la legalidad, el consentimiento, acaso la resignación… y en la guerra no hay nada de eso. La guerra verdadera es total desacuerdo; la guerra legalizada y con reglas es un juego. Entonces, la guerra es un medio neutral de fines adversos: independencia para unos y conquista para los otros. Pero otra vez, sólo la izquierda tiene una justificación seria para la intolerancia; su revolución es ética, de supervivencia, de defensa e independencia, de liberación, de amor a la vida, a la humanidad, intensa como si fuera el último día –lo que se dice guerra de veras–. Esto el capitalista no lo aguanta, ya que está dispuesto a arriesgar el capital robado en los negocios, pero nunca la propia vida. Por eso, cuando el socialista dice patria libre o morir, el conquistador huye. Mas nadie piense que se quiere incitar a la violencia, sólo tratamos de explicar por qué la revolución es inevitable, y obligada.

19. Amor, odio y dignidad

Decía el Che Guevara que la revolución es una cuestión de amor… y también de odio, no lo negaremos. Y de dignidad. De amor, porque la cooperación, la generosidad, el convite, la tolerancia, el servicio, la paciencia, el respeto, la justicia, la amabilidad, la responsabilidad, la compasión, la comprensión, la fraternidad, el perdón, la solidaridad… todo eso son expresiones del amor. De odio, porque la violación a lo que se ama no produce otra cosa. Y de dignidad, porque a nadie gusta que lo traten como animal. Ahora, si uno tiene ciertos escrúpulos religiosos, vale abundar que esta guerra de izquierda –la revolución, la independencia– no es vengativa, basada en la Ley del Talión, ni contra el evangelio. Es de amor, odio y dignidad cuando ya se ha quedado uno sin mejillas; porque el evangelio dice pon la otra, pero no que todo el tiempo. Y permitir al enemigo su tiranía, no es amarle, ni es amarse a uno mismo. Cuánto más si los marginados son el meollo del asunto.* Estas cosas también influyen en la democracia y requieren mayor análisis, mas no vamos a enredarnos ahora en ellas.

* Cfr. José Ignacio GONZÄLEZ FAUS, S. J.; Jesús y los ricos de su tiempo; CRT; México, 1987, t. 1, p. 37.

20. La tolerancia tiene límites

Ahora llaman tolerancia al hecho de aceptar las diferencias. Así, tolerancia puede ser cualquier cosa y en su nombre se hace lo que sea. Pero si tolerancia es aguantar alguna falta o la injusticia de otro, entonces implica compasión, comprensión… alguna dosis de amor, o tal vez sería masoquismo. Nos referimos al otro porque no es algo ajeno a los seres humanos. Por ejemplo, nadie tolera el sol por tolerar o por amor al sol, sino que usa un sombrero; en cambio, uno puede tolerar el sol para ceder el sombrero a otro. Pero hasta el amor humano tiene mojoneras, porque uno no puede, digamos, amar a plenitud a cualquier persona. Así, cuando mi libertad invade los derechos del otro, es hora de ponerle un hasta aquí o lo pondrá la tolerancia, porque estamos en su territorio, y quien tolera tiene derecho a poner límites sin faltar por ello a la justicia. Esta tolerancia abriga en el fondo una esperanza de cambio para bien de los dos. Es a la vez permisividad y límite; su función es hacer excepciones, sólo excepciones, pues conforme aumenta su licencia la injusticia se acostumbra, se hace ley.

21. ¿Quién está tolerando a quién?

De por sí, entre los quehaceres de cualquier orden o ley, de izquierda o derecha, está precisamente limitar la tolerancia. Y en las leyes de izquierda hay cosas que no se deben tolerar siquiera un poco, como la masacre de Acteal o las muertas de Ciudad Juárez, digamos. Así también, la derecha tiene en México su tolerancia cero para lo que amenace su sistema de resignaciones llamado “democrático”, impulsada por empresarios mexicanos, estadounidenses los asesores. Ya ni chingan, primero cero crecimiento y ahora cero tolerancia, comentaban dos pobres tirados sobre la banqueta en una caricatura de Helguera. Pronto el zapatista se pregunta ¿quién está tolerando a quién? Por eso, cuando las injusticias del gobierno empeoran; cuando la tolerancia tiende al infinito y no es de amor la cosa; si ya no existen fundamentos para la esperanza… la tolerancia debe terminar.

22. El derecho de rebelión

(…) El derecho de rebelión penetra en las conciencias, el descontento crece, el malestar se hace insoportable, la protesta estalla al fin y se inflama el ambiente. Se respira una atmósfera fuerte por los efluvios de rebeldía que la saturan y el horizonte comienza a aclararse. Desde lo alto de su roca el Buitre Viejo acecha: De las llanadas no suben ya rumores de quejas, ni de suspiros ni de llantos: es rugido el que se escucha. Baja la vista y se estremece; no percibe una sola espalda: es que el pueblo se ha puesto de pie. Bendito momento aquel en que un pueblo se yergue. Ya no es el rebaño de lomos tostados por el sol, ya no es la muchedumbre sórdida de resignados y de sumisos, sino la hueste de rebeldes que se lanza a la conquista de la tierra ennoblecida porque al fin la pisan hombres. El derecho de rebelión es sagrado porque su ejercicio es indispensable para romper los obstáculos que se oponen al derecho de vivir. Rebeldía, grita la mariposa al romper el capullo que la aprisiona; rebeldía, grita la yema al desgarrar la recia corteza que le cierra el paso; rebeldía, grita el grano en el surco al agrietar la tierra para recibir los rayos del sol; rebeldía, grita el tierno ser humano al desgarrar las entrañas maternas; rebeldía, grita el pueblo cuando se pone de pie para aplastar a tiranos y explotadores. (…) Y el Buitre Viejo acecha desde lo alto de su roca, fija la sanguinolenta pupila en el gigante que avanza, sin darse cuenta aún del porqué de la insurrección. El derecho de rebelión no lo entienden los tiranos.*

* Cfr. Ricardo FLORES MAGÓN, El derecho de rebelión, “Regeneración”, 10-sep-1910. Semilla Libertaria: 1.13-15. Cfr. Antología, UNAM, 1972, p. 3-5. Desde luego, el Buitre Viejo se refiere a Porfirio Díaz, hoy son otros.

23. Democracia es otro tipo de poder

Dicen con razón que el “poder” no puede ser parte de la democracia socialista,* pues el poder que conocemos en la política no le sirve al ser humano porque es un poder sobre el otro, no para el otro ni del otro como sugieren la autonomía o la soberanía. Pero también es cierto que el poder debe ser redefinido, ya que un pueblo sin poder para decidir su voluntad no tiene autonomía; y una nación que no puede gobernarse a sí misma ¿qué soberanía tiene? ¿Hay un fulano sin poder sobre sí mismo?, ¿será libre? Más aún, no existe democracia real sin un poder de gobierno en manos del pueblo. Al dejar que los poderosos monopolicen el concepto y el ejercicio del poder, éste siempre será sinónimo de corrupción y perversidad como así quieren, con la consiguiente auto exclusión del pueblo conciente que se queda sin poder mandar a sus gobernantes. Es necesario construir nuevos conceptos de poder, de violencia, de tolerancia, de democracia… una revolución ideológica.

* Cfr. John HOLLOWAY, Cambiar el mundo sin tomar el poder; ed. Herramienta, Argentina, 2002.

24. Propuestas para el sistema electoral

De esta forma hemos tocado grosso modo el fondo de la democracia desde una visión de izquierda. Sólo subrayaremos a la postre que la construcción de un gobierno democrático ha de limar la competencia en sus estructuras y sistemas electorales, lo que requiere ciertas medidas prácticas que demuestren la voluntad de cambiar el rumbo. Algunas propuestas que se pueden discutir para nuestro sistema electoral de partidos son:

a) Que el primer acuerdo popular sea el sueldo austero de los altos funcionarios. Así disminuirá la competencia por el poder; se evita el robo legal y sistemático; convierte los puestos de poder económico y político en honor y servicio. Y porque también se trata de erradicar la extrema riqueza, no sólo la extrema pobreza. Analicemos, pues, un salario mínimo y pensiones de 200 pesos diarios para todo ciudadano y un máximo de 300, al menos en el sector público, incluyendo al presidente de la república y a esos magistrados. Esto no resuelve la pobreza del país pero el gobernante adquiere coherencia y calidad moral.
b) Que los candidatos no pertenezcan a partidos políticos, de modo que se escojan libremente; y se obstaculicen las carreras políticas personalistas. La competencia bajará. Los partidos quedarán reducidos a promotores de políticas públicas, sin acceso al poder. Porque hoy los partidos parecen más pequeños estados que organizaciones civiles; y no se comportan como brazo de la sociedad civil sino como cabeza y fin en sí mismos.
c) Que ningún funcionario de elección popular abandone su puesto para ser candidato a otra cosa; ni repita nunca un mismo cargo. La capacidad y experiencia de los funcionarios no importarán tanto como la alternancia en los cargos; así los ciudadanos elegirán los candidatos más convenientes y éstos cumplirían sus obligaciones más cabalmente. Además se impide el fuero al delito y la impunidad; se evitan grupos oligarcas, así como posiciones ventajosas y corrupciones desde el poder en los procesos electorales; de nuevo se trunca el ascenso personalista; y el gobierno es representado por más ciudadanos.
d) Que las elecciones se reduzcan a un máximo de dos opciones, que resultarán del acuerdo o alianza entre partidos y organizaciones, no por exclusión o competencia. Esto impide que la sociedad se fragmente demasiado; propicia mejor definición de las partes; y se posibilita el consenso si no difieren en esencia. Además, el proceso electoral será más de encuentros de diálogo que costosas campañas mercadotécnicas.
e) Que la concordancia de principios partidistas sea una guía para los planes de gobierno. Esto los unifica a todos. Y los principios no serían simple discurso.
f) Que los partidos no sean financiados por el Estado ni por las organizaciones para fines electorales. Así decrecen la competencia y la ambición de poder. El financiamiento de los partidos será responsabilidad de los mismos, siempre que no sea extranjero, y la aportación máxima debe estar al alcance de cualquier ciudadano.
g) Que el Instituto Federal Electoral divulgue equitativamente, y con un mismo formato, las propuestas electorales en los medios de comunicación. Para que no sea el dominio del mercado sino la calidad de las propuestas lo que guíe al ciudadano; y porque no se trata de tener igualdad de oportunidades sino de posibilidades.
h) Que se permitan otros métodos electorales diferentes al sistema de partidos, para que los pueblos adopten el sistema que deseen de acuerdo a sus necesidades.
i) Que se invaliden los convenios internacionales que no han sido avalados por el pueblo; de suerte que se recupere nuestro patrimonio nacional y la soberanía.

Desde luego, la prioridad de estas medidas puede ser otra discusión.

25. Cómo elegir el candidato a diputado

Había en un distrito electoral, un grupo de personas que se reveló contra el sistema electoral de partidos, y se organizó como comité para elegir democráticamente un candidato a diputado de la sociedad civil, de manera independiente y externa a cualquier partido. Convocaron al pueblo por todos los medios de comunicación para que las organizaciones civiles presentaran a sus precandidatos según los siguientes requisitos:

a) No debe ser funcionario de partido ni de gobierno, ni ser miembro de la organización que lo propone.
b) Saber leer y escribir.
c) Edad entre 50 y 60 años.
d) Debe hacer una carta de compromiso ante notario público, donde se compromete a endosar su sueldo, aguinaldo y cualquier otra prestación a una organización civil denominada “Consejo Distrital”, que le pagará un sueldo máximo de 10 mil pesos al mes.
e) El resto del sueldo será para pagar 5 mil pesos a cada integrante del Consejo Distrital, conformado por el suplente, como coordinador, y un representante por municipio; y financiará los trabajos de consulta popular.
f) Al partido que acepte esta candidatura sólo se le dará un informe mensual de actividades.
g) Las FUNCIONES DEL DIPUTADO serán informar de manera permanente sus actividades, así como las disposiciones y agenda de trabajo en el Congreso de la Unión; representar en las cámaras las decisiones que tomen los ciudadanos de su distrito; y reunirse con el Consejo Distrital al menos cada 15 días.
h) Las FUNCIONES DEL CONSEJO DISTRITAL serán llevar a consulta en cada municipio los temas que se debaten en el Congreso, evaluar y pagar al diputado y al suplente cada mes; reunirse cada semana; y presentarse todos en cada municipio por lo menos una vez al año.
i) Las asambleas municipales elegirán y evaluarán el trabajo de cada consejero; mientras que el Consejo evaluará el trabajo del diputado, contando el suplente con voto de calidad.
j) El diputado, el suplente y el Consejo Distrital se comprometen a trabajar de manera conjunta en favor de los grupos más marginados de la región y del país.

La mayoría de los aspirantes no aceptó esta cartilla, pues tenían otros intereses que no eran de servicio y obediencia al pueblo; otros eran profesionistas o empresarios cuyos ingresos actuales eran mayores, y tampoco aceptaron al no poder abandonar su estilo de vida. De modo que sólo quedaron tres precandidatos que sí aceptaron estas condiciones y fueron llevados a consulta, organización por organización, colonia por colonia y comunidad por comunidad. En una hoja donde aparecían los nombres de los tres precandidatos, líderes y representantes de más de 200 organizaciones civiles fueron asignándoles puntos de 1 al 3 a cada uno según su preferencia, previa consulta a sus bases, y firmando por un lado. Al final se sumaron todos los puntos; quien obtuvo más fue designado el candidato oficial de la sociedad civil, y suplente el que le siguió. Enseguida se convocó a una rueda de prensa para informar los resultados de la votación sobre la terna, extendiendo una copia de todas las firmas a cada organización.
Luego se ofreció el candidato a los partidos políticos bajo estas condiciones, pero sólo dos partidos pequeños lo aceptaron. El comité promotor se decidió por el partido que más se acercaba a la izquierda, previo análisis de las trayectorias, los líderes, los militantes y los estatutos. Cuando comenzaron los tiempos de campaña, todos los demás partidos desplegaron gran propaganda, mientras que el pequeño y pobre partido elegido por la sociedad civil ya no lo necesitó. A la hora de las elecciones resultó triunfador sin mayor gasto, pues incluso las organizaciones que habían votado por otro precandidato, al ver la manera transparente y democrática de elegir al candidato de la sociedad civil, cambiaron de opinión y votaron por él. Esta es la propuesta para la sociedad civil que todavía crea en los partidos.

26. Tres alternativas

Como lo anterior difícilmente sucede, concluimos con tres alternativas que usted estará pensando como posibles ante la próxima coyuntura electoral. 1) Se puede votar por el partido que más se acerque a la izquierda, o por el menos peor, pero ya sabemos que es lo mismo. 2) Se puede protestar invalidando la boleta, pero así se valida al sistema electoral partidista y se suele abandonar cualquier otra acción de cambio. Y 3) Se puede NO VOTAR: aunque esto pueda beneficiar a los partidos grandes, se debilita este sistema electoral de partidos y nos obliga a organizarnos para emprender algo nuevo, ya que no podremos quedarnos con los brazos cruzados. ¢

México. Abril del 2003
Juan Castro Soto

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[1] Los términos surgieron en la Asamblea Nacional francesa, en 1789, donde los diputados liberales y republicanos se sentaban a la izquierda del presidente, y los conservadores a la derecha. Luego, en el siglo XIX, diferenciaban a los seguidores del filósofo idealista Friedrich HEGEL: Los de derecha eran conservadores de su obra, mientras los de izquierda evolucionaron hacia el materialismo, ateismo y los procesos revolucionarios; entre éstos Karl MARX, quien se apoyaría en la dialéctica de Hegel (tesis, antítesis, síntesis) para introducir el Materialismo Dialéctico, base del comunismo y la lucha de clases. Con todo, en los inicios del siglo XX la izquierda ya se hallaba dividida en tres corrientes principales: comunismo, socialdemocracia y anarquismo. Efectivamente, el marxismo cayó en el juego parlamentario de partidos, llamado por algunos socialdemocracia, y que fuera la primera corriente marxista, destacando Engels, Bernstein, Kaustky, y luego Lenin; sin embargo, cabe apuntar que Karl Marx, en el Manifiesto Comunista y en La Ideología Alemana, señalaba que los cambios estructurales de la sociedad no son evolutivos o graduales como sugiere el sistema parlamentario, sino revolucionarios.
2 Este egoísmo capitalista, jalando cada quien para su santo, es lo que Adam SMITH llamó mano invisible, la cual, según él, guiaría a todos hacia una economía con equilibrio. Cfr. La Riqueza de las Naciones, 1776.
3 Cfr. Ley de las Personas Adultas Mayores, artículo 5°; Diario Oficial de la Federación, 21 de junio del 2002.
4 Cfr. Carlos MARX (1818-1883), Manuscritos económico-filosóficos de 1844, ed. Grijalbo, México, 1975, p. 112: “La idea de propiedad privada se vuelve envidia y afán de nivelación en contra de la propiedad privada más rica, y esta envidia forma la esencia de la competencia.”
5 Los mismos capitalistas han enriquecido la definición de competencia últimamente, llamándola conflictos de interés, y pues sí, es eso.
6 Cfr. MARX, op. cit., p. 139.
7 Immanuel KANT, Crítica de la razón práctica, 1788.
8 Cfr. José Ignacio GONZÄLEZ FAUS, S. J.; Jesús y los ricos de su tiempo; CRT; México, 1987, t. 1, p. 37.
9 Cfr. Ricardo FLORES MAGÓN, El derecho de rebelión, “Regeneración”, 10-sep-1910. Semilla Libertaria: 1.13-15. Cfr. Antología, UNAM, 1972, p. 3-5. Desde luego, el Buitre Viejo se refiere a Porfirio Díaz, hoy son otros.
10 Cfr. John HOLLOWAY, Cambiar el mundo sin tomar el poder; ed. Herramienta, Argentina, 2002.

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