viernes, 13 de marzo de 2009

Entre las aguas azules, el reflejo de las obreras en las maquiladoras poblanas


Fuente: La Jornada de Oriente (Puebla)

MIGUEL ÁNGEL DOMÍNGUEZ RÍOS

En el marco del día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer fue presentada la historia titulada Entre las aguas azules, escrita por Socorro Chablé y que hace énfasis en las luchas por la defensa de los derechos humanos y laborales en maquiladoras de las regiones de Tehuacán y Atlixco.

“La violencia no se limita al ámbito doméstico; es necesario y urgente que hablemos de las otras violencias, las que aún no reconocemos como tal, pero que nos dañan y a veces también nos matan, como la violencia laboral”, sentencia el texto enviado a este reportero.

Y narra el caso de una mujer de origen náhuatl. “La pequeña estatura de Reyna contrasta con su fortaleza de espíritu, y su voz, aunque debilitada por un problema crónico (acumulación de pelusa, aspirada por nariz y garganta) es contundente cuando habla. La conocí en Tehuacán cuando ella tenía 24 años. Hoy tiene 26. Ni su problema cardiaco (como ella le llama) ni las amenazas y agresiones en sus luchas, la han hecho retroceder”.

Reyna Ramírez Salce nació en la comunidad de Zoquitlán, en la Sierra Negra de Puebla. Ella es la cuarta de seis hermanos, de los cuales 4 son mujeres y 2 fueron varones. Uno de ellos falleció de cáncer a los 20 años, el otro murió a los 12 años por coágulos en la sangre. Reyna vivió su infancia a cargo de la abuela, lejos de sus padres y del resto de la familia, ya que su madre se vio imposibilitada para cuidar a todos los hijos”.

Sigue: “A los 13 años comenzó en la maquila. Primero entró mi hermana, luego entré yo. Era el único trabajo donde no nos pedían estudios y donde aceptaban a menores de edad”, comenta. “El trabajo era tan abundante en ese tiempo, que había maquiladoras por todas partes, así que mi primer trabajo lo conseguí en una que estaba cerca de mi casa”.

Reyna, que había crecido en medio de la vegetación, cuenta la historia, de pronto se vio rodeada del paisaje industrial que la acompañaría por varios años. “A muy corta edad, no sabía a conciencia sobre sus derechos laborales, pero ya enfrentaba experiencias que la marcarían el resto de su vida. Con un salario de 350 pesos a la semana y una jornada laboral de 10 o más horas, se desempeñó primero como manual, (trabajo que según ella, asignan a quienes no tienen experiencia) sus funciones eran deshebrar, revisar y marcar el pantalón; después, según sus jefes, ya estaba apta para ser cambiada a otra operación, un año después, ahora sí, frente a una maquina”.

“Recuerda que cuando hacían supervisiones, la escondían en el baño, pues la Ley Federal del Trabajo prohíbe el trabajo infantil (menores de 14 años).

Aun después de dos años de dejar su trabajo en la maquila, Reyna seguía arrojando pelusa por la nariz y la garganta, pero entonces, cuando aún era obrera y consultaba en el Seguro Social, le decían que seguramente era una infección de garganta, sinusitis, o una simple irritación”.
Reyna, platica Chablé, padece constantemente de problemas respiratorios, dolor de cabeza y musculares, sin mencionar otros males que ya tenía y se le agudizaron, como su problema de corazón.

¿Modos de producción o destrucción?

Los modos de producción fueron cambiando, y con ellos, la sobreexplotación también, sostiene la autora. “Cuando Reyna inició su trabajo en la maquila, le exigieron una producción de mil piezas diarias, poco tiempo después le aumentaron la meta a 3 mil, por último, y con la llegada de maquinaria de punta, su producción aumentó a 6 mil. “Cualquiera diría que con estas maquinas el trabajo era más sencillo, pero no, incluso ni nos capacitaban para manejarlas, yo misma ahora me pregunto cómo hice para manejarlas”

Hace cuatro años, Reyna se integró como voluntaria a la Comisión de Derechos Humanos del Valle de Tehuacán, organización que a su vez ya tiene una trayectoria de 10 años de trabajo. “Recientemente, Reyna también fue víctima de quienes se ven afectados en sus intereses. Un dirigente sindical de la CTM la golpeó en las instalaciones de la junta local de conciliación, mientras ella y sus compañeros, asesoraban a un trabajador en su audiencia”.

Los problemas laborales en las maquiladoras no se limitan a las relaciones obrero–patronales, admite el análisis. “Involucran problemáticas que no siempre son visibilizadas, y que en el peor de los casos, incluso son acalladas desde los propios gobiernos. La contaminación ambiental es uno ellos, si consideramos que las empresas trasnacionales invierten en países donde las leyes al respecto son laxas, o sus gobiernos dóciles a la inversión extranjera”.

Esta no sólo es la historia de Reyna Ramírez, “es la historia de miles de obreras en México que se enfrentan a la corrupción, a la avaricia empresarial, a los intereses de los gobiernos que presumen atraer inversión extranjera para generar empleos, pero que no les importa las vidas que esto cuesta. Es la historia de muchas empresas trasnacionales, que amparadas por la impunidad, violan los derechos laborales y también las leyes ambientales. Pero sobre todo, esta es la historia de lo que aún no visibilizamos, de lo que aún no reconocemos y nombramos y mucho menos denunciamos: la violencia laboral”.

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