jueves, 22 de mayo de 2008
Ricardo Monreal Avila
A casi año y medio de haber declarado la guerra a la delincuencia organizada, hay tres verdades evidentes: una, el gobierno tomó la decisión correcta al confrontar sin miramientos el crimen; dos, sin embargo la estrategia adoptada ha sido incorrecta: dar de escobazos al avispero y poner elefantes a cazar ratones; tres, no puede haber marcha atrás en la decisión, pero sí debe haber revisión de resultados y esquemas.
El país vive la mayor ola de violencia criminal en tiempos de “paz social”. Cuatro mil muertos en 16 meses; 250 ejecuciones por mes; ocho por día. Casi los niveles de muerte en Irak. El gobierno señala que es el resultado de la lucha contra el crimen organizado. Que su estrategia es correcta y está dando resultados. Los miles de muertos son la prueba de que se avanza por el camino adecuado. Si hay más ejecuciones es porque antes no se combatía el crimen organizado con la determinación de ahora.
Este argumento es una falacia. Los muertos no responden a enfrentamientos entre la delincuencia y las fuerzas del Estado. Son producto del choque entre pandillas criminales, donde las autoridades reducen su papel a simples cronistas del México rojo, a levantadores de muertos y a simples “testigos judiciales” de actos criminales.
Si la embestida oficial estuviese ganando terreno, quienes habrían emprendido la huída de las ciudades y del país serían los narcotraficantes, no los policías municipales, estatales y federales que están renunciando a sus cargos y hasta asilo político han solicitado algunos de ellos a los Estados Unidos.
Si la guerra contra el narco estuviese en la dirección correcta, los cárteles se estarían resquebrajando, pulverizando y atomizando. Por el contrario, disponen de tiempo, espacio y recursos para reorganizarse, reagruparse y formar “megacárteles”.
Si la estrategia fuese la adecuada, el gobierno no se sentiría desesperado, abandonado y traicionado por el Poder Legislativo, el Poder Judicial, los medios de comunicación y la sociedad misma. El “¡Ya basta!” lanzado desde Los Pinos hace unos días no tuvo por destinatario a los delincuentes, sino a los ciudadanos que supuestamente somos los beneficiarios de esa guerra sin cuartel.
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