alvaro delgado
México, D.F., 19 de mayo (apro).- La corrupción y la pobreza son las enfermedades nacionales más graves de México, pero están acompañadas por la simulación, la mentira y la impunidad, que degradan sobre todo si, como es el caso, son alentadas desde el poder público.
No hace mucho, a final de su sexenio y en el marco del proceso electoral sucesorio, Vicente Fox proclamaba la eficacia de su gobierno en todos los ámbitos, entre ellos la generación de empleos y el combate al narcotráfico.
Para amplios sectores de la sociedad, los que jamás creyeron la demagogia del ranchero ladino y ladrón, eran mentiras que pronto encontraron confirmación nada menos que en sus propios compañeros de partido: Fue Felipe Calderón, y la facción que lo impuso en el gobierno, los que exhibieron que el desempleo y el crimen organizado florecieron con Fox, a quien sin embargo se ha solapado por un pacto de mafia.
Como cuando se impuso Carlos Salinas en el gobierno, también mediante el fraude electoral que pretende hacer olvidar con su más reciente mamotreto, con Fox los capos del narcotráfico se solazaron en el negocio, tal como lo presagió desde el inicio del sexenio la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, el capo transexenal que, en el mejor de los casos, será capturado cuando deje de ser funcional y su exhibición o muerte sirva sólo para espectáculo con réditos de popularidad y cuando –claro-- ya esté afianzado su sucesor con toda la protección desde el poder.
Por eso, histriónica y demagógicamente, Calderón repudia en sus discursos la “cobardía” de sus antecesores, proclama los “ya basta” a la delincuencia y llama a pactos de unidad nacional --de suyo imposibles por su nula autoridad moral y política--, porque sabe que desde ahora está condenado a la derrota y quiere hacer de ella una victoria, ante su ineptitud para afrontar el otro grave problema nacional: El empleo, su principal oferta de campaña.
Y es en este renglón que Calderón entrega, en año y medio de gestión, tan malas cuentas como su antecesor: Resulta que las cifras de las que se ha ufanado son, simplemente, falsas, puras mentiras.
Se trata, además, de un engaño que comparte con Fox y el priista Ernesto Zedillo, que todos los miembros del Partido Acción Nacional (PAN) idolatran no sólo por haberles cedido el poder, sino por los “10 años de estabilidad” que ofrecieron en la campaña de 2006.
La información al respecto la dio a conocer el diario Reforma y sus réplicas de Mural de Guadalajara, Jalisco, y El Norte, de Monterrey, Nuevo León, en sus ediciones correspondientes al miércoles 14 de mayo: Resulta que, durante 11 años, el gobierno federal difundió cifras de empleo que eran inexistentes.
Por ejemplo, detalló Reforma, los números oficiales mostraban que, entre 2005 y 2007, se habían creado 2.21 millones de empleos formales. Pero, en realidad, en ese lapso sólo fueron 1.55 millones las nuevas plazas, según la corrección. Es decir, se registraron 660 mil empleos inexistentes.
La información, dada a conocer en vísperas del Día del Maestro (que, dicho sea de paso, ratificó la alianza que Calderón y el PAN mantienen con Elba Esther Gordillo no en favor de la educación --esa es una tontería--, sino para las elecciones de 2009), establece que el Consejo Técnico del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reconoció que hay errores en la metodología para medir el empleo.
En 2006, por ejemplo, Fox dijo que ese año se generaron 903 mil empleos y que seguramente, al concluir ese lapso, se superarían el millón, pero no fueron ni una ni otra cifra, sino apenas 616 mil.
Con Calderón el engaño es el mismo: El 14 de febrero de este año, en su visita a Estados Unidos, aseguró que, en 2007, se crearon en México alrededor de 800 mil nuevos empleos. Pero el nuevo dato oficial para ese periodo es de 529 mil nuevos empleos.
La razón, según el IMSS, es que se trata de errores metodológicos. El principal de ellos es que muchos trabajadores reportados como nuevos no lo eran, pues simplemente migraron del empleo eventual al permanente.
Así de grave es la manipulación de cifras y no es, desde luego, una acción fortuita, sino claramente deliberada para fortalecer percepciones falsas, en este caso sobre el empleo, uno de los principales problemas del país y que Calderón ofreció combatir, ahora vemos que sólo con maquillaje.
El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) aporta, también, otro dato escalofriante: En los tres meses de este año desaparecieron 685 mil empleos en los sectores formales e informales.
Calderón ofreció, también, otros asuntos que ya puede afirmarse que son mentiras, mentiras oficiales: en el ámbito de los impuestos, sino que bajarían y, además, que las fórmulas para que los ciudadanos lo hicieran serían sencillas. Inclusive, hacía el chiste de que la complejidad para presentar la declaración hacía que, hasta el secretario de Hacienda, tenía necesidad de contratar a un contador.
La realidad: No solo aumentaron impuestos, sino que aparecieron nuevos, como los aplicados a gasolinas y el IETU, que además introdujo complejidades que vuelven loco a quienes somos causantes cautivos.
Pero hay más datos sobre las mentiras de Calderón, que se encargan de ocultar muy bien los jilgueros y amanuenses oficiales en el grueso de los medios de comunicación --que han resultado más panistas que el PAN--, como la protección que presta a los sátrapas priistas Mario Marín y Ulises Ruiz, así como el panista Emilio González Márquez.
En 30 de abril, el pleno de la Cámara de Diputados envió un exhorto a la Secretaría de Gobernación para que, conforme a sus atribuciones, emitiera un dictamen sobre si González Márquez violó la Constitución y la ley al comprometer un donativo de 90 millones de pesos para la construcción del Santuario de los Mártires Cristeros, al margen inclusive de la insolencia con la que se dirige a sus críticos.
Pero, en vez de abocarse a lo que establece el artículo 130 constitucional y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, que prohíbe a las autoridades mostrar preferencia por alguna religión en particular, la encargada de esa responsabilidad, Ana Teresa Aranda, subsecretaria de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, extendió licencia de impunidad a su cofrade de Jalisco.
Justo el día del maestro, el jueves 15, Aranda --vecina de nacimiento de González Márquez: ella es de León y él de Lagos de Moreno, distantes apenas 37 kilómetros-- declaró, tramposamente, que en la “macrolimosna” de 90 millones de pesos a la Iglesia católica no se usaron fondos federales. Y ya.
Pero lo que la Cámara de Diputado planteó no fue si Emilio dispuso de los 90 millones de pesos de recursos federales, que obviamente eso no le corresponde a la Secretaría de Gobernación, sino si vulneró el principio de laicidad, como es evidente y, como también lo es, se encubre.
Y luego dicen que Calderón está peleado con el Yunque, de cuya organización ultraderechista Aranda y Emilio son dos de sus ejemplares. En realidad, Calderón y El Yunque son lo mismo.
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A propósito de Emilio González: La Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco enviará a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) el expediente de las más de 6 mil quejas contra él y que, si actúa conforme a la ley José Luis Soberanes, derivará en una recomendación. Por supuesto, vale anticipar que a Emilio también le valdrá “madres”, como a los gobernadores de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, y de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat, que las recibieron por atentar contra la libertad de expresión en sus respetivos estados… Germán Martínez, el confeso empleado de Calderón en el PAN, ya va agarrando color en el cargo: Lo suyo no es el debate, sino el pleito de arrabal, junto con los gandallitas Javier Lozano Alarcón y José Luis Luege. ¿Ideas? ¡Qué tontería!
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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