Fuente: La Jornada de Michoacán
FERNANDA NAVARRO
Ninguna autoridad gubernamental pregunta a los habitantes originarios del lugar elegido para el ecoturismo si están de acuerdo con el “progreso” que les aportará. Sólo se les presenta el proyecto, sin ningún tipo de adecuaciones ecológicas, pues según el criterio de los “benefactores” la gente no está capacitada para saber lo que es un verdadero progreso y desarrollo.
Y cuando las comunidades rechazan un proyecto en sus tierras, los métodos de convencimiento sólo anuncian un sombrío futuro, pues es sabido que el ecoturismo se ha convertido en un sinónimo de lo contrario.
En México, con la coartada del “turismo ecológico, el desarrollo sustentable y la creación de empleos” se han privatizado ya 2 mil 200 kilómetros de litoral nada más en Baja California, desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Y ¿quiénes son ahora los nuevos propietarios? El 90 por ciento son estadunidenses. Y ¿cuáles han sido las consecuencias? Una “alteración definitiva de su medio ambiente”, sostiene Le Monde Diplomatique de diciembre de 2008.
¿Qué rostro tendrá Baja California en una fecha aparentemente lejana como el 2024? Los expertos anuncian que estará casi unida a su vecino del otro lado, el estado de California. Se hablará español e inglés en sus calles y en sus playas. Seguramente habrá menos agua y ésta estará “un poquito salada” y con muchos más desechos. Pasear por sus costas en 2008 es todavía un lujo.
Dentro de pocos años los terrenos con paisajes espectaculares en la carretera La Paz-Los Cabos estarán vendidos, o sea vedados a los mexicanos de clase media para abajo. Y la malla de alambre será un muro concreto y alto. Las costas de Baja California se volverán un sembradío de hoteles, rodeados por los famosos “cinturones de miseria” que conlleva el gran turismo, como los de Cancún, que ya tienen fama.
Hay quienes no dudan en llamarlo “colonización”. Desde la década de los 90, los inversionistas buscaron atraer a la generación de veteranos estadunidenses: 76 millones de personas, para venderles “una segunda casa” o “vacaciones”, en un lugar con las tres B´s: bueno, bonito y barato, es decir, México, país que, además, ocupa el tercer lugar entre las naciones con mayor diversidad biológica en el mundo, misma que está perdiendo el planeta al cubrirse de concreto… a cambio de dólares.
Y esto ocurre con la mayoría, si no con la totalidad de paraísos terrenales de nuestra región. La Bahía de Acapulco es un dramático ejemplo de lo que ocurre cuando la naturaleza es explotada y vendida.
Lo mismo ocurre con los Parques Nacionales de toda América Central y de México, cuyos reglamentos resultan ser una burla. Muchos están dentro del Corredor Biológico Mesoamericano. El BID financia a la vez este corredor y el proyecto turístico, en total violación de su política ambiental.
Dichos reglamentos internacionales no pueden impedir la contaminación que causará una destrucción irremediable del medio ambiente que, a su vez, aumentará la violencia de los huracanes que padecen con mayor intensidad los lugareños.
El hecho es que las políticas carecen de toda lógica. Oficialmente, la región se compromete a desarrollar un “turismo más respetuoso de los cultivos y del medio ambiente, cuyos beneficios permiten combatir la pobreza” (Declaración de Galápagos, Ecuador, Mayo de 2002). El resultado ha sido todo lo contrario.
Y ¿cómo ha (hemos) reaccionado la sociedad civil frente a semejante amenaza? Haciendo caso omiso en la acción y una que otra crítica –que no va más allá de la palabra. ¿Qué se puede hacer ante la destrucción de nuestro entorno natural? Organizar la lucha de las comunidades afectadas por los proyectos turísticos. En Baja California, el Cemda y Greenpeace se enlazaron a una red ecologista, Guardianas del Agua AC. Juntos combaten legalmente e informan vía Web a los compradores de casas, para que no inviertan ahí.
Próximo a nosotros, está en ciernes el alarmante problema de Zirahuén, donde la batalla se advierte difícil por necesitar la acción tanto de las comunidades locales como de los habitantes urbanos conscientes. Vale recordar la lucha que libramos contra la instalación de un reactor nuclear en el Lago de Pátzcuaro en 1980, batalla que ganamos”. Prueba de que cuando hay conciencia y decisión, todo es posible. Mantengámonos en contacto para futuros proyectos de acción a favor del Lago y de la comunidad de Zirahuén.
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