El proceso electoral en EEUU:
¿Hacia donde nos llevaran los vientos de cambio?
William I. Robinson
Alai-amlatina
El siguiente presidente de EE.UU. heredará una crisis en el sistema de capitalismo global que difícilmente podrá enfrentar sin algún cambio de rumbo en las políticas norteamericanas. Los años del régimen de Bush han dejado un saldo tan elevando en cuanto al deterioro del tejido social y político a lo interno de EE.UU., y de credibilidad a nivel internacional, que es difícil imaginar cómo el siguiente mandatario podrá asumir la cuenta.
La actual crisis del sistema global tiene tres dimensiones sobresalientes y entrelazadas en cuanto a los lineamientos norteamericanos. Primero, son las tendencias recesivas en la economía global generadas por la sobre acumulación de capitales y las desenfrenada especulación financiera transnacional. Segundo, es la crisis de legitimidad y autoridad política de los estados neo-liberales producto de la imposibilidad de responder a los problemas cada vez mas agudos de las clases populares, y como consecuencia lo que podríamos considerar como la acelerada erosión de hegemonía, concebida, en el sentido gramsciano, como la capacidad de la estructura global de poder de reproducir su dominación. Y tercero, es la creciente militarización, impulsada por el Estado norteamericano, de la economía y sociedad global y de las relaciones internacionales.
Los EE.UU. y la sociedad global están en una encrucijada. El papel hegemónico de los EE.UU. implica que los resultados de su proceso electoral redundarán fuertemente en el devenir de la crisis global. El espectro del “fascismo global del siglo XXI” ha comenzado a perfilarse con el régimen de Bush y los llamados “neo-conservadores”.
¿Cuáles son los rasgos de este incipiente proyecto? Entre otros podemos destacar:
• La fusión del capital transnacional con el poder político reaccionario;
• La extensión de ideologías reaccionarias que arrastran a ciertos sectores sociales, como es por ejemplo, el fundamentalismo evangélico (Bush en su campaña de reelección de 2004: “El Dios quiere que yo sea presidente”);
• La creación de un chivo expiatorio para la movilización de una base social fascista entre la clase trabajadora, este chivo expiatorio siendo en la actualidad los inmigrantes;
• El fraude electoral y la erosión del orden constitucional;
• El uso cada vez más frecuente de medidas represivas contra la disidencia dentro de EE.UU., ahora bajo el manto del “anti-terrorismo,” y la militarización de la política exterior con escaladas intervencionistas.
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