martes, 20 de abril de 2010

Centuriones mercenarios, haciendo posible el triunfo del PRI

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Disculpe señora. ¿A que evento se dirigen con tanta prisa? Pregunté con todo comedimiento a una de las integrantes de un “rebaño” conducido por una dama muy popular entre los tianguistas de nuestra ciudad capital, que a toda prisa se dirigían al estadio xalapeño.

Oye tu, ¿adonde vamos?, le dijo la interpelada tras un codazo a la compañera que marchaba a su lado, quien sin perder el paso y con toda seguridad contestó: “a la protesta del que va a ser gobernador”.

Dirigiéndome a esta segunda persona, pregunté: ¿Y contra que va a protestar?

“Contra el presidente que no le cumple a los veracruzanos con el dinero que nos toca del presupuesto”, contestó, alcanzando a la carrera a sus compañeras que ya se habían adelantado tomando rumbo hacia un espacio público, de todos los xalapeños, hoy designado templo del PRI para ungir a su candidato.

Degustando un pambazo de jamón y queso, obsequiado a los concurrentes a la toma de protesta de Javier Duarte como candidato del PRI a la gubernatura de Veracruz, recorrí el muro perimetral del estadio lo mismo observando el comportamiento de los varios miles de acarreados ahí reunidos, que la eficiente labor de organizadores, conductores de grupo, acomodadores y líderes de las diversas porras que de todos los rincones de Veracruz tomarían parte en el magno evento del priísmo estatal para vitorear más que al ahora candidato, a los santones de la cúpula nacional que testificarían el poder de convocatoria de Fidel Herrera Beltrán, gobernador y aspirante a la candidatura de su partido en la búsqueda de la presidencia de la República.

Sin alejar de mi mente el diálogo sostenido con las señoras, presuntamente tianguistas, a la distancia observé al Maestro Fidel Herrera, con su cachuchita roja -promocional de la imagen de su “delfín”-, al senador Beltrones acompañado por Héctor Yunes Landa, y a otros y otras encumbradas figuras del priísmo, que saliendo de un conocido restaurante dirigieran sus pasos a la entrada del estadio para ocupar su sitio en el palco de honor, cuando se les informara que ya prácticamente estaba ocupado todo el graderío. En ese momento completé la imagen en tiempo real sobre el PRI de hoy y de siempre en Veracruz; si el gobierno del estado, los ayuntamientos priístas, y la Universidad Veracruzana no escatimaran gastos para reunir a más de 20 mil personas, disponiendo a su arbitrio de un espacio público que es de todos los veracruzanos, ya podemos darnos por enterados de lo que será la campaña electoral que desembocará en una asimétrica elección de gobernador.

Sustentado en una muy cara pero eficaz parafernalia el partido de la fidelidad logra así su propósito: restregarle en el rostro a la ciudadanía tanto la organización y fuerza de su estructura electoral, como la fortaleza del primer priísta de la entidad en su empeño por hacer de Duarte de Ochoa, contra todos los pronósticos, gobernador de la entidad, como pase obligado para lo que viene en el 2012.

No esperé al discurso plañidero de Javier Duarte de Ochoa ó a las incongruencias de una decepcionante Beatriz Paredes que del Olimpo bajara al nivel de los descamisados de Cesar del Ángel. Tras saludar al siempre atento y caballeroso diputado federal, José Francisco Yunes Zorrilla, y a otros tres o cuatro amigos que militan en las brigadas rojas, retorné a la civilización. Reconstruyendo en mi memoria lecturas de pasajes similares de la historia de la Roma antigua, en los que el Emperador rodeado de la corte ofreciera pan y circo a sus súbditos, en el coliseo construido por Vespasiano en el siglo I de nuestra era.

Sumido en mis reflexiones y con la imagen vívida del despilfarro económico y moral en que incurre nuestra clase política, me imaginé al Cesar, a sus cortesanos y efebos, y a la hambrienta muchedumbre clamando por la muerte del gladiador vencido. Pero al mismo tiempo no pude dejar de pensar en que tanto el PAN como los partidos políticos de minoría, tienen mucho que aprender aún del viejo PRI, si acaso pretendieran ser competitivos en las justas electorales. No me refiero únicamente al pragmatismo ayuno de ideología, a sus trapacerías y escandaloso dispendio de recursos que concurren, lícita o ilícitamente a la obtención de cada voto depositado en las urnas; todo ello sería insuficiente si previamente no se contara con los centuriones y cohortes que conforman el ejército rojo priísta, que operan a nivel del piso.

La estructura partidista real. No la que se sustenta en “cuadros” ideológica y programáticamente formados y convencidos de la bondad de su militancia en el partido, que por cierto ya no existe; esta ha sido substituida por burócratas acomodaticios que del oportunismo pragmático hacen fortuna. Sí, la que aún está viva y actuante hasta el último rincón de la geografía veracruzana, integrada por centuriones y cohortes de mercenarios prestos a servir al mejor postor que el PRI señale y de la cual carecen los demás partidos políticos en el espectro nacional y local. No se construye ni se organiza y capacita en un día; se requiere de tiempo, mucho dinero, y de una alta dosis de cinismo y simulación para prepararle y mantenerle latente, siempre dispuesta para el momento del golpe maestro. Lo mismo para la movilización, acarreo, reparto de dádivas, que para la inducción, compra de mesas directivas de casilla y del voto ciudadano. Es este ejército, no los generales encumbrados, o candidatos fruto de la circunstancia, los que hacen posible triunfo tras triunfo del PRI en todo proceso electoral.

Lo observé con cuidado. Cada centurión y su cohorte, con organización y disciplina, conduciendo a su respectivo rebaño de acarreados. Desde la convocatoria previa, la amenaza o el chantaje, el abordaje del transporte y la marcha al lugar de destino; distribución de gafetes, de camisetas y gorras, paraguas, agua y despensas, hasta el acomodo de cada agrupación en el espacio previsto y la entonación de estribillos y porras en el momento indicado. Si cada acarreado tiene o no conciencia de a donde y a que se le conduce, eso es lo de menos, lo mismo recibirá el pago de su día como retribución a su ignorancia y su miseria.

Son estos mercenarios de camisa roja y ostentoso gafete, los que marchan a paso firme rumbo al triunfo del PRI en julio próximo. El oropel que cubre a los cónsules y generales, es sólo eso, oropel. En tanto que el dinero que hace posible la presencia, disciplina y parafernalia de los centuriones rojos triunfantes, sale del bolsillo de todos. Para eso son los impuestos que nos clavan nuestros próceres del PRIAN.

Mañana, la crónica y la foto oficial difundida por la prensa, hablarán diferente. Centuriones, cohortes y acarreados, serán invisibles. Para la audiencia, el triunfo faraónico en el corazón del coliseo, se atribuirá al pequeño Cesar, a su poder de convocatoria, a su dedo señalando la nada, porque nada tiene que ofrecer. Esto, claro está, si así lo permite el Maestro Herrera Beltrán, por ahora dueño del circo.

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Difusión: Soberanía Popular

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