Por: Edgar González Ruiz
En 2006, México perdió la oportunidad de elegir un candidato y un proyecto, el de Andrés Manuel López Obrador, acorde con las prioridades de los trabajadores y con la defensa de la soberanía nacional y del estado laico.
Con el apoyo del Estado Mayor Presidencial, de muchos medios de comunicación, especialmente los televisivos, del empresariado y de la jerarquía católica, y con la complicidad del IFE y del TEPJF, que avalaron el fraude, la derecha impuso un candidato que abandera a los sectores acaudalados y promueve la militarización del país, con el pretexto de la “lucha contra el narcotráfico”.
Gran parte de la propaganda que la derecha usó hace tres años, basada en el ataque al llamado “populismo” y en comparaciones entre Hugo Chávez y AMLO, es ya obsoleta, pues dependía de consignas emanadas del gobierno ultraderechista de Bush, que Obama no asume, pero sirvieron para manipular a muchas personas: para que tomaran decisiones contra sí mismas.
Los resultados están a la vista: el gobierno de Calderón se ha distinguido por su apoyo al empresariado y a la jerarquía católica, por sus tendencias privatizadoras, por su ataque a la economía de los trabajadores, a la educación pública y a otras instituciones sociales.
Todo ello, avalado por una abrumadora mercadotecnia cuyos consignas, ridículamente triunfalistas, repetidas hasta el cansancio en radio y televisión, rezan que la crisis económica es desdeñable, y que lo que debe preocupar a la gente es lo que hagan o no los capos de la droga, que por cierto tienen como premisa la complicidad de altos funcionarios policíacos y militares.
Ante su falta de legitimidad y de carisma, Felipe Calderón, Fecal, político tramposo y producto de las raíces confesionales del PAN, ha recurrido a la manipulación de episodios dramáticos y por demás sospechosos para tratar de ganar el apoyo del pueblo.
Se ha servido de ocasiones como la muerte de Mouriño, a quien los panistas equipararon al Cid Campeador; los bombazos en Morelia durante las celebraciones de la independencia, el año pasado, o el manejo tendencioso del brote de influenza, hace unos meses, con el cual, en lugar de ofrecer a la población vacunas, medicamentes y buenos servicios médicos, se le indujo el pánico para poder manejarla e imponerle decisiones desde arriba.
Si para el pueblo el fraude y la imposición del 2006 han tenido resultados trágicos, para muchos políticos profesionales, no sólo de la derecha, ha resultado una verdadera panacea, pues la desmovilización de los sectores populares les permite llegar entre ellos a los “acuerdos” que les sean más ventajosos.
Los “chuchos” dividieron al PRD para beneficio de Calderón; Elba Esther Gordillo, con el Panal, cosecha cada vez más privilegios gracias a su apoyo al gobierno; el Partido Verde adopta para su provecho demandas ultraderechistas como la pena de muerte; el PRI apoya al clero cuando le conviene, propiciando la penalización del aborto en los estados de la República, el PASC, más congruente en sus planteamientos ideológicos, tiene sin embargo, el pésimo antecedente de haber postulado en 2006 a Patricia Mercado, feminista que entonces le hizo el juego a la derecha.
En consecuencia, las campañas de 2009 han estado dictadas por la mercadotecnia, con candidatos que, acordes con el discurso oficial, ofrecen políticas de corte policíaco, como si la gente más pobre tuviera mucho dinero qué cuidar, o bien exhiben simplemente su imagen, demostrando ser unos oportunistas que aparecen sólo cuando tienen algo que ganar, por medio de promesas falsas.
Esta vez, dado que el pueblo ya ha dejado de salir a la calle para manifestarse políticamente, como en 2006, los políticos y los partidos hicieron las campañas a su modo y conveniencia, llenando con su propaganda los espacios de los medios, gastando en ello recursos millonarios que podrían tener mejor destino, como el de ayudar a los ancianos y a los más pobres, como hacía con el dinero del erario Andrés López Obrador.
Ante la impunidad que les brinda el apoyo de los “grandes” medios y el desgaste de la resistencia popular, salieron a relucir las mafias políticas y empresariales, de viejas raíces, con figuras como las de Guillermo Lerdo de Tejada Servitje, nieto del patriarca de Bimbo; César Nava, yunquista al igual que lo fue su padre y Lía Limón, panista amiga de Margarita Zavala, e hija de Miguel Limón Rojas, quien fuera secretario de Educación en el sexenio de Zedillo, así como exesposa de Luis Carlos Ugalde, extitular del IFE que facilitó el fraude de hace tres años.
Esta vez, hubo quienes, conscientemente o no, apoyaron a la derecha promoviendo el abstencionismo, en momentos en que es patente la impopularidad del PAN, al grado de que, en algunos lugares, el PRI difundió propaganda del partido como tal, más que de sus candidatos, confiando en que la gente ya se dio cuenta, por experiencia, de que el PAN puede ser mucho peor que el tricolor..
Si el pueblo no defiende sus intereses, los políticos no lo van a hacer, pues naturalmente prefieren aliarse con los más ricos, con los más influyentes, con quienes les puedan dar algo.
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