16 de noviembre del 2007
Ni mediación ni diálogo, mensaje del atentado, dice el EZLN
Ataque a comitiva de Samuel Ruiz desata alarma mundial
El 4 de noviembre de 1997, tres campesinos son heridos de bala
Tres días después, la hermana del obispo es agredida a martillazos
Los responsables de los enfrentamientos son los priístas y sus guardias blancas pagadas por el gobierno, insiste el concejo autónomo de Polhó días antes de la matanza. Los desplazados por la violencia viven a la intemperie y sin lo elemental para subsistir
Hermann Bellinghausen /XII
El 4 de noviembre de 1997, una comitiva donde viajan los obispos de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García y Raúl Vera, es atacada a tiros en el municipio de Tila. Resultan heridos de bala los campesinos José Pedro Pérez, José Vázquez y Manuel Pérez. El atentado se atribuye a Paz y Justicia, y esta organización se deslinda. La alarma es de alcance internacional. Dos días después, la hermana del obispo Ruiz García, María de la Luz, es agredida a martillazos y herida de gravedad. El día 7, de manera inusual, la comandancia zapatista se solidariza con la diócesis de San Cristóbal y afirma en un comunicado que los atentados “tienen el objetivo de hacer llegar al EZLN un mensaje claro: ‘Ni mediación, ni diálogo, ni paz’” (La Jornada, 5 a 10 de noviembre).
El día 10, el concejo autónomo de Polhó reitera: “los responsables de los enfrentamientos en Chenalhó son los priístas y sus guardias blancas, pagadas por el gobierno”. Condiciona el diálogo a la desaparición de las guardias blancas y el retiro de policía y Ejército federal de las comunidades. Y asevera que “nuevamente han llegado amenazas y rumores de que los priístas atacarán Polhó” (La Jornada, 11 de noviembre).
El mismo día, el ayuntamiento priísta de Chenalhó “pide” públicamente –mediante un escrito– a “las dirigencias del EZLN y el PRD” que llamen a “sus simpatizantes y militantes para que encaucen su lucha en forma pacífica”. Asimismo, niega la acusación de que los enfrentamientos en el municipio han sido entre priístas. “Son los del EZLN y el PRD los que han agredido con armas de fuego a los militantes del PRI y del Frente Cardenista, sólo por no aceptar afiliarse a su organización”. El ayuntamiento oficial asegura que “en cuatro ocasiones ha tratado de conversar” con los autónomos, pero éstos “se han negado”. (Quien haya seguido este relato recordará que los intentos de diálogo habían sido interrupidos por incidentes y provocaciones gubernamentales, y los autónomos no aceptaban hablar en las condiciones imperantes de paramilitarización, ocupación policiaca y presencia militar.)
En Tuxtla Gutiérrez, el general Mario Renán Castillo Fernández, comandante de la séptima Región Militar, anuncia que será sustituido por el general José Gómez Salazar. El alto mando saliente pondera que en los tres años que ocupó el cargo, el combate al narcotráfico “fue frontal y agresivo, aunque falta mucho por hacer”, y que los soldados a su cargo nunca violaron la Ley para el Diálogo y la Reconciliación. Destaca la “labor social” de las tropas en comunidades indígenas; muchas incluso “la solicitaban” (La Jornada, 11 de noviembre).
A la mañana siguiente, priístas y cardenistas disparan por segundo día consecutivo sobre las casas de 18 familias simpatizantes del EZLN en Yibeljoj, a pocos kilómetros de Polhó, “por no cooperar en la compra de armas de los grupos paramilitares que están formando” (La Jornada, 12 de noviembre). En asamblea, la comunidad agredida decide no responder. El concejo autónomo informa que de Tzanembolom hay 455 refugiados, mil 200 de Chimix y un número no preciso de Canolal, Los Chorros, Yaxjemel, La Esperanza y Puebla.
Según reporta este diario, la situación es más dramática de lo que reflejan en sus rostros los voceros autónomos en Polhó. Uno de ellos tiene en la mano la denuncia que tomaron a un anciano que acaba de relatar los sucesos de Yibeljoj. “Se regresó rápido. No sabe si los disparos dieron en su familia”, comentan los concejales, pues el hombre fue sorprendido por la balacera en su milpa. Una huella digital firma su testimonio. “No sabemos si nos van a atacar. Los priístas y cardenistas armados están como a 2 mil metros de aquí”, dice el vocero, y señala hacia Majomut (La Jornada, 12 de noviembre).
“La presencia de miembros del Partido Cardenista en los ataques armados responde a la participación de ese partido en el ayuntamiento priísta”, agrega el concejo autónomo. “A gente de ellos también la agreden”. Y añade que la casa en Majomut del juez municipal oficial, Manuel Pérez Ruiz, “está convertida en cuartel de la Seguridad Pública, porque él está metido en los ataques”. Refiere la participación directa del funcionario en agresiones contra Las Abejas, el 21 de octubre, y zapatistas, el 29 de octubre. “El juez es de los que promueven la violencia”.
En la ciudad de México, el secretario de la Defensa Nacional, general Enrique Cervantes Aguirre, asegura que el Ejército Mexicano “no adiestra ni fomenta grupos paramilitares en Chiapas”, al recibir en sus oficinas a una comisión del Senado. El legislador perredista Carlos Payán Velver cuestiona al general secretario sobre la guerra de baja intensidad y la “posible participación de miembros del Ejército” en el adiestramiento de dichos grupos (La Jornada, 13 de noviembre).
El concejo autónomo de Polhó realiza una asamblea a la que invita al gobierno oficial de Chenalhó, pero éste no acude, “pues su contraparte ha agredido a militantes del PRI” (La Jornada, 14 de noviembre). Los autónomos niegan haber agredido a miembros del tricolor en Chimix dos semanas atrás; dijeron que esa argumentación era una táctica “para no dialogar y seguir causando violencia”, y proponen una reunión conjunta para el próximo día 21.
Sirve recurrir a una cronología de los días posteriores. Allí se registra que el 14 de noviembre, cerca de San Andrés, sobre la carretera, en territorio chamula, tres personas descienden de un vehículo en marcha y sin placas, y ejecutan al maestro Mariano Arias Pérez, del PRI, quien había expresado públicamente su desacuerdo con las acciones de su partido en Chenalhó. Dos días después, durante su entierro en Yibeljoj, los priístas hacen disparos al aire y culpan a los zapatistas del crimen. Éstos huyen a Xoyep. Por ese deceso, el alcalde priísta Jacinto Arias Cruz amenaza de muerte al párroco de Chenalhó, Miguel Chanteau, en presencia de varias personas. (La Jornada, suplemento Masiosare, 14 de diciembre.)
Siguen los días de noviembre: “17, agresión y robos por parte de priístas armados en Acteal. 18, en Aurora Chica asesinan a varios pobladores. En Polhó, la Seguridad Pública arresta a tres autónomos; uno tiene 14 años. El día 19 hay tres desaparecidos en Polhó, entre ellos un niño de nueve años. Varias casas quemadas en Tzalalucum. A partir del 17 se generaliza la agresión: familias perredistas o zapatistas huyen de 10 comunidades. El día 29, coordinadas por el Centro Fray Bartolomé (CDHFBC) y la Red de Derechos Humanos Todos los Derechos para Todos, varias ONG visitan el norte de Chiapas y Chenalhó. Constatan la presencia de 700 desplazados que viven a la intemperie cerca de Polhó. El gobernador Julio César Ruiz Ferro habla de 800 desplazados en toda la entidad, pero su oficina de comunicación insiste a la prensa nacional en que “sólo son 500”. Sobre el terreno, se calcula que cuando menos hay 3 mil en Chenalhó (y en aumento), y más de 4 mil en la zona norte.
A su vez, el CDHFBC reporta que el día 15 fue asesinado Jacinto Vázquez Luna, en Bajo Beltik, mientras estaba en su cafetal. “Era padre de tres hijos y simpatizante del municipio autónomo. Su cadáver permaneció tirado en su cafetal”. Posteriormente, priístas de Los Chorros se enfrentaron en las proximidades de Pechiquil con un grupo de simpatizantes del municipio autónomo cuando éstos se dirigían a levantar el cuerpo de Vázquez Luna. Dicho grupo no pudo rescatarlo y retornó a sus comunidades. En tanto, el grupo priísta quemó al menos una casa en Pechiquil”.
El 20 de noviembre, el municipio autónomo de Polhó envía un comunicado a la Cocopa (Comisión de Concordia y Pacificación) y a la Conai (Comisión Nacional de Intermediación), convocándolas para que intervengan en el conflicto. Ese día, un grupo de ciudadanos y organizaciones sancristobalenses manifiesta: “Los cuerpos de Seguridad Pública destacamentados en la cabecera municipal, Puebla, Yaxjemel, Majomut, Los Chorros, Yibeljoj, Jobeltik, Kanolal y Tzanembolom pululan por los caminos y comunidades; se meten en las parcelas y siembran terror por todas partes, impidiendo que la gente coseche sus milpas y aumentando aún más la difícil situación de los pobres. ¿Están los policías buscando la paz y la reconciliación, como insiste el gobierno, o más bien protegen y azuzan a quienes tienen interés en continuar esta guerra civil? ¿Cuántos muertos más espera el gobierno para afrontar sus responsabilidades?”
El día 21, miembros de Las Abejas piden ayuda: 80 familias (408 personas) de Yibeljoj “se encuentran en una grave situación por falta de medicamentos, ya que estamos viviendo en Xoyep sin ninguna clase de ayuda”.
Ha estallado el nuevo gran problema: los desplazados, cuyo número crece en condiciones críticas, bajo lluvias invernales, sin techo, casi sin ropa. Sin alimentos. Sin medicinas. Sin. Sin. Sin.
http://www.jornada.unam.mx/2007/11/16/index.php?section=politica&article=014r1pol
17 de noviembre del 2007
Miles de desplazados, sin ayuda ni forma de conseguir comida
Crecen la violencia, muertes y miseria entre indígenas
Autoridades autónomas y constitucionales de Chenalhó se reúnen
Comienza la persecución contra observadores internacionales
Pese a las evidencias del clima de hostilidad denunciado por el concejo autónomo, el gobierno señala que los problemas se van resolviendo y niega que se quemen casas y se esté asesinando a zapatistas y perredistas
Hermann Bellinghausen/ XIII
El 24 de noviembre de 1997, el concejo autónomo de Polhó envía una carta invitando a los legisladores de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) a colaborar en la mediación del conflicto, convocando a un diálogo para el día 29 en Polhó. También informa que existen más de 4 mil 500 desplazados.
La Unión de Ejidos y Comunidades Majomut, que reúne a caficultores de las distintas filiaciones políticas, notifica que la cosecha de más de 20 mil sacos de la semilla está en riesgo a consecuencia de la violencia.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (CDHFBC) recibe informaciones de que elementos de Seguridad Pública acompañan y dan protección a militantes priístas para cosechar café en predios de los zapatistas. El día 25 en los barrios de Acteal son quemadas cuatro casas de simpatizantes zapatistas por al menos 15 personas armadas. Se reporta “gran tensión” en Pechiquil, donde Hilario Guzmán Luna y Pablo Hernández Pérez, “ex militar” y actual agente municipal, dirigen un grupo de paramilitares (La Jornada, 26 de noviembre*). Simultáneamente, el síndico del municipio oficial Agustín Gutiérrez Pérez solicita la presencia del Ejército federal en el poblado “para salvaguardar el orden”.
Priístas de Pechiquil instalan un “control” en el camino; entre ellos se identifica un grupo de 20 personas en uniforme oscuro y botas “parecidas a las del Ejército; el resto porta el tradicional calzado de hule”. La secretaría de Gobierno de Chiapas en una inserción pagada (27 de noviembre) declara solemnemente: “en la comunidad de Acteal ninguna vivienda ha sido quemada.”
Aniquilar las bases de apoyo, misión del gobierno
Al día siguiente, el comandante David dice a La Jornada que “el objetivo principal de la violencia promovida por el gobierno en Chenalhó y otros municipios a través de guardias blancas y grupos paramilitares, es destruir a las bases de apoyo del EZLN”, y que “aunque el gobierno dice diariamente que en Chiapas se van resolviendo los problemas, todo es mentira porque lo que crece es la violencia, la persecución, la muerte y el encarcelamiento de muchos compañeros”.
El 29 de noviembre un helicóptero del gobierno del estado aterriza en Canolal llevando gente que dice ser de “derechos humanos”, y que “regresaría al rato para acabar con los zapatistas y la sociedad civil”. El primero de diciembre, el secretario de Pueblos Indígenas, Antonio Pérez Hernández, en el contexto de una visita de observadores nacionales e internacionales, “acusa a forasteros de ser causantes de la violencia”. Por su parte, la Secretaría de Gobernación instala un retén migratorio “coyuntural” en la carretera a San Pedro Chenalhó.
El concejo autónomo de Polhó informa de cuatro casas de zapatistas quemadas por priístas en Takiukum y Yibeljoj. El subsecretario de Gobierno, Uriel Jarquín, en otra inserción pagada, desmiente al gobierno autónomo, a pesar de la publicación de fotografías de las viviendas destruidas, en distintos diarios del país: “En Chenalhó no ha sido quemada ninguna casa” (3 diciembre).
El 30 de noviembre, un grupo de observadores constata “la dramática situación de los desplazados”. Según la diputada perredista Patria Jiménez, “es urgente hacer algo por ellos antes que comiencen a morir de hambre y frío porque ya no aguantan más” (primero de diciembre). En Chenalhó “se propicia la descomposición social y la guerra entre hermanos de manera muy clara”, por lo cual hay que detener la violencia “antes de que sea demasiado tarde”. En el mismo sentido se pronuncia la Misión Civil Nacional e Internacional para la Paz en Chiapas tras recorrer las comunidades (4 de diciembre) y constatar la “connivencia y complicidad abierta de la SP y los paramilitares”, así como la presencia de personas uniformadas y con cuernos de chivo en Pechiquil.
El 2 de diciembre, el consejo autónomo revela la existencia de “un enorme grupo de desplazados en el monte, no lejos de Xcumumal, junto con numerosos desplazados de Chimix, Joveltik, Canolal y Tzanembolom. Estos no reciben ayuda alguna y no pueden salir a buscar comida”. Según testimonios, se trata de casi 2 mil personas en las peores condiciones.
Las movilizaciones y protestas contra el gobierno mexicano se multiplican en el mundo. Los desplazados de Chenalhó aparecen en los noticieros de CNN y las principales televisoras de España, Italia, Francia, Portugal, Reino Unido y Suecia (4 de diciembre). Ricardo Rocha inicia el día 7 su memorable cobertura sobre los desplazados en Detrás de la noticia, de Televisa. Al mismo tiempo, aumentan las denuncias contra los agentes de migración. Lo nuevo es perseguir a los observadores internacionales, ahuyentarlos de Chenalhó. Eso garantizará que dos semanas después, cuando suceda la masacre, no haya ningún testigo extranjero en el área (salvo un par de campamentistas europeos en Polhó).
El día 5 se reúnen por fin los autónomos y el ayuntamiento priísta en el crucero de Las Limas, en Chenalhó. Los priístas denuncian la muerte de Lucio Gómez Guillén en Tzanembolom el día anterior. Los autónomos dicen que no pudieron ser zapatistas los autores pues ya no queda ninguno en esa comunidad. Dos horas después de la reunión llega la noticia de otro muerto priísta en Chimix. El alcalde oficial había notificado que los desplazados de su partido ya recibían ayuda del gobierno estatal en Pechiquil, Aurora Chica, Chimix y Puebla (6 de diciembre), comunidades en poder de los paramilitares.
La violencia no se detiene. El día 10, el consejo de Polhó acusa al edil priísta de incumplir los acuerdos mínimos de Las Limas. El día 12 las partes vuelven a reunirse en el mismo lugar. La Jornada reporta:
Se necesitaron cuatro mesas de madera, 70 sillas (y una treintena de muertos, casi 6 mil desplazados, incontables casas quemadas) para la primera negociación efectiva entre las distintas autoridades municipales de Chenalhó. Frente a frente, el ayuntamiento constitucional y el concejo municipal autónomo. Jacinto Arias Cruz encabeza la representación priísta, con agentes municipales y cabildo, y sólo muy de vez en cuando dirige la mirada a Domingo Pérez Paciencia, presidente del concejo autónomo, quien no deja de mirarlo con una cierta sonrisa detenida en los labios.
Buena parte de las intervenciones son en tzotzil. Participan como testigos representantes del gobierno estatal, la Comisión Nacional de Intermediación, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y su sucursal estatal y el CDHFBC. Hay 11 puntos a discutir según los autónomos, ocho según los constitucionales, sobre la cancha de basquetbol de la primaria, en el crucero de Chalchihuitán, punto intermedio entre Chenalhó y Polhó.
“Tenemos que pensar cuál punto urge para una paz justa”, dice un agente del concejo autónomo. En eso están todos de acuerdo. Hay que detener la violencia. También participan ex presidentes municipales de Chenalhó y representantes de las organizaciones Majomut y Las Abejas. De la gravedad de lo que se disputa depende la paz.
Diálogo y disparos
Durante la reunión, que se lleva todo el día, pasan por la carretera grandes camiones de la policía, convoyes militares y un conspicuo Volkswagen rojo que, según comenta uno de Las Abejas, “es el automóvil con el que patrullan los paramilitares”.
Esta mañana hubo varios disparos en Tzajalucum, un pueblo abandonado por sus pobladores, cuando se dirigían allá representantes de organismos civiles y del gobierno chiapaneco. No acaba de decir Gustavo Moscoso, magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado, que el encuentro “llena de alegría al gobierno del estado”, cuando el priísta Arias Cruz informa que se están quemando casas y hay disparos en ese momento en Chimix.
“Caras vemos, el corazón no sabemos”, había dicho poco antes el propio Arias, echando rápidos brillos de su dentadura de oro. Sugiere que eso impide la negociación. Las pláticas anteriores se han suspendido por incidentes durante el encuentro. Hoy no es así. Se decide que las partes sigan negociando mientras va una comisión a verificar lo que sucede en Chimix. La comisión acude al mencionado pueblo, donde las casas destruidas y baleadas de los perredistas y zapatistas dan testimonio de lo que ha ocurrido en las semanas recientes. La versión resulta falsa. La guarnición policiaca de Chimix, en voz del segundo oficial Vicente González Castellanos, detalla que “todo está tranquilo. No hemos recibido reportes”.
La negociación en Las Limas llega a una firma conjunta. Curiosamente, una vez que regresó la comisión enviada a Chimix, ya nadie del cabildo priísta se interesa en que se informe de su denuncia. Domingo Pérez Paciencia, presidente autónomo, comenta: “cara se ve, el corazón no se sabe”.
* Todas las fechas entre paréntesis corresponden a citas de notas publicadas en La Jornada.
http://www.jornada.unam.mx/2007/11/17/index.php?section=politica&article=012r1pol
18 de noviembre del 2007
Planea el gobierno un ataque contra representante del Vaticano
Provocaciones montadas para preparar el escenario
La paz es sólo una figura retórica en el discurso zedillista
El diálogo, una simulación para continuar con la violencia
Ante la evasión del gobierno por resolver el conflicto, el EZLN alerta sobre el verdadero carácter del PRI: “el de enemigo de los pueblos indios y exterminador de zapatistas”
Hermann Bellinghausen/ XIV
El 12 de diciembre de 1997, el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General (CCRI-CG) del EZLN informa “sobre la situación de miles de indígenas zapatistas, perseguidos, asesinados y desalojados de sus tierras en el municipio de San Pedro de Chenalhó”, donde más de 6 mil desplazados de guerra “son el resultado de los ataques de bandas paramilitares y la policía del estado, dirigidas ambas por el gobierno estatal con beneplácito del federal” (La Jornada, 15 de diciembre*).
“Tan sólo en la comunidad de Xcumumal se encuentran refugiados más de 3 mil 500 indígenas. Están completamente aislados, sitiados por guardias blancas y policías de SP. Los zapatistas de Chenalhó viven a la intemperie y sufren, además de la falta de vivienda, vestido y alimentación, enfermedades que alcanzan ya el rango de epidemias”, agregaba el CCRI.
“El gobierno federal, el estatal y el PRI, lejos de detener su ola de agresiones, intentan darle largas a la solución del problema principal, que es la desaparición de sus grupos paramilitares y el retorno de los desplazados a sus comunidades. Mientras finge dialogar, el priísmo chiapaneco se dedica al saqueo y destrucción de las pertenencias de los expulsados de sus comunidades. Café, ganado, ropa y utensilios domésticos se reparten entre los paramilitares como botín de una guerra en la que hasta ahora sólo ha disparado uno de los lados, el del gobierno y su partido”.
La comandancia zapatista fija su posición: “El PRI revela su verdadero carácter: el de enemigo de los pueblos indios y uno de los ejecutores de la política de exterminio que desde el gobierno federal se sigue contra los zapatistas. En días recientes la prensa nacional e internacional ha mostrado la grave situación que padecen los indígenas zapatistas de Chenalhó. Lo visto en los medios es sólo un pequeño botón de la gigantesca muestra de intolerancia y crimen con que el PRI y los gobiernos federal y estatal pretenden doblegar la rebeldía zapatista. El hecho innegable de que indígenas estén siendo asesinados y perseguidos, sin que ellos respondan a las agresiones, ha generado una opinión pública desfavorable al gobierno mexicano”.
Planean ataques
Para remontar dicha corriente adversa, “los gobiernos estatal y federal y sus grupos paramilitares planean agredir físicamente al representante del Vaticano, Justo Mullor, durante su (próxima) visita a Chiapas”. El plan de los paramilitares y el gobierno “es presentar estos atentados como realizados por comandos del EZLN y, para esto, equipan a sus sicarios con uniformes y distintivos del EZLN”. Las “apariciones” recientes de grupos armados presuntamente zapatistas en Las Margaritas y otros puntos de la geografía chiapaneca son “provocaciones montadas para preparar el escenario que buscan”. Frente a esto, el EZLN dice: “Como desde el inicio del diálogo, las tropas zapatistas se mantienen en sus cuarteles de montaña y no han realizado ni realizan ningún movimiento ofensivo o fuera de sus posiciones”.
El comunicado añade: “Además de implicar al EZLN en la agresión proyectada contra el nuncio, el gobierno trata de echar tierra al atentado que Paz y Justicia perpetró contra los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera, y quitar la atención mundial que el caso de miles de indígenas desplazados por bandas priístas en Chenalhó ha provocado a últimas fechas”.
En lugar de urdir “complicados complots” como argumento para emplear a fondo la opción militar, el gobierno federal “debería detener a sus paramilitares, permitir el retorno de los miles de desplazados de guerra y cumplir sin dilación su palabra empeñada en San Andrés Sacamchén de los Pobres. Así se contribuiría al diálogo y la paz empezaría a dejar de ser una figura retórica en el discurso zedillista”.
El EZLN hace un “llamado urgente” a la sociedad civil nacional e internacional “para que acuda en ayuda de nuestros hermanos de Chenalhó”. La situación “es dramática, de vida o muerte para miles de indios rebeldes que creen todavía que su lucha no es contra otros indígenas, sino contra el sistema que los condena a la muerte y el olvido”.
El drama de los desterrados
En tanto, el presidente en turno de la Cocopa, Carlos Payán Velver, declara que la situación es “muy grave” y “es imprescindible que toda la sociedad empiece a reclamar y preocuparse” (13 de noviembre). Las imágenes mostradas en televisión por Ricardo Rocha perturban a millones de personas en el país. El suplemento Masiosare de La Jornada publica el día 14 el reportaje de Blanche Petrich “La tragedia de los desplazados”. Ya nadie puede decir que Chenalhó es un secreto. Así retrata la enviada la vida de un “campamento”:
Xoyeb es un caserío a medio camino entre Polhó y Yabteclum, al lado de un ocotal, en una hondonada entre cerros. Son 13 casitas familiares, tablas y techo de zinc entre milpas y platanares. Todas han abierto sus puertas para compartir lo poco que tienen con la oleada de recién llegados, sus vecinos.
Estos 488, contando dos recién nacidos, son de Yibeljoj. Están en dos “campamentos”, mínimas techumbres de hojas de plátano. A los más enfermos los alojan dentro de las casas o bajo los pocos plásticos disponibles, porque es invierno y llueve constantemente. Expulsados de su tierra ancestral, llevan dos meses en el paraje. El promotor de salud estima que 80 por ciento de los niños y 60 por ciento de adultos padecen fiebre. Hay disentería, enfermedades respiratorias y gastrointestinales, tifoidea, alto riesgo de cólera.
En uno de estos cobertizos minúsculos está Zenaida. Tiene 16 años. Su primer hijo, los ojos adormilados por la calentura, la pancita inflamada de bichos, gatea sobre el lodo. Todavía no come tortilla y quiere chichi. Pero su mamá lo mira sin ver, se abraza las rodillas, se queja: a ella también le duele el vientre y su falda azul añil está empapada en sangre. Su segundo hijo ya no va a nacer. Y no hay antibióticos, ni siquiera una asipirina, para ayudarla a soportar las secuelas del aborto. Su tía, arrodillada a su lado, hilvana frases en tzotzil. Su marido se mantiene en silencio. Nada pueden hacer por Zenaida. Ni un té.
Cuando amanece en los campamentos ya ninguna mujer está bajo las palapas. De las chimeneas sale humo. Cada casa es una cocina colectiva. Centenares de manos cooperan para atizar los fogones, partir la leña, cocer el maíz, molerlo, echar tortillas. Tocarán dos o tres a cada quien. Para toda la jornada. Hasta mañana.
Al mediodía todos habrán cumplido alguna tarea. Aprovechando un poquito de sol, los hombres tienden sus camisas mojadas. Las mujeres secan sus huipiles sobre sus cuerpos. Se espulgan el cabello mutuamente y platican. Y los niños, en medio del drama, ríen.
El último diálogo de paz
Una nueva reunión de priístas y zapatistas en Las Limas el martes 16 alcanza la firma de un “acuerdo de no agresión”, y mientras los rebeldes insisten en que lo cumplirán y llaman a la Cruz Roja Internacional y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR), ese mismo día es asesinado por un grupo de encapuchados un destacado priísta de Quextic, Agustín Vázquez Secum, quien se oponía abiertamente a la paramilitarización de su gente (16 a 20 de diciembre).
De inmediato, el ayuntamiento oficial culpa a los zapatistas y hasta asegura que los sobrevivientes del ataque reconocieron en dos de los agresores a bases zapatistas (versión única que recogerá la PGR en sus pesquisas, según El Libro blanco de Acteal, 1998, y a partir de ahí los sucesivos “historiadores” por encargo, pues con esa pieza se terminó de armar la explicación oficial de lo que sucedería en Acteal seis días después).
Esa misma noche, Las Abejas cuentan los hechos de otro modo: “La emboscada fue realizada por priístas de La Esperanza, que mantienen diferencias con los priístas de Quextic”. La información coincide con la del concejo autónomo de Polhó (18 de diciembre), el cual abunda que en esa zona del muncipio ya no quedan zapatistas. Estas informaciones serán ignoradas en adelante por las autoridades, pues no cuadran con la “explicación” del “conflicto intercomunitario e interfamiliar” que la PGR intentará imponer inmediatamente después de la masacre, en voz del procurador Jorge Madrazo Cuéllar (27 de diciembre).
El día 19 fracasa el último intento de negociación en Las Limas. Los autónomos no asisten, pues no consideran que haya condiciones de seguridad para el traslado de su delegación. El edil priísta Jacinto Arias Cruz se opone a que el lunes 22 se cite a una reunión en Las Limas con la comisión de verificación de acuerdos, así como a fijar fecha para un nuevo intento de negociación (20 de diciembre). “Luego les avisamos”, dice Arias Cruz a los mediadores. Los priístas ya no avisarán.
* Todas las fechas entre paréntesis corresponden a citas de notas publicadas en La Jornada.
http://www.jornada.unam.mx/2007/11/18/index.php?section=politica&article=010r1pol
19 de noviembre del 2007
“Supimos ayer que nos iban a atacar, pero no lo creíamos”
22 de diciembre: la masacre
Zapatistas previeron agresión e instaron a Las Abejas a marcharse
Las víctimas decidieron permanecer en el sitio, orando
En la sala de urgencias del hospital civil se oyen los lamentos de las mujeres heridas. Otras están inconscientes. Cuatro niños pequeños tienen un brazo destrozado, el cuello perforado o el cráneo abierto por balas de alto calibre
Hermann Bellinghausen /XV
Desde San Cristóbal de Las Casas, La Jornada reporta la noche del 22 de diciembre de 1997 el acto más violento de la guerra sin nombre de Chenalhó: una masacre en la comunidad de Acteal. Manuel Pérez Pérez, sobreviviente, al borde de las lágrimas informa que la Cruz Roja contó por lo menos 16 muertos. Otros testigos consideran que pueden ser más. “Supimos ayer que nos iban a atacar, pero no lo creíamos”, expresa Manuel. “Murieron mujeres y niños de muchos tamaños”. Su hijo Pedro, de nueve años, fue herido en la pierna. “Ahí está destrozado”, dice y señala hacia el hospital de campo del IMSS (23 de diciembre).
Hasta el momento se desconoce el número de lesionados y muertos, pero el reportero vio 11 heridos graves en el nosocomio civil y confirmó otros cuatro en el IMSS. Al cierre de edición de La Jornada ya hay otros 10.
En la sala de urgencias del hospital civil se oyen los lamentos de las mujeres heridas. Otras están inconscientes. Cuatro niños pequeños tienen un brazo destrozado, el cuello perforado o el cráneo abierto por balas de alto calibre.
El personal médico apenas se da abasto y lucha denodadamente por curar a los heridos. Una mujer en camilla tiene ya suturadas cinco grandes lesiones en distintas partes del cuerpo. Mariano no habla; en otra camilla, con los ojos muy abiertos, sólo espera que lo terminen de suturar. También está una niña de gran abdomen.
“Son los priístas, ya los conocemos”
A las 11 de la mañana empezaron a tirar desde el monte. “Se venían sobre nosotros. Son los priístas, ya los conocemos”, afirma Manuel, también representante de Las Abejas. No puede ocultar su angustia por los demás sobrevivientes. “Vayan por ellos. Se necesita un camión grande para sacarlos”. Relata que aún después de que llegaron elementos de Seguridad Pública (SP) los priístas seguían disparando.
Se supo que más tarde los agresores atacaron una ambulancia y le impidieron el paso hacia Acteal. “Murieron mujeres, hombres, esposos; la mujer sola o el hombre solo. Hubo niños a los que se murió su papá, su mamá”.
En otra nota de esa fecha, La Jornada reporta que los priístas armados iniciaron el lunes una violenta ofensiva contra los desplazados en Acteal, dejando por lo menos 25 heridos con arma de fuego y muchos muertos. Desde temprano, algunos pobladores se refugiaron en la ermita de la localidad, que después fue ametrallada. Considerada por el concejo autónomo de Polhó la agresión “más violenta” que grupo paramilitar haya realizado desde la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la embestida contra los desplazados, según los testigos, fue organizada con varios días de antelación y participaron por lo menos 60 hombres fuertemente armados.
Javier Jiménez Luna, miembro de la sociedad civil de Acteal, y el concejo autónomo de Polhó aseguraron que los desplazados fueron atacados por diferentes frentes para evitar que escaparan; habrían participado priístas de las comunidades de Los Chorros, Puebla, La Esperanza y Quextic. De Puebla es originario el presidente municipal priísta Jacinto Arias Cruz.
Hasta la medianoche del lunes, organismos de derechos humanos y de salud habían reportado por lo menos 25 heridos de bala. La mayoría fueron trasladados a San Cristóbal. Los indígenas refugiados en Acteal son originarios de Tzajalucum, Chimix y Quextic. Habitantes de las dos primeras habían sido agredidos el mes pasado por el grupo priísta, que quemó casas y se robó parte de la producción de los zapatistas y Las Abejas.
Desde principios de diciembre los priístas habían amenazado con agredir a los desplazados, pero el inicio del diálogo de paz entre ambas partes contuvo la violencia. El pasado 19, los representantes del PRI, encabezados por el alcalde Arias Cruz, rompieron las pláticas, argumentando que los zapatistas habían secuestrado a un priísta que estaba “amarrado y sin comida” en Acteal. Una delegación, encabezada por el secretario de la Comisión Nacional de Intermediación, Gonzalo Ituarte, encontró sana y salva a la persona a la que se referían los priístas.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (CDHFBC) aseveró que el secretario de Gobierno, Homero Tovilla, fue enterado a mediodía por Gonzalo Ituarte del ataque. El funcionario manifestó que velaría por los pobladores. Sin embargo, elementos de SP permanecieron a 200 metros del sitio del ataque, sin intervenir.
Por la mañana se informó que la SP se asentó en Acteal, una de las zonas de Chenalhó más afectadas por la violencia en el último mes, donde se encuentran refugiadas cientos de personas. El CDHFBC confirmó lo anterior y señaló que en Acteal se formó una comisión de cuatro personas, un hombre y tres mujeres, para alertar a los policías de lo que acontecía. El hombre fue detenido. Sabía demasiado.
Últimas vísperas
Éstas fueron las primeras noticias. Finalmente había ocurrido lo inimaginable, y a la vez predecible. Los días anteriores habían arreciado las denuncias, los llamados, los testimonios. Llegó a Chiapas la ex primera dama francesa Danielle Mitterrand con la intención de visitar a los refugiados. Los acontecimientos le impidieron hacerlo. El 18 de diciembre, el nuevo embajador del Vaticano en México, Justo Mullor, en una visita muy anunciada y destacada, fue recibido por el gobernador Julio César Ruiz Ferro en Tuxtla Gutiérrez con estas palabras: “Es necesario que todos volquemos nuestra acción, deber y conciencia para consolidar la paz” (19 de diciembre), y aseguró que la visita del nuncio ayudaría en tal sentido. Durante su gira, Mullor también fue interpelado directamente por la dirigencia de Paz y Justicia en Tila, pero la visita, pese a los temores, concluyó sin contratiempos.
Días atrás, el parroco de Chanalhó, Miguel Chanteau, había dado una entrevista a La Jornada. Pese a la modernidad, expuso, “hay valores que deberían permanecer, rescatarse en las comunidades: el sentido comunitario, la igualdad, el servicio gratuito” (15 de diciembre). La Secretaría de Gobernación obstaculizaba por entonces su situación migratoria; lo expulsaría del país en febrero de 1998. En la entrevista recordó lo sucedido poco antes. Su vecino en Chenalhó, el alcalde Arias Cruz, le había dicho: “si no controla a su gente, algún día lo vamos a matar. Se lo digo en su cara, padre. Vamos a quemar su cuerpo para que no se enfermen los gusanos”. Chanteau comentaba: “me puse a pensar mucho en esa frase. Ése es el lenguaje que utilizan los muchachos paramilitares”.
El domingo 21 de diciembre, el suplemento Masiosare titulaba una serie de entrevistas como “Se preparan días sangrientos”. El poeta Óscar Oliva declaraba ahí: “No puedo decir, como el gran poeta Octavio Paz hace unos días al dejarse abrazar por el señor Zedillo, que en México se preparan nuevos días y que serán de luz. Esto no será posible mientras se estén preparando más días sangrientos”.
Las noticias eran alarmantes. El día 21, dos indígenas de Las Abejas lograron escapar de la comunidad de Pechiquil. Vicente Pérez Pérez y Vicente Ruiz Pérez, originarios de Tzajalucum, burlaron la vigilancia de los paramilitares y huyeron, el primero hacia Acteal y el segundo a San Cristóbal de las Casas. Los dos confirmaron que unos 70 integrantes de su organización estaban secuestrados en Pechiquil (22 de diciembre).
Estas personas “son amenazadas si hablan con extraños; los obligan a trabajos forzados, a robar en comunidades cercanas y a realizar guardias, tomar armas y posiciones en lugares estratégicos para responder a un ‘posible’ ataque zapatista”, añade el corresponsal. “Las mujeres secuestradas son obligadas a cocinar para los paramilitares, en jornadas de 14 horas”.
Ese día, víspera de la masacre, La Jornada estuvo en los campamentos de desplazados en Acteal. Se hablaba de que los priístas armados se estaban reuniendo en la parte alta de Acteal, donde queda la comunidad propiamente dicha. Se distinguían grupos de hombres apostándose en las laderas, al otro lado de la carretera. En las partes bajas del poblado estaban los dos campamentos de desplazados. Primero, en una hondonada, el de Las Abejas; más lejos, tras una loma, el de las bases zapatistas. Todo, a menos de cinco kilómetros por carretera de la sede autónoma de Polhó.
Testimonios posteriores confirmaron que antes de la madrugada del lunes 22 los desplazados zapatistas alertaron a Las Abejas de un posible ataque y les aconsejaron trasladarse a Polhó. La mayoría de Las Abejas determinó permanecer en el lugar, orando. Confiaban en que Dios los iba a proteger. No pensaban defenderse. Los zapatistas sí se marcharon, y su campamento estaba desierto al iniciarse el ataque paramilitar. Toda la mañana se escuchó la balacera.
* Todas las fechas entre paréntesis corresponden a citas de notas publicadas en La Jornada.
http://www.jornada.unam.mx/2007/11/19/index.php?section=politica&article=012r1pol
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