jueves, 20 de diciembre de 2007

Carta de Navidad por nuestros familiares que permanecen sepultados en Pasta de Conchos

19 de Diciembre: A 22 Meses de la explosión:


Estimados amigos y amigas:

La llegada de la Navidad nos anima hacer junto- con ustedes, un recuento de lo que hemos vivido este largo año. Los relatos de los textos del nacimiento del Hijo de Dios, nos recuerdan entre otras cosas, que el Niño nace en medio de la noche en un pesebre porque para María y José, no había lugar en las posadas. Nace en ese pesebre, porque quienes podían acogerlos cerraron su corazón y sus oídos a la petición de María y de José, que sabían que al no ser acogidos en un lugar seguro y digno para ellos y para su Hijo, se les condenaba a la inseguridad, a la incertidumbre y al desamparo. Y así fue. Quienes cerraron su corazón y sus oídos, condenaron al Hijo de Dios a nacer entre animales, como si fuera un animal más, protegido únicamente por la mirada cuidadosa de María y de José, que se supieron sobreponer al cansancio y al peso de haber sido despreciados por ser pobres. Solamente algunos y algunas se acercaron a acompañarles en esa noche, para reconocer en ese esfuerzo y esa fidelidad, la certeza de que Dios encendía una luz que no se apagaría jamás. Suficiente motivo para celebrar y engrandecer la vida de ese pequeño que nacía en la más negra de las noches.

Así nos sentimos ahora. Ha sido un año difícil sin nuestros familiares. Un año en el que nos hicieron todavía más negra la noche que nos han impuesto a fuerza de cerrazón y de complicidades. Nos lo niegan todo, incluso el consuelo de sentir que podemos cerrar esta terrible experiencia sepultando a nuestros muertos en lugar digno. Hemos tocado todas las puertas. Hemos cuidado todos los detalles. Hemos ido y venido decenas de veces para atender cualquier requerimiento legal. Y nada. Nos sentimos como familia capaces de decir como José y María que, frente a la cerrazón y la oscuridad, hemos hecho cuanto hemos podido. Y, como ellos, también podemos decir, con el corazón alegre, que no lo hemos hecho solos porque ustedes nos han acompañado y permanecen junto con nosotros y nosotras.

Se acercaron a nuestro dolor, a nuestro cansancio y nuestra esperanza herida, para ayudarnos a entender que no era de arriba que nos vendría el apoyo y la fuerza, sino de abajo. Ustedes, que como los pastores se acercaron al pesebre y acompañaron a María ya José, nos han fortalecido y ayudado a tejer redes de amistad, de cariño y de solidaridad. Ustedes que estaban abajo, supieron escuchar el clamor de la sangre que grita en nuestras voces desde las entrañas de la tierra para no ser condenadas al olvido y a la impunidad de todos los que están arriba. Hoy esperamos junto con ustedes, los de abajo, que se abran los cielos y se escuche otra vez esas voces que, desde Dios, vinieron a acompañar a José y María: "Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres y mujeres de buena voluntad". Queremos escuchar de nuevo ese mensaje y que nuestro corazón se regocije en la certeza de que Dios se encarnó, se hizo persona como cualquiera de nosotros y nosotras y acampa para siempre entre los y las de abajo, para ser una luz que nos guíe y anime en esta larga noche que haremos llegue a su fin.

En la Noche de Navidad, malas conciencias dormirán tranquilas arropadas en el dinero que compra voluntades, políticos y gobiernos, dormirán arropados en sus justificaciones y relaciones políticas, económicas y religiosas. Hoy, nuestras conciencias permanecerán en vela y dispuestas a seguir el camino y el trabajo, desnudas en la certeza de que nuestro clamor y nuestras demandas son también el clamor y la demanda de Dios mismo; nuestras conciencias, las de ustedes y las nuestras. Esa. Noche, nos unirá más al dolor y a la esperanza que nos permite compartir con José y María el cuidado de ese Niño que los de arriba decidieron, desde siempre y también ahora no escuchar ni recibir. Pero esa noche fue el inicio de un camino iluminado por la presencia de ese Niño, Dios con Nosotros. Él camina desde entonces al lado de nosotros, llenándonos de fuerza y esperanza. Confiados en su compañía y en su vida que vence soberana a la muerte, seguiremos caminando contra la muerte que quieren imponemos para vencerla.

Con cariño y agradecimiento les abrazan,

Familia Pasta de Conchos y Equipo Nacional de Pastoral Laboral

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