miércoles, 11 de mayo de 2011

El monólogo del sordo


Si pudiera hacerse alguna suerte de abstracción de 53 meses sangrientos, el gobierno federal podría calificarse de tragicómico. Hace una semana el Presidente había censurado la marcha. Ciudadanos que “con buena o mala voluntad” quieren que el gobierno se retire de la lucha contra la criminalidad, dijo manipulador. Una semana después, con la Secretaría de Gobernación como intermediaria impersonal por la vía de un comunicado, el gobierno se dijo respetuoso de los participantes de la marcha y de cualquiera otra forma de expresión que persiga la conducción de un Estado de Derecho. Comunicado que aprovechó el viaje para vender que los federales trabajan para la protección de los mexicanos y deslizar la idea de que la responsabilidad es de todos pero más del gobierno. Una especie de sí, pero no, confirmado con la negativa rotunda de siquiera considerar la posibilidad de remover al secretario Genaro García Luna.

De hecho nos enteramos de que el gobierno comparte los anhelos de paz, justicia y seguridad de los gobernados pero que no coinciden “con todo lo planteado ahí”. Destacadamente la remoción del dueño y director de producciones García Luna que tantos desaguisados diplomáticos le han implicado a la diplomacia gubernamental, por llamarle de algún modo a eso que hacen.

El propio presidente Calderón confirmó personalmente su coincidencia con “algunas” cosas planteadas por la caravana, también su interés por el diálogo, por escuchar razones y propuestas. Es claro que le gusta eso, ha organizado incluso jornadas mediáticas, los “Diálogos por la Seguridad”, tan profusamente publicitados en agosto del año pasado. De ahí a que haga caso de eso que oye hay una distancia de dimensiones cósmicas. Y no considera eso que oye precisamente porque lo que hace es eso, oír, que es algo muy distinto a escuchar. Este domingo en el Zócalo de la ciudad de México, aquí en Xalapa, en Yucatán, en San Cristóbal las Casas con más de 20 mi zapatistas, en Argentina, en Londres, en varias ciudades, pues, la voz ciudadana se hizo oír para el mismo destinatario. El presidente Felipe Calderón. Parar la estúpida forma de combatir a la criminalidad con parafernalias arrestos bélicos. Pero el Presidente insiste en interpretar ese reclamo como la petición de que deje de combatir a la criminalidad. O eso es lo que dice entender. Y se equivoca. Nadie en la sociedad le ha pedido que deje al garete a los criminales y sus actividades.

Pero la marcha nació y creció. Iniciaron hace una semana en Cuernavaca. No llegaban a 500. Al terminar ayer en el Zócalo de la Ciudad de México eran varios miles y entre todos eran una síntesis perfecta de los 110 millones de mexicanos. Gente normal, personas de a pie, sin pretensiones o sin mayor pretensión de hacer bien lo que hacen. Estuvieron en la Ciudad de México, Cuernavaca, en Chihuahua, en Xalapa, en ciudades de España, Perú, Argentina, Chile, Estados Unidos, Francia y Dinamarca. La desesperación de los mexicanos por las decisiones del gobierno del presidente Calderón es conocida mundialmente. Un día después de la marcha el editorial del New York Times decía que desde la muerte de Juan Francisco Sicilia, la pena y la furia de Javier Sicilia desató la de muchos mexicanos que se sienten víctimas ignoradas. El periódico destacaba casi inmediatamente que desde que el señor Calderón comenzó su ofensiva, el gobierno ha argumentado que casi todos los muertos son los miembros de bandas rivales en la lucha territorial y por las rutas del contrabando. Pero la violencia aumenta y el gobierno fracasa entre el miedo y la ineficiencia, concluye el periódico.

Con todo y la disposición que el presidente dice tener, la remoción de Genaro García Luna está fuera de toda discusión, según el gobierno. Alejandro Poiré salió inmediatamente a apologizar sobre las inapreciables virtudes del ingeniero García Luna, heroico “impulsor incansable de la policía civil”.

Pero la mezquindad, como la riqueza y la estupidez, es algo imposible de ocultar. Dicen estar de acuerdo, no en todo, con la marcha y los marchistas y de inmediato matizan con el reclamo mezquino. “Hay que decir que una cultura ciudadana integral comprende el respaldo a las instituciones que han rendido frutos en la lucha contra el crimen”.

Y sí, es verdad. La cultura a la que se refiere la afirmación de Poiré parte de la precondición de la existencia de instituciones confiables y é mismo dice que si alguien ha impulsado incansablemente la formación de la policía civil profesional, apegada a la ley, bien equipada, y con las capacidades de inteligencia que garanticen la seguridad de la población, esa persona es Genaro García Luna. Luego, las instituciones a las que dice es necesario respaldar no son, no existen. O, si no, cuál es el caso de García Luna.

La dificultad reside en que el gobierno panista prácticamente ha disuelto la frágil institucionalidad que más o menos permitía al país simular que funcionaba. Pero, además, está ha decidido continuar con la costosa y criminal simulación de que sus malhadadas decisiones son correctas. El gobierno ha puesto en marcha durante cuatro años no una política fallida de seguridad pública sino un auto de fe en las decisiones coyunturales de un presidente deslegitimado de origen.

*Es Cosa Pública

leopoldogavito@gmal.com

Fuente: La Jornada de Veracruz

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