J. Enrique Olivera Arce
Mi voto
Sin apostarle al ganador, yo si voté. Atendiendo a mi conciencia, sentido de ciudadanía, y a mis arraigadas convicciones sufrague a favor de la candidata de la Coalición “Salvemos a México” por el Distrito de Xalapa urbano, Gloria Sánchez Hernández.
No porque la aún militante perredista fuera la opción menos peor. Me consta y lo reconozco por tanto, que la candidata común por Convergencia y PT, siempre se mantuvo a la cabeza del movimiento nacional en defensa de la economía popular, el petróleo y la soberanía en Veracruz, dando la cara abiertamente a favor de Andrés Manuel López Obrador. Cosa nada fácil en una entidad federativa en la que el solo disentir de las políticas públicas de la fidelidad hecha gobierno, da lugar “al repudio de todos los veracruzanos”.
Siendo pues, a decir del diputado Héctor Yunes Landa, uno de los tantos que “escupe para arriba”, no puedo sino reconocer el valor moral y congruencia política de Gloria que, a costa de ser vilipendiada por las tribus chuchistas del PRD y la porra priísta, a contracorriente tomara las banderas de la Coalición de Convergencia y el PT en la búsqueda del voto popular, como una más de los millones de seguidores de Andrés Manuel que aún confiamos en la opción electoral como instrumento pacífico de transformación y cambio de la vida política del país.
Me hubiera resultado cómodo, conveniente y políticamente correcto votar a favor del partido que detenta el poder en Veracruz. No importando sus clásicas marrullerías, simulación democrática y coacción del voto, así como ausencia de propuestas viables que contribuyan a sacar el buey de la barranca en un país que se hunde al impulso de la ultraderecha panista. Lo importante hubiera sido saberme partícipe de la intencionalidad de Fidel Herrera Beltrán por lograr tanto el imponer a su delfín en la gubernatura de Veracruz en el 2010 como el alcanzar la candidatura priísta a la presidencia de la República.
Pude haber votado por Ricardo Ahued. Me confieso ser incapaz de cuestionar calidad moral y autoridad política del exitoso empresario, para mi xalapeño distinguido, de quien considero se desempeñó con honestidad y buen juicio en la alcaldía de nuestra ciudad capital, teniendo madera para ser un buen legislador. Sin embargo, libre de ataduras partidistas o prebendas oficialistas, opté por contribuir, cuando menos con el intento de aportar un granito de arena, a frenar las intenciones del PRI y del PAN a instaurar en México un indeseable y nefasto bipartidismo.
Igual de cómodo me hubiera resultado sufragar a favor del PAN, que no se diferencia del PRI en la búsqueda de objetivos que tienen que ver con la entrega de los recursos energéticos estratégicos de México a los consorcios extranjeros, como ya se da con la presencia en suelo veracruzano de Halliburton. Quienes por conveniencia e interés coyuntural, o porque así se los dictó su posición social o ideología, conservadora y derechista, hubieren optado por el voto azul, que con su pan se lo coman.
Aunque justo es mencionarlo y a sabiendas de que entre nuestra clase política existen intereses y no compromiso ideológico, igual seguramente favorecieran al PAN algunos priístas vergonzantes que, al amparo del anonimato de la secrecía del voto, consideraran no está de más apostarle a que en un descuido del PRI, con el apoyo de Calderón Hinojosa, pudiera llegar a gobernarnos un sátrapa neo panista como Miguel Ángel Yunes Linares.
Estoy en paz con mi conciencia, vote porque así me lo demanda mi carácter de ciudadano, a favor de mis convicciones en un proceso plagado de irregularidades en el que el voto ciudadano no cuenta. Sufragué como muchos veracruzanos por la lucha social pacífica y democrática, porque en esta confío como única vía de transformación y cambio de un país que no soporta más simulación, gatopardismo, corrupción e impunidad.
Por cierto, tras las carnestolendas electorales no me invade la resaca del arrepentimiento por mi decisión personal, ni siento haber escupido para arriba.
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