Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
Día culminante del proceso electoral, el domingo 5 de julio debe marcar al país nuevos derroteros: cambiar lo necesario, fortalecer lo correcto, buscar nuevas y mejores alternativas. La voz de las urnas debe ser escuchada y atendida. El México de hoy no tiene más ni mejores opciones que las fincadas en la democracia y la legalidad.
A partir de este lunes, conocidos ya parcialmente algunos resultados, la nación debe aprestarse para arribar a grandes acuerdos nacionales que abran nuevas vías a la solución de los más graves problemas que han sumido al país en una anarquía que para algunos, no pocos, lamentablemente se traduce en la ausencia del Estado.
La inseguridad imperante en vastas extensiones del territorio nacional, el desempleo y una crisis económica agravada desde los ámbitos locales hasta internacionales y sin asomo de solución, son ingredientes que imponen la apertura de un proceso de reconciliación nacional abierto a todos los actores sociales a fin de alcanzar la participación más plural posible.
México, que enfrenta una crisis sin parangón en su reciente pasado, no puede ya transitar por las mismas rutas que lo han llevado al desencuentro prevaleciente. Debemos recapacitar sobre los acontecimientos políticos recientes para admitir que la clase política no ha estado a la altura que la situación exige.
Legisladores de las cámaras de Diputados o Senadores de forma escasa contribuyeron a resolver las mayores dificultades. Su trabajo, a veces pertinente y eficaz, no siempre fue con la fuerza y el grado requerido y en muchos casos simplemente fue deficiente y a veces nulo.
Un gobierno federal errático, indeciso, pusilánime y despreocupado por las causas sociales se ha enfocado más a cuidar los intereses no siempre lícitos de los grandes capitalistas del país y del extranjero, lo que necesariamente causa la irritación de los demás sectores de la sociedad, entre ellos los que apenas sobreviven o están en el umbral o inmersos ya en la pobreza.
Estas elecciones son bastante elocuentes y gritan su verdad. Nadie puede no escucharlas. Ignorarlas sería abrir el paso a la desesperación colectiva. El abstencionismo, hoy de la mano con la anulación de votos, no indican únicamente irresponsabilidad, porque están acompañados del hartazgo, la protesta y quizás principalmente la advertencia.
Los mexicanos que eligieron alguna de esas dos opciones lanzan un ultimátum: gobiernos, partidos y representantes populares asumen sus responsabilidades sociales contenidas en nuestras leyes o encaminarán al país por derroteros de incertidumbre y graves riesgos.
Honduras, con su asonada militar que intenta sentar precedentes para frenar los avances democráticos de la izquierda en América Latina, es un caso que no debe ser desestimado por quienes ejercen el poder en México.
La derecha internacional acecha y sus tradicionales aliados, los ejércitos de generales convenencieros, pugnan por el retorno de las dictaduras. Vistas así las cosas no resulta exagerado alertar: México cambia o la derecha ensoberbecida intentará imponerse a cualquier precio, incluso el de las armas. Cualquiera que sea el resultado final de estas elecciones, todos los actores políticos deberán respetarlo; no hacerlo será peligroso.
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