Francisco Estrada Correa
Está corriendo una campaña aparentemente ciudadana, paralela a la que hacen los partidos, tendiente a promover lo que según algunos es la única forma "responsable" de protesta frente a la partidocracia y a la irresponsabilidad de nuestros políticos. Me refiero a la promoción que se está realizando vía internet, sobre todo, para dejar de votar en las próximas elecciones, o votar pero sólo para anular el voto como expresión de "reproche".
El tema es preocupante pues la especie en que se pretende basar esta supuesta campaña anti-partidos toma su ejemplo de otras similares vividas en Europa, particularmente en España, adonde sin embargo, existe otra tradición política, incluso otro tipo de legislación electoral, y quien hizo tal convocatoria no fue un grupo aislado de ciudadanos, sino un partido al que se le negó el derecho a contender en las elecciones, y lo hicieron como una manera de hacerse presentes numéricamente, así fuera de manera simbólica.
En diferentes épocas este mismo recurso lo han empleado en todo el mundo algunos grupos políticos marginados, fundamentalmente los anarquistas, simplemente para protestar, sin objetivo concreto. En Panamá lo promovió en las elecciones de hace un año el Colectivo "Panamá Profundo", detrás del cual estuvo la muy conocida ONG ultraderechista Cáritas. Y en Argentina, la campaña por internet "Es hora de dar un escarmiento" fue todo un acontecimiento en las elecciones legislativas de 2001, pero por lo anónimo y desorganizado tampoco se tradujo en ningún cambio real.
En México, por cierto, esto ya pasó. Fue a mediados de los 50, cuando el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines quitó a los henriquistas la posibilidad de participar políticamente y canceló el registro de su partido, la Federación de Partidos del Pueblo (FPP). Ante la represión, la respuesta de éstos, de los henriquistas, fue acudir a votar cada elección poniendo el símbolo de su partido, el gorro rojo, y el nombre de su candidato Miguel Henríquez Guzmán; pero como en esos tiempos los votos nulos ni siquiera se contabilizaban, optaron por llamar al abstencionismo como forma no sólo de protesta sino de deslegitimación del régimen del PRI... régimen que a pesar del abstencionismo –que llegó a ser de casi el 80% en los comicios de los años 70- sobrevivió al henriquismo y a sus manifestaciones de protesta la friolera de más de medio siglo.
Los peronistas también recurrieron en Argentina a este tipo de convocatoria durante toda la década de los 60, pero con más suerte. Es que su acción no se redujo a eso. Subrepticiamente, a veces hasta clandestinamente, se mantuvieron unidos, fortalecieron su organización, hicieron de la resistencia civil una forma de mantenerse presentes a la vez que evidenciaban la debilidad del gobierno, de tal suerte que hubo un momento en que éste simplemente no pudo gobernar sin tomarlos en cuenta, dobló las manos y mandó llamar a Perón, que así recuperó el poder, 20 años después de que lo derrocaron.
Lo interesante en estos dos casos, es que el abstencionismo o la convocatoria a la nulificación del voto provenía de grupos políticos organizados, proscritos, y por lo mismo tenía un objetivo claro.
Aquí en México, el henriquismo no llegó más lejos porque Henríquez Guzmán murió, a diferencia de Perón; pero en todos los casos mencionados es un hecho que no se trata de esfuerzos aislados ni anónimos o de movimientos sin fronteras sino por el contrario hablamos de formidables herramientas que han incidido o buscado hacerlo en la toma de decisiones real; es decir, que forman parte de una estrategia más amplia, la resistencia civil.
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PARTE 2 - POLÍTICOS ENSIMISMADOS, CIUDADANOS ESCÉPTICOS: ¿VOTO NULO?
Francisco Estrada Correa
Escuchaba el otro día las consideraciones de Lorenzo Meyer sobre las grandes transformaciones en México. Decía él, después de hacer un breve repaso por nuestra historia y contrastarla con lo que vivimos desde el 2000, que tal parecía que la única forma que teníamos los mexicanos de cambiar era mediante la violencia.
Curiosamente este fue el mismo criterio que tuvieron quienes en su momento siguieron a José Vasconcelos en su candidatura contra el gobierno en 1929, y a Juan Andreu Almazán en 1940; y al propio Miguel Henríquez. Y por eso les reprocharon que frente al fraude no se hubieran levantado en armas. Una acendrada tradición, característica constante en nuestro desarrollo político, la violencia, que sin embargo tendríamos que empezar a superar construyendo otras vías de protesta y participación.
Estoy hablando, sí, de iniciar una nueva tradición en la que se pueda lograr la democracia sin necesidad de recurrir las armas y soltar balazos. Parte de la idiosincracia del mexicano, su proclividad a resolverlo todo a golpes nos viene de la Conquista y quizá desde antes. No acababa Hernán Cortés de someter a los indígenas, cuando dentro de sus propias filas se gesta la primera subversión, la de Cristóbal de Olid, y de ahí para adelante. Casi no hay virrey que no se encuentre frente a un alboroto. Y luego, nada más lograda la Independencia, cual si fuera pasatiempo, se suceden las sublevaciones y los pronunciamientos. Los inaugura Antonio López de Santa Anna, y los motivos, a partir de entonces, son los mismos que a lo largo de la historia de México van a prevalecer hasta bien entrado el siglo XX: por un lado, la lucha contra la explotación y los abusos extranjeros, por el otro, las campañas electorales. Nada más en este siglo, casi todos los candidatos presidenciales que se oponen al gobierno acaban llamando a tomar las armas: Madero, Obregón, De la Huerta, Vasconcelos, Antonio I. Villarreal, Almazán, Padilla... una auténtica tragedia nacional.
Henríquez trató de romper la tradición, y por eso, después del fraude del 52 convocó no a una revolución sino a la resistencia civil; pero el llamado fracasó por razones diversas.
La verdad es que así como ha predominado la violencia en nuestro país como instrumento de cambio, no existe una tradición de resistencia civil pacífica, y ese sí que ha sido en todo el mundo un instrumento de cambio efectivo.
Por eso despierta sospechas el llamado que se hace ahora, anónimamente, en contra del voto. Y por eso insisto en lo importante es que el voto nulo tenga un significado concreto. Si votar tiene algún valor, es por eso, porque es una expresión de voluntad. Y lo que necesitamos ahora son manifestaciones que redunden en fortalecimiento y no en más debilidad de nuestra democracia secuestrada por los políticos.
Me explico, el voto nulo puede ser ciertamente una manifestación de fuerza nada desdeñable cuando es empleado por una corriente política determinada o una corriente ciudadana organizada para fines concretos, sobre todo para que esa corriente no representada partidistamente haga acto de presencia y tenga manera de influir.
Pregunto: ¿A quien beneficiaría el abstencionismo o el voto nulo en las elecciones del 5 de julio próximo?
AL GOBIERNO PANISTA, AL CONTUBERNIO PAN-PRI, A LOS PARTIDOS QUE HAN NEGOCIADO EN CONTRA DEL INTERES NACIONAL.
Lo seguiremos analizando.
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