Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
Diego Miramontes de León
El 25 de noviembre de 1884 la revista de Gil Blas anuncia la novela de Emile Zolá llamada Germinal, sin embargo, en 1885 se publica la primera edición por G. Charpentier. Ediciones más actuales, como la de 1993 por Éditions du Rocher, dicen textualmente, en algo que pudiera ser el prólogo, que “dicha edición ha sido propuesta a un precio excepcional para permitir el acceso del gran público a una obra esencial”.
Efectivamente, si queremos hablar de una feria del libro que realmente promueva la lectura de todo el mundo lo primero que se debe hacer es ofrecer obras importantes de la literatura en ediciones correctamente presentadas a precios interesantes. Si no se cumplen esos tres factores, la actual feria del libro no dejará de ser la misma venta callejera de los libros que no se venden dentro de las librerías.
Regresando a la novela de Zolá, él muestra que los mineros de esa época comprendieron cómo rebelarse ante las horribles condiciones de vida en las que los mantenían sus patrones. El título en sí encierra una gran cantidad de significados, pues Germinal es el mes en el que aparece la primavera, es decir, una época de renacimiento.
También se le considera como una metáfora de la revuelta de los mineros. Para Zolá, Germinal corresponde a un mes de revolución y fusiona además a los mineros con los vegetales que brotan de la tierra. Así, la germinación de las plantas se compara con la revuelta obrera para dar origen a una nueva justicia laboral.
Étienne, el personaje principal de la novela, como desempleado y en plena crisis industrial del siglo 19, se ve obligado a trabajar en las minas de Montsou, donde encuentra condiciones de trabajo espeluznantes. Integrado con rapidez al pueblo de mineros, inicia un movimiento de revuelta, originado por las condiciones brutales de trabajo y pobreza.
La compañía reduce el salario de los mineros, con el argumento del aumento en la crisis económica, lo que obliga a los trabajadores a estallar la huelga. En respuesta, la compañía adopta una posición de intransigencia, y aunque al final de la novela no se obtiene algún logro, el personaje principal deja sembrada la semilla que provocará, en un futuro, mayor justicia al trabajador.
Sin duda, la historia de Zolá, en la que se recurre a la huega, manifiesta una situación tan diferente del enfrentamiento de mineros en Fresnillo, que exige una reflexión profunda. En este caso, la guerra se da principalmente entre sindicatos. No olvidemos que un sindicato se define como una asociación que reúne a personas físicas o morales para la defensa o gestión de intereses comunes. Dicha definición parece estar en duda después de varias décadas en las que aparecieron los sindicatos charros.
Es preciso aclarar que un sindicato charro defiende los intereses del patrón, más que de los trabajadores. En términos precisos, es una organización para la defensa de los salariados y protegidos bajo una legislación particular en la que se incluyen al menos la libertad sindical y el derecho a huelga. Sin embargo, en el gremio minero existen posiciones antagónicas de quienes cuidan y respetan su fuente de trabajo y los que defienden la postura de un líder sindical sobre el que pesan órdenes de aprensión por fraude a miles de mineros.
La lucha entre el Grupo México y el sindicato minero no es sólo por el interés de mantener salario y condiciones de trabajo y vida adecuadas para los mineros, sino que es asunto de poder de grupos o familias y venganza entre las posiciones de apoyo o rechazo a campañas electorales presidenciales.
El resultado de parar la mina San Martín, en Sombrerete, y la mina de Cananea, en Sonora, ha sido la pérdida de la fuente de trabajo de muchos obreros. La actividad minera en Fresnillo no sólo ha sostenido y desarrollado al municipio y miles de familias, sino al estado, y sin duda también al país. La presencia de grupos de choque en la entidad viola el derecho de los mineros fresnillenses a tomar sus propias decisiones, además de sumar un nuevo factor de crisis nacional.
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