Denuncian indígenas de la zona la persecución y hostigamiento de militares
Fuente: La Jornada de Guerrero
CITLAL GILES SANCHEZ, (enviada) I (enviada)
Ayutla, 7 de junio. Once años se dicen fácil, pero para los sobrevivientes de la masacre de El Charco, así como para las viudas y huérfanos, la vida no les ha sido sencilla. Han tenido que sufrir encarcelamietnos, hostigamiento, represión e incluso el asesinato de dos de los que lograron resistir a aquella matanza del 7 de junio de 1998.
Efrén Cortés Chávez es uno de los 28 indígenas que “por pura suerte” lograron eludir las ráfagas de plomo salidas de metralletas y granadas que militares y francotiradores descargaron contra 39 comuneros que llevaban a cabo una reunión de trabajo en la escuela Caritino Maldonado Pérez.
De hecho, a 11 años, aún se pueden apreciar los pozos, unos tan grandes como una bola de beisbol, otros pequeños incrustados en las paredes de la escuela y en algunas puertas de acero; los que viven ahí aseguran que ya son pocos los que se ven, pues cuando se hizo una rehabilitación al plantel se lograron taponar algunos hoyos provocados por las balas.
Sentado sobre un pedazo de cemento, Cortés Chávez recuerda aquella madrugada donde los 39 indígenas, quienes en ese momento luchaban por mejoras para sus comunidades, fueron sorprendidos por militares y francotiradores quienes “sin avisar, ni decir nada” comenzaron a disparar.
“La balacera duró desde las 3 de la mañana hasta las 7 del día, a unos les dieron y luego luego los mataron, a otros no (...) los que sobrevivimos, sobrevivimos por pura suerte porque todavía a pesar de que la gente se rindió el Ejército los masacró, por eso digo que fue suerte el que hayamos sobrevivido algunos”, recuerda.
De mirada lejana, Cortés Chávez asegura que durante las ráfagas de fuego no sintió nada, ni siquiera temor a morir pues “es tanta la presión en ese instante que el cerebro no te da para pensar, creo que todos los que estábamos ahí pensabamos en su vida, no te puedo decir que me dio miedo porque no sentía nada porque con tanto disparo ya hasta pierdes la situación de si tienes miedo o no”.
Después de varias horas intensas y de que el Ejército masacró a 11 de sus compañeros, a los 28 que lograron sobrevivir, entre ellos una sola mujer, la estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Ericka Zamora Pardo, fueron detenidos y encarcelados por dos, tres y hasta cuatro años por los delitos de rebelión, conspiración, terrorismo, asociación delictuosa y acopio de armas.
Luego de que salieron de la cárcel, comentó, vino la persecución, el hostigamiento, pues eran testigos presenciales de aquella masacre, incluso reveló que asesinaron a dos de los sobrevivientes: Leobardo Pitasio y Porfirio Hernández Pitasio “y tampoco nunca investigaron”.
Reprochó que como estuvo involucrado el Ejército, “aquí está impune, no hay instituciones para poder juzgar al Ejército, por eso lo único que queda es que las organizaciones comiencen a organizarse”, pues aseguró que las masacres tienen una sola intención del gobierno, que es el de amedrentar.
“Es como una política de escarmiento: ‘si tu protestas, ve lo que te puede pasar, yo soy gobierno y no voy a aceptar que estén contra mi proyecto y quien lo haga lo asesino o lo desaparezco o lo encierro’, y es una de las cosas muy cuestionable en esta supuesta democracia”, criticó.
Once años después, “todo sigue igual”, critica Cortes Chávez pues, dice, la política de aniquilar a las organizaciones sociales ha seguido, y como ejemplos citó la esterilización de los indígenas de El Camalote, las violaciones de Inés y Valentina, el encarcelamiento de los miembros de la Organización del Pueblo Indígena Me’ phaa (OPIM) y las recientes ejecuciones de Raúl Lucas y Manuel Ponce.
Para Margarita Joaquina Castro Morales, cuyo esposo murió asesinado en El Charco, estos 11 años han sido muy difíciles, al quedar sola con sus seis hijos, a quienes ha tenido que sacar adelante labrando el campo.
“Me siento muy destrozada, con un dolor tan tremendo que no me lo puedo aguantar, los primeros años no me aguantaba ni yo, decía que me iba a volver loca; cuesta mucho trabajo superarlo”, reveló.
Morales Castro, hermana de Guadalupe, viuda a su vez de Raúl Lucas, asegura que no le gusta recordar todo lo que ha vivido después de la masacre donde mataron a su esposo Mario García Chávez porque “duele mucho”.
Sostiene: “me llena de coraje, porque hasta hoy no hay nada, ya son 11 años, no son 11 días, y no hay nada de justicia, cada día es peor para nosotras”.
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