lunes, 13 de octubre de 2008

Viva México




Jacobo Zabludovsky
Bucareli
13 de octubre de 2008



País maravilloso el nuestro. Mientras el mundo se da de topes en la pared buscando solución a la crisis financiera, México lanza en un solo día dos planes infalibles.

Tenemos la ventaja de gozar dos presidentes. Así cualquiera. Uno es el presidente a secas, Felipe Calderón, y el otro el “legítimo”, Andrés Manuel López Obrador. El miércoles se adelantó López Obrador con un plan de emergencia y austeridad. Escasas 10 horas más tarde, Calderón lanzó el suyo, que calificó de oportuno.

Vale la pena examinar los dos proyectos, por orden cronológico. El de López Obrador recuerda que desde su campaña presidencial advirtió que la fragilidad de la economía de Estados Unidos, al borde de la recesión, golpearía a México y debían tomarse medidas preventivas. No se atendieron sus llamadas de alerta y hace un par de semanas, cuando el tsunami financiero barría bancos y bolsas, sacaron la sobada frase de la gripe, la pulmonía y los síntomas de una enfermedad que sólo padecería Estados Unidos, pobre, con su economía ruinosa, y no México, blindado, fortachón y chapeteado.

Órale, mis valientes. Se olvidaron del cuate aquel que al llegar por primera vez a Nueva York vio el Centro Rockefeller, atravesó la calle, entró a la catedral de San Patricio, se hincó y dijo: “Diosito santo, no te pido que nos saques de pobres, sólo que nos mandes una decadencia como la de estos pinches gringos”.

AMLO propone reducir a la mitad los sueldos de los altos burócratas, desde el presidente hasta senadores y diputados, suprimirles su Seguro de Separación Individualizada, los gastos médicos mayores en hospitales privados, las pensiones a los ex presidentes, los bonos discrecionales de fin de año, la compra de vehículos, los viáticos, gastos de representación, remodelación de locales, renta de oficinas, pagos de vestuario y “otros gastos corrientes”. Sólo por esto el ahorro sería de 232 mil millones de pesos.

Ese día los senadores, conmovidos, dijeron estar de acuerdo en reducir sus sueldos, pero no cancelaron la construcción de su mausoleo, que costará (cálculo inicial fácil de duplicarse) 2 mil millones de pesos.

López Obrador propone también reducción drástica en publicidad, teléfonos, fotocopias, papelería, alimentación, servicios de asesoría, donativos, combustibles, fideicomisos, etcétera. Y no más aumentos a gasolina, diesel, gas y electricidad.

El presidente Calderón consideró indispensable y urgente contestarle a López Obrador. Sólo así se explica que habiendo aparecido el miércoles ordenara el jueves una segunda cadena nacional de televisión: “En lugar de pedirles a los mexicanos otro sacrificio y otro apriétese el cinturón, lo que vamos a hacer es invertir más”. Fue lo único nuevo esa noche.

El señor Calderón trae a López en la frente, como Frida a Diego. Obsesión.

El miércoles nos dio la sorpresa del año: una refinería. López Obrador había propuesto tres. En su proyecto original de reformas a la industria petrolera, Calderón dejaba la construcción de refinerías a la iniciativa privada porque no estábamos en condiciones de financiarlas. Ahora nos da el remedio y el trapito: debe construirse, afirma, una nueva refinería con 12 mil millones de pesos acumulados en el Fondo de Estabilización de Pemex. Recórcholis, teníamos el dinero, tal vez lo encontramos en el lapso de las escasas 10 horas del miércoles. La peor de las quiebras en esta crisis ha sido la de la credibilidad presidencial.

En su mensaje de esa noche apareció detrás de Calderón un fantasma que se negaba a espantar a los mexicanos: el de la crisis tres veces negada. El gobierno recibirá 28 mil millones menos de ingresos por recaudación de impuestos y baja en el precio del petróleo. Exportaremos menos, disminuyen las remesas, bajan el turismo y la inversión extranjera directa. Tendremos “efectos negativos” en un entorno “adverso”, pero “no una crisis como las que solíamos sufrir en el pasado y que condujeron al país a la bancarrota”.

La cereza del pastel fue el intento de rescatar el peso mediante una subasta de dólares tomados de nuestras reservas por una cantidad sin precedentes: 2 mil 500 millones para empezar, 6 mil 400 el viernes y 400 más todos los días por tiempo indefinido. Si se mantiene este ritmo, pronto habremos agotado nuestras reservas calculadas en 84 mil millones.

Los tres primeros días de la subasta no contuvieron la compra de dólares, porque en finanzas, como en la vida, la falta de credibilidad inspira desconfianza.

Calma y nos amanecemos en este lunes que no augura nada bueno. Calma para 40 millones de pobres que esperan al borde del bache con agua, en un México en el que nada pasa.

Hasta que pasa.

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