lunes, 25 de febrero de 2008

Peor que la muerte, la Ley GESTAPO


domingo, 24 de febrero de 2008
María Teresa Jardí


Aunque es evidente que la mayoría de las personas y en particular los que ejercen el poder público, los que lo usurpan, los empresarios y los jerarcas de las iglesias, es decir, que la derecha que se condensa en esos grupos, hoy no lo entienden y por eso funcionan como si fueran inmortales, la única certeza del hombre es la muerte. Y, porque la única certeza de la vida es la muerte, el único bien que realmente vale la pena conservar es la vida. El que lo pierde todo es el que muere. Y, sí, quizá hay algo más allá de la muerte. Pero incluso para los que lo creen así, sin dudas, no deja de ser la muerte una aventura que se emprende de manera obligada y desconociendo el destino y el resultado final de la misma. Y por eso la muerte asusta. Asusta tanto que estoy convencida de que las religiones van surgiendo en un intento por explicarla. Los que quedamos seguimos nuestro camino. Y, sí, podemos extrañar a los que partieron antes que nosotros, recordarles y llorar porque nos dejaron, incluso más que por la partida de ellos, e incluso hablar con sus retratos. Pero ellos ya no están y los otros seguimos disfrutando los amaneceres de Mérida, a los hijos y a los nietos, de una buena película, de la última novela leída…, por señalar unas cuantas cosas cotidianas de las muchas que nos causan placer todos los días, una llamada de un amigo, una buena comida…, esas pequeñas cosas que, a mi manera de ver, son las que resumen la felicidad que como los rompecabezas se va llenando con las piezas incluso más simples hasta completar el día, no sin antes habernos deleitado con el atardecer también magnifico aquí y en otros lugares, por supuesto, igual que los amaneceres y con la luna llena como inicio del disfrute de la noche con su sueño reparador antes de comenzar, otra vez, deleitándonos con el amanecer del nuevo día.
La vida es lo único que tenemos. Y por eso también en los Estados de Derecho la vida es el bien protegido de manera primordial por la Constitución de cada país.
Y por eso la comunidad internacional se dio, luego de una confrontación que costó que veinte millones de personas perdieran la vida, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y por la importancia que tiene la vida la Organización de la Naciones Unidas exige como presupuesto, para formar parte de la ONU, que se adhieran los Estados a esa declaración mínima de garantías otorgadas a los gobernados, que no deben ser violadas por los gobiernos so pena de ser expulsados de esa organización el país de que se trate.
Ya se sabe del fracaso de la ONU debido a la cobardía de los gobiernos que han permitido que el asesino imperio yanqui la maneje como dueño. Pero, aún así, los países fingen que acatan lo que la Declaración ordena y pocos son los dictadores que se atreven a convertir en norma constitucional la violación a dicha declaración. Calderón es imperdonable y cada legislador que vote a favor de la Ley GESTAPO, además de traidor a la patria, es un canalla miserable.
La LEY GESTAPO desde el punto de vista jurídico es una equivocación. Desde el punto de vista moral es una aberración. Desde el punto de vista ético es abominable. Desde el punto de vista humanitario es un crimen monstruoso contra los mexicanos. Desde el punto de vista religioso condena al pueblo a ser crucificado, una y otra vez, como lo fue Cristo, por los mismos adoradores del becerro de oro.
Peor que la muerte es la tortura que muchas veces acaba con el asesinato de la persona y que siempre, aunque no la asesine físicamente, acaba con la dignidad de ser humano de quien la sufre. E infinitamente peor todavía es la desaparición de una persona que siempre es familiar, padre, hijo, madre, amiga, vecino, nieto, sobrina, compañero de trabajo de otras personas, a las que ya para siempre los deja vulnerables y con la vida destruida.
Criminal sería la LEY GESTAPO, aunque no se tratara de imponerla en México, país sin policía, en manos de delincuentes.
Espantable en México es esa Ley Maldita que hace merecedores a los que imponen de todas las desgracias que el Apocalipsis señala para ellos y para sus familias por el resto de las generaciones que les sobrevivan.
De ese tamaño es el horror del contenido incalificable de la LEY GESTAPO.
S
i entrega Felipillo el petróleo podemos los ciudadanos buscar alternativas a ese bien no renovable.
Pero legalizar el fin de las garantías individuales nos plantea vivir aquí el fascismo que revive los hornos de Hitler.

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