Sábado, 04 de Diciembre de 2010 00:00
Escrito por Oscar Daniel Prado Ramírez*
El pasado 19 de noviembre, Joel Martínez, estudiante de la Facultad de Humanidades se dirigía a su casa. Salió de la escuela a las 11:40 de la mañana y al alejarse, aproximadamente a 200 metros de la escuela fue interceptado por una patrulla de la policía municipal, con número 2733 (la cual ya había observado a Joel una noche antes y unos minutos antes del hecho). Descendieron rápidamente dos elementos. Le dijeron en tono agresivo que lo iban a revisar, a lo cual él no se opuso.
En seguida lo comenzaron a intimidar a través de frases como “¡te vamos a encontrar el clavo!”, “¡andas bien pasado, verda!”. Lo hicieron poner sus pertenencias (un celular LG, una grabadora de audio/mp3 para sus tareas y cincuenta pesos) dentro de la patrulla y le sacaron todo de las bolsas.
Le encontraron té de jazmín en un papel y enseguida le dijeron: “¡ya te chingaste!”, “¡te vamos a llevar al MP!”, “¡te van a poner una madriza los federales!”, “¡es ilegal traer cualquier yerba!”, “¡ahorita te vamos a coger!”.
Joel trató de explicarles que eso no era marihuana, a lo cual respondieron con empujones y esposándolo, lo cual provocó una lesión en la muñeca derecha, que se extendió hasta el dedo pulgar. Lo obligaron a bajarse los pantalones para revisarlo. Le hicieron que se quitara los zapatos para revisarle los calcetines.
Después de varias amenazas (“¡te va salir la multa como en seis mil pesos!” ,“¡no vayas a ir de puto, porque vas a valer verga¡”) le dejaron ir a cambio de sus pertenencias; las cuales se quedaron en la patrulla.
El punto nodal del asunto es la criminalización por la apariencia de algunos jóvenes que encuentran una identidad que se les estigmatiza, se les margina de la sociedad actual. Muchos de estos jóvenes son vulnerados, junto a otros grupos (adictos, mujeres, travestis, homosexuales, niños, niñas) por una desaprobación social, que provoca su subordinación frente a identidades calificadas de “correctas” por la moral en turno. El hecho de que estén vulnerados implica un agresor, alguien que ejerce una violencia ya sea verbal, psicológica o física. El agresor usa la descalificación o subordinación que se ha construido sobre ciertos estereotipos para ejercer una violencia con fines de dominio, lucro u otro abuso. Las preguntas son ¿estos delincuentes uniformados que patrullan alrededor de la UAEM son seguridad para la comunidad? ¿Existe un hostigamiento hacia la comunidad universitaria? Finalmente, el caso se turnó a la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos.
*Estudiante de Antropología de la Facultad de Humanidades UAEM.
Fuente: La Jornada de Morelos
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