miércoles, 12 de mayo de 2010

Glocalfilia:Adaptación al cambio ambiental y proyectos de nación

Martes, 11 de Mayo de 2010 00:00
Escrito por Germán González Dávila

En el marco de un mundo globalizado en crisis económica, ambiental y de seguridad estratégica, México transita una compleja ruta que hiere muchos puntos sensibles de la vida colectiva nacional. El panorama social y económico del país se caracteriza por un debilitamiento de la cohesión social, la ampliación de la brecha entre una pequeña elite adinerada y la mayoría de sus habitantes, el empobrecimiento de un enorme segmento de la población, el crecimiento de la informalidad, la pérdida de productividad y de competitividad, la degradación del medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales, el incumplimiento de la ley, y el crecimiento de la delincuencia organizada.

Sin embargo, el Estado mantiene políticas que inducen al estancamiento, la desigualdad, la inseguridad, el deterioro ambiental y el debilitamiento cultural. Los programas de solidaridad social son insuficientes e inadecuados. La deteriorada situación económica obstaculiza los esfuerzos de los ciudadanos para realizar sus legítimas aspiraciones sociales, culturales, políticas y espirituales. El grado de formalidad alcanzado por la democracia electoral no logra traducirse en una mejoría de los grados de bienestar y no se amplía hacia la democracia social, lo cual debilita la credibilidad en las instituciones del Estado.

En este contexto, la crisis ambiental global incrementa costos sociales de una larga historia de crisis económicas recurrentes, en tanto que el cambio climático llega a agudizar la degradación del medio y el agotamiento de los recursos naturales. Si a principios del siglo XX, un mil 650 millones de habitantes todavía podían considerar al mundo relativamente “vacío” y, por consiguiente, se plantearon colonizarlo a fin de aprovechar todos sus recursos; a principios de este siglo XXI casi 7 mil millones de habitantes ya lo “llenamos”, con patrones dominantes de consumo que agotan los bienes terrenales, y patrones dominantes de producción que contaminan y degradan al medio ambiente (www.un.org/esa/population/).

El resultado de la ecuación es que el equilibrio termodinámico entre la economía y la biosfera se ha roto. El éxito demográfico de Homo ha desequilibrado los ciclos del carbono, del nitrógeno y del fósforo, generado agujeros en la capa de ozono, puesto los recursos hídricos bajo estrés, destruido hábitat, y provocado la sexta gran extinción de biodiversidad en la historia de la Tierra. Como aprendiz de brujo, Homo sapiens incrementa su probabilidad de extinción al ritmo que hiere la integridad de los ecosistemas que sostienen su vida en el planeta. ¿Qué hacer?

Luego de la segunda guerra mundial la comunidad de naciones se reconstituyó bajo la forma de Organización de las Naciones Unidas (ONU: www.un.org/es/), el gran espacio para la solución de controversias y conflictos de interés entre las naciones, trátese de cuestiones de seguridad estratégica, económicas, sociales, o ambientales. No siempre funciona como debiera, ya lo vimos en 2003, cuando Bush junior hizo la segunda guerra en el Golfo Pérsico a pesar de la decisión en contrario del Consejo de Seguridad de la ONU –excepto por el Reino Unido, y la España de Aznar.

En realidad, puede observarse que la capacidad de intervención de los diversos organismos de la ONU es muy limitada y que sus ciclos de construcción de políticas toman demasiado tiempo. Pero es el único instrumento internacional multilateral del que disponemos para asegurar la paz y es el espacio fundamental de concertación sobre los grandes temas globales, como la seguridad alimentaria, la disponibilidad de recursos hídricos, la seguridad energética y la seguridad estratégica de los asentamientos humanos y de las grandes infraestructuras –temas que los principales instrumentos ambientales internacionales abordan, como el convenio sobre la diversidad biológica (CBD) y las convenciones de lucha contra la desertificación (CNULCD) y sobre el cambio climático (CMNUCC).

La lucha contra el cambio ambiental (no sólo el climático) global es pues un asunto de seguridad estratégica multilateral; tiene que ver con opciones de desarrollo y con proyectos de nación, e involucra posicionamientos internacionales frente a los grandes problemas globales. Luego de la multicitada reunión de Copenhague y del Acuerdo que lleva su nombre, en este año 2010 México pone a prueba su capacidad para presidir la décimo sexta Conferencia de las Partes (COP16) de la CMNUCC; presidencia que significa más que solamente ofrecer la sede –Cancún–, poner las instalaciones y coordinar la realización de la reunión.

¿Cómo se cruzan los objetivos nacionales con los objetivos de los grandes acuerdos multilaterales? ¿Cómo debe entonces México posicionarse en el desarrollo y adopción de reglas internacionales para descarbonizar la economía global? ¿Cuál debiera ser la propuesta, novedosa, de México, sobre adaptación? Ya el punto uno del Acuerdo de Copenhague reconoce los impactos críticos del cambio climático y hace énfasis en la necesidad de establecer un programa integral de adaptación, con ayuda de fondos internacionales.

La COP16 podrá considerarse exitosa si la comunidad de naciones, bajo el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas (en función del grado de desarrollo de cada país), logra acuerdos sobre cuánto, cómo y cuándo asumirán límites las economías que generan la mayor parte de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI); cosa indispensable y urgentísima para mitigar la dimensión de los impactos adversos.

Pero si vamos al fondo de las cosas, de la COP16 debieran derivar las primeras reglas claras para definir cómo, dónde, cuándo y cuánto se desarrollarán capacidades de adaptación ante los impactos adversos provocados por el calentamiento global. México posee capacidades de prevención, alerta temprana y respuesta a la altura de la variabilidad climática, pero no para las dimensiones del cambio climático global. La adaptación al cambio ambiental global requiere verdaderas capacidades de planeación del desarrollo, de política industrial, y de ordenamiento territorial. Instrumentos indispensables para todo proyecto de nación, pero que México todavía no tiene y no se ve que el gobierno federal aproveche su presidencia de la COP16 como palanca para orientar y centrar el debate republicano sobre los grandes ejes para un proyecto de nación: seguridad, crecimiento económico, política industrial, solidaridad social, sustentabilidad ambiental, gobernabilidad…

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Fuente: La Jornada de Morelos
Difusión: soberanía popular

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