jueves, 1 de octubre de 2009

La mujer silenciada; del dicho al hecho


Fuente: La Jornada de Zacatecas

Redacción

Leticia Puente Beresford

Nueva York. Una y otra vez los derechos de las mujeres, de las que integramos la otra mitad del cielo, o mejor dicho, la mitad del cielo más una –o sea yo– están siendo manoseados.

Pese a haber avanzado en un proceso electoral, en el nombramiento del nuevo titular de algún organismo internacional o de la puesta en marcha de nuevas políticas educativas, laborales, culturales, de entretenimiento o de salud; siempre pasa algo que hace retroceder, modificar, tachar, borrar o simplemente negar que como mujeres tenemos derechos y también contamos.

Así es, me refiero a que en todo momento las leyes y reglamentos creados para una convivencia entre lo que somos, seres humanos, mujeres nacidas en una sociedad, en la que estamos obligadas a respetar esas leyes que se crean para una mejor convivencia, cada vez que las conocemos, las aplicamos y nos van bien en los términos finales de éstas.

Nos hacen justicia, salen a flote intereses y economías que no sólo envían mensajes cruzados a las mujeres, sino que desvirtúan los derechos ganados a pulso, y por esos nuestras víctimas. Mujer, tienes derechos. Así es, mujer, tienes derechos, pero no todos ni todo.

Y lo peor, no eres sujeta de derecho. Y es precisamente en ese tenor, en el del derecho, en el que hoy, a pleno sol, los crímenes se perpetúan en contra de las mujeres. Así empiezan a silenciarnos.

Aquí tienes el derecho, pero no a decidir por ti, no eres objeto de derecho. Aun con todos tus derechos civiles y humanos, no tienes edad ni derecho a decidir y mandar sobre tu cuerpo.

En todo el mundo comenzó una campaña en contra del derecho a decidir de las mujeres sobre sus cuerpos, sobre su derecho a decidir y donde hoy todo mundo tiene metidas sus manos en el tema, en mi derecho a decidir si me embarazo, cuántos embarazos y de quién me embarazo.

Y es aquí cuando se discute si se aprueba la ley universal de salud, en que el derecho a decidir la práctica de un aborto, nuestro derecho está polarizando a la nación.

El plan de salud universal, dicen los ultra conservadores y los que no lo son, no debe cubrir los gastos por aborto. Y lo peor de esa discusión es que lo ya ganado por las mujeres en los planes de salud privados de cobertura por ese tipo de servicios médicos corre el riego de ser borrados.

Nancy Keenan, presidenta de Naral Pro-Choice America, argumenta que están en este caso los subsidios de cobertura para el aborto y prevé que si el proyecto de ley no pasa, vendrán los bloqueos presupuestales, de tal suerte que las aseguradoras privadas detendrán sus planes porque la Federación ya no subsidiará su programa de aborto.

Lo peor del asunto, dijo Keenan al New York Times, es que las mujeres que hoy tienen esa cobertura –por aborto– la perderán. Y, para variar, la Conferencia de Estados Unidos de Obispos Católicos, quienes por décadas se han dedicado a persuadir al gobierno de proporcionar salud y seguridad universal, continúan su cometido, ya que, dicen, seguirán en una posición opositora, hasta que se niegue el uso de subsidios a los planes que cubran abortos.

Están manoseando nuestro derecho a decidir, toda vez que las mujeres no tenemos nada que ver con los números fríos de nuestras víctimas contadas, que son esas mujeres que pierden la vida cuando deciden interrumpir un embarazo no deseado o forzado o producto de una violación sexual, o porque su vida corre peligro.

Nada, no son algo esas mujeres que pierden la vida. Y no son algo porque, por desgracia, ya no tienen algo qué decir, porque pasaron a formar parte de ese silencio desde el cual ya no pueden exigir justicia ni el derecho que tenemos las mujeres a decidir sobre nuestros cuerpos.

Así es, esa otra mitad del cielo, más una, continúa sin ser objeto de derecho. Qué más violencia, qué más abuso, qué más discriminación. Las mujeres no queremos más silenciadas. Las mujeres optamos por ser objeto de derecho, por ser libres, libres de decidir sobre nuestros cuerpos. Estamos cansadas de ser esa parte de la ley manoseada, y más aún, de ser silenciadas. (CIMAC)

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