jueves, 30 de julio de 2009

Lo vimos, lo vivimos


Fuente: La Jornada de Zacatecas

Redacción

Soledad Jarquín Edgar

Hace unos días se presentó un nuevo libro sobre el movimiento político-social de 2006, se llama Lo vimos, lo vivimos. Es el recuento de un movimiento que despertó a un pueblo, un libro impulsado por un grupo de mujeres y hombres muy jóvenes, distinto a los otros que hay sobre el mismo tema, porque fue escrito por las y los protagonistas de aquellos días difíciles.

En el libro se encuentran 20 testimonios, narrados en diferentes técnicas periodísticas y de literatura, resultado del taller de Periodismo Creativo que medios alternos como Revolucionemos Oaxaca, junto con la Universidad de la Tierra, impulsaron en octubre del año pasado. Uno de los resultados, dicen sus autores y autoras, es que fue curativo.

Sin duda, en la obra se puede palpar la sensación de invalidez que sintió la gente frente al uso y abuso de la fuerza policiaca. También está vigente el reclamo y con palabras se da forma material al miedo profundo. Refleja la indignación de la sociedad oaxaqueña y las batallas ganadas que no alcanzaron para salir victoriosos de la guerra.

En los textos hay una crítica a la sensación de traición de algunos líderes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

En la obra no se ve a la APPO, en cada palabra se observan mujeres y hombres que cuentan su propia historia y hacen con ello la historia colectiva de un movimiento que cimbró todo el poder local y federal, es decir, a la clase política, la que gobierna hoy, porque las y los electores no quieren ejercer el privilegio de votar.

En Oaxaca el abstencionismo en el pasado proceso electoral fue de 58.8 por ciento y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), dirigido por Jorge Franco (a quien se acusa de ordenar el violento desalojo magisterial la madrugada del 14 de junio), ganó con 16 por ciento del padrón electoral.

En Lo vimos, lo vivimos están contados sucesos como el fallido desalojo del plantón magisterial en el Zócalo y que originó, días más tarde, la creación de la APPO; el enfrentamiento del 2 de noviembre entre policías federales en Ciudad Universitaria y la intromisión de los pefepos el 25 de noviembre, la última batalla.

Asimismo, la violenta persecución de maestros y maestras en Santa María Coyotepec y sus rostros de muerte-miedo corriendo para no ser alcanzados por habitantes azuzados por el poder para levantar el plantón frente a lo que entonces operaba como “Casa oficial”.

En el libro las mujeres también escriben sus vivencias, como la que podría definir la marcha de las ciudadanas el 1 de agosto, llamada la Marcha de las Cacerolas y la toma de las instalaciones de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión para dejar sin instrumento de difusión al gobierno estatal.

Los testimonios reflejan las ganas que alguna parte de la sociedad oaxaqueña tenía de cambiar el destino de Oaxaca, intención que ya no se vio el pasado 5 de julio.

Pero también refleja el desencanto, las vidas lastimadas, la traición de dirigentes convertidos en diputados o que viven fuera del país, como señala Ramón López Reyes, quien en poesía cuenta la contraofensiva del 25 de noviembre de 2006, cuando “la noche esparce el incienso picante”.

Es la historia de un movimiento escrito por sus protagonistas directos, quienes muestran la carne viva del Oaxaca oprimido desde hacía mucho tiempo por varias generaciones, señala Ildefonso Reyes Soto en Conocer Oaxaca, algo fascinante.

Las autoras y autores se visibilizan, muestran su existencia, toman su lugar en la historia y ésta ya no tiene regreso, se quedará en el para siempre. Esa veintena de narraciones será la mejor defensa contra quienes aseguran que nada pasó entonces, que eran una bola de revoltosos encapuchados, es más, ni siquiera eran de Oaxaca.

Ese es finalmente el sentimiento que mueve la obra, dejar un testigo que pueda trascender el tiempo. Sin héroes ni heroínas Lo vimos, lo vivimos narra las vivencias de personas desde el que pegó propaganda en las paredes y la que llevó café a las barricadas, como escribe Itandehui Santiago Galicia.

En Voces al aire, ella se descubre solidaria y combatiente, redescubre su derecho a ser escuchada. Están ahí los marcharon por las calles y gritaron consignas hasta quedarse sin voz, las que temblaron de miedo frente al miedo de los otros y luego con ese miedo que les ardía en la conciencia hicieron vallas humanas frente a los pefepos.

En el libro de las ciudadanas y ciudadanos están los y las que rompieron los muros de sus casas y encontraron la ciudadanía en las calles siguiendo el hilo de la protesta. Por eso leer Lo vimos, lo vivimos es la mejor noticia de los últimos días, en que se hace oficial lo que ya sentíamos.

Está el aumento de la pobreza en México o los sangrientos episodios cotidianos del “combate” al narcotráfico, el fallido ejercicio de la democracia o el circo de que finalmente el Tri ganó la Copa de Oro y que muchos mexicanos festejan hasta quedar sin sentido. Yo creo –ingenuamente– que lo hacen anestesiados para no mirar la realidad.

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