viernes, 17 de abril de 2009

Impunidad minera

CARLOS GONZÁLEZ GARCÍA

Fuente: La Jornada de Jalisco

1 Una vez más las empresas mineras se aposentaron en las tierras que pertenecen, bajo el régimen ejidal, a la comunidad nahua de Ayotitlán. A la brava, sin concesión minera de por medio, sin las autorizaciones en materia de impacto ambiental indispensables para cualesquier actividad minera, sin las licencias municipales correspondientes y, lo que resulta principal en este torvo asunto, sin el permiso de ocupación temporal previsto en el artículo 19 de la Ley Minera vigente, mismo que únicamente puede ser otorgado por la asamblea de ejidatarios de Ayotitlán expresamente convocada para ello; hace un par de días un pelotón de trabajadores patrocinados por tres sujetos de apellido Páramo iniciaron la construcción de caminos y terraplenes en el paraje conocido como Mojoneras con el propósito de extraer una parte de los cuantiosos minerales ferrosos que se localizan en el sur de Ayotitlán.

Ante la intrusión de estas personas en tierras que no les pertenecen y siendo de sobra conocida la pasividad de las autoridades gubernamentales para impedir tales desacatos a las leyes, la reacción de la comunidad no se hizo esperar, pues, encabezada por el Comisariado ejidal y el Consejo de Mayores, paró los trabajos que desvergonzadamente destruían los estratégicos bosques localizados en la zona de influencia de la valiosa Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán.

2. Ciertamente no es la primera vez que empresarios mineros invaden y destruyen las tierras de Ayotitlán con el propósito de extraer los minerales que duermen en su seno. A finales del año 2007 una empresa china con sede en la ciudad de Manzanillo, la Comercializadora Internacional de Minas, ocupó ilegalmente un predio que se localiza muy cerca del invadido por los hermanos Páramo.

En aquel entonces “los chinos” –como se les conoce por el rumbo– ocuparon la parcela de don Lino Roblada, ejidatario y autoridad tradicional de Ayotitlán. Sin permiso alguno y sin la anuencia de la asamblea de ejidatarios, destruyeron las milpas, derribaron árboles y extrajeron grandes cantidades de magnetita en el paraje denominado “La Mina de las Piedras Bolas”.

En aquella ocasión los ejidatarios también tuvieron que presentarse en el lugar de los hechos y paralizar, por mano propia, las actividades mineras de “los chinos”. Posteriormente, los ejidatarios obtuvieron un amparo que ha sido infringido una y otra vez por la Comercializadora Internacional de Minas en sus múltiples intentos por continuar la explotación minera.

3. Unos años antes, entre julio y diciembre del 2005, el Consorcio Minero Benito Juárez-Peña Colorada, empresa trasnacional que durante años ha explotando los ricos yacimientos ferrosos que se localizan en el mineral de la Peña Colorada, el más cuantioso del país, pretendió ampliar sus actividades hacia el paraje conocido como la “Piedra Imán”, dentro de los terrenos ejidales de Ayotitlán. La movilización organizada por el Consejo de Mayores más la interposición de un amparo lograron frenar la tentativa del Consorcio por seguir ensanchando su vastos lotes mineros –y sus bolsillos– a cuenta de la pobreza de los nahuas de Ayotitlán.

4. En esta reciente historia de despojos y resistencia indígena destacan dos cuestiones; la primera es la impunidad con que actúan las empresas mineras, ocupando tierras que no les pertenecen, destruyendo bosques que resultan estratégicos para el equilibrio natural de la región y alterando la vida y el territorio de una comunidad milenaria sin consideración ni respeto algunos.

Se trata de individuos y empresas que delinquen, cometen infracciones administrativas y violan derechos humanos sin que ninguna autoridad gubernamental se atreva a meter siquiera las narices. Pareciera ser que la Sierra de Manantlán se encuentra al margen del estado de derecho, en las nebulosas fronteras de la colonización porfiriana que provocó el despojo y exterminio de multitud de pueblos y comunidades indígenas. Pretenden los mineros la reorganización del territorio nahua a su antojo y a despecho de las leyes vigentes en este país. Es en dicha tesitura que los conquistadores del far west mexicano rebautizan al paraje Mojoneras como lote minero “Páramo” o a la Mina de las Piedras Bolas como predio minero “Los Juanes”.

La segunda cuestión que hemos de destacar es la terca resistencia de Ayotitlán que en su digna lucha no únicamente se defiende de la surrealista y trasnacional invasión de unos tales “chinos”, “juanes” o “páramos”, sino que garantizando la pervivencia de los bosques de Manantlán y del territorio que ancestralmente ha ocupado, también siembra futuro.

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