Marcos Chávez M. (Primera de dos partes)
Suave patria: el niño Dios te escrituró un establo
y los veneros de petróleo el diablo
Ramón López Velarde, Suave Patria
y los veneros de petróleo el diablo
Ramón López Velarde, Suave Patria
El engendro de “reforma energética” que un grupo de legisladores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) –encabezado por Manlio Fabio Beltrones– envió al Congreso no constituye más que el nuevo caballo de Troya, por medio del cual el derechista y neoliberal grupo de poder, que tomó por asalto al Estado mexicano, pretende pisotear descaradamente la Carta Magna para reprivatizar la industria petrolera.
De acuerdo con el documento citado del antiguo partido de Estado, su propuesta sigue los siguientes pasos: formalizar el descuartizamiento de la industria petrolera en varias empresas; crear un consejo de administración con una mayor autonomía y con un manejo discrecional de Petróleos Mexicanos (Pemex) y sus futuras filiales; abrir las puertas a la inversión privada nacional y extranjera, que realizarán las obras a nombre del organismo; legalizar la repartición de la renta petrolera entre la propia paraestatal, el gobierno federal y el empresariado (el pago de dichas obras y servicios y con la emisión de bonos); y concederle al consejo de administración la determinación de cuáles de las filiales podrán ser consideradas como no prioritarias para desaparecerlas o desincorporarlas, el eufemismo utilizado por los neoliberales para reprivatizarlas en el futuro.
Ese bloque mafioso, que ha saqueado y dilapidado el patrimonio nacional con la mayor impunidad, ha recurrido ahora a los oficios de ese grupo de priistas, que no tienen escrúpulos ni principios partidarios, a los que oportunistamente se han sumado la pandilla de la “nueva izquierda”, representada, entre otros, por Jesús Ortega, Guadalupe Acosta, Ruth Zavaleta y Graco Ramírez, para apoderarse de los despojos de Pemex, una vez que los calderonistas han naufragado y quedado desacreditados frente a la sociedad.
A esos grupos palaciegos –que se reparten influencias y prebendas desde el Congreso y los distintos partidos, que han secuestrado a las instituciones políticas para favorecer a los intereses la oligarquía mexicana, el capital extranjero, los imperios mediáticos, la iglesia católica y los suyos propios– nada les ha importado que la mayoría de la población rechace la pretensión reprivatizadora del sector petrolero o que durante los foros organizados por el Senado un gran número de especialistas haya desnudado el verdadero fondo desnacionalizador de la propuesta calderonista y mostrado que existe una amplia gama de opciones viables para reestructurar y consolidar a Pemex, sin necesidad de entregarla a la voracidad empresarial, sin violentar la Constitución y restableciendo el imperio de las leyes.
No deja de ser llamativo que apenas había terminado dicho foro y los priistas ya daban a conocer su proyecto que dejó de lado una gran cantidad de propuestas de los participantes; lo que lleva legítimamente a pensar que aprovecharon ese tiempo para negociar con el gobierno la reprivatización petrolera.
Ellos, que como el neoporfirista Jesús Reyes Heroles –acusado por el auditor superior de la Federación, Arturo González de Aragón, de manejar arbitraria y turbiamente a Pemex (La Jornada, 30 de julio de 2008)– catalogan a la población de retardados mentales incapaces de participar en la discusión de los grandes problemas de México, serán responsables de un eventual estallido social: única forma legítima que dejan para tratar de defender los recursos nacionales. Frente a estos ultrarreaccionarios, el dictador Porfirio Díaz –quien suponía, aunque sea retóricamente, que el pueblo ya estaba preparado para la democracia– resulta un “liberal”.
Una vez que han comprobado que la derecha gobernante es la verdadera enemiga del país; que la supuesta “transición democrática” no es más que una falacia, “una coagulación oligárquica” como la calificaría Porfirio Muñoz Ledo, y que lo que sigue prevaleciendo es el despotismo, la ilegalidad y la impunidad del bloque dominante neoliberal, ellos son los que polarizan a las clases sociales y la empujan hacia el precipicio.
La decisión de los priistas por realizar la contrarreforma petrolera puede explicarse por una sencilla razón: como sus paisanos sonorenses Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Abelardo L. Rodríguez, el mercenario Fabio Beltrones ve la silla presidencial y quiere encaramarse en ella a partir de 2012. Supone que, al hacer el trabajo sucio, el “bloque de poder económico y político” –para usar las palabras del politólogo Arnaldo Córdova (La Jornada, 27 de julio de 2008)– “le entregará el poder”, como en su momento lo hizo con Vicente Fox, en la parodia de “transición democrática”, y a Felipe Calderón, con el golpe de Estado técnico. Sin más que sus compromisos personales, como “vicepresidente de facto” en las catacumbas del poder, como alguien que sabe que las elites estarían dispuestas a otra “transición” –ahora del PAN al PRI– y a encumbrarlo a la Presidencia ante el miedo que les representa Andrés López Obrador o Marcelo Ebrard, pese a su difuso izquierdismo. Fabio está dispuesto a hacerles el trabajo sucio.
En la dialéctica del amo y el esclavo, Fabio está dispuesto a convertirse en el siervo y traicionar a la nación. Si Obregón y Elías Calles tomaron la Presidencia a sangre y fuego y consolidaron un régimen “nacionalista”, Fabio aspira a cerrar la parábola histórica terminando por destruir el antiguo régimen, “guanajuatizar” a México, en beneficio de los hombres de presa y sus intereses particulares. Quiere ser el esperpento capo di tutti capi.
Dicen los priistas: “Nuestra iniciativa es integral. Es congruente con los principios y valores históricos (del) PRI. Está apegada estrictamente a la Constitución. Busca la modernización (petrolera), sin privatizaciones abiertas o simuladas. Sin privatizar el aprovechamiento del petróleo ni la renta petrolera, sin contratos de riesgo, sin privatizar los activos o las actuales actividades de Pemex, sin ceder a los particulares áreas de trabajo que corresponden al organismo, como los de refinación, almacenamiento y manejo de ductos. Por ello, hemos tomado la determinación de presentar una iniciativa (…) en la cual retomamos gran parte del contenido de la iniciativa del Ejecutivo Federal del 8 de abril”.
Quien suponga que Fabio y demás priistas aspiran a aprobar en el Congreso la iniciativa petrolera reprivatizadora calderonista con piel de cordero se equivoca de manera rotunda. Lo aceptan claramente. No hay lugar a equívocos. También yerran el tiro quienes crean que es un documento original de Calderón. En sentido estricto, es de los priistas que, con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, en una alianza entre los poderes económico y político, decidieron voluntariamente convertirse en parias de los grandes empresarios. Dice Muñoz Ledo: “El desastre petrolero es huérfano, carece de autores, aunque abunden los saqueadores”. La derecha de diverso pelambre –priistas, panistas, empresarios, profesionistas, oportunistas, los medios, la iglesia católica y demás parásitos– reclama la reprivatización disfrazada, pero de manera vergonzante. Pocos desean asumir abiertamente la paternidad del engendro. Dos son los legítimos padres putativos: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, cancerberos del Consenso de Washington.
¿A qué “principios y valores históricos (del) PRI” se refieren Manlio y demás? ¿El “nacionalismo revolucionario, que nacionalizó las industrias petrolera y eléctrica, la banca, que repartió tierras? ¿O el reprivatizador? ¿Aquellos que construyeron la nación surgida con la revolución mexicana? ¿O los que la destruyeron y la sustituyeron por la neoliberal y han convertido a la riqueza nacional en botín? Cínicamente optaron por el lenguaje esópico. Señor Manlio y demás: no olviden que Fox y Calderón sólo les tomaron prestados su “principios y valores” neoliberales y los bañaron en incienso.
El panismo se mimetizó en priista. A la alianza que ustedes edificaron sólo le agregaron el ropaje cristero de “santa”. Ustedes ahora quieren recuperar el monstruo. Si existiera la sinceridad en la política y, en especial, en ustedes, aceptarían que su única seña de identidad es el aventurerismo priista, comerciable con la contrarrevolución neoconservadora. Son políticos vendibles al mejor postor. Como buenos fulleros aprendieron ventajosamente la lección de sus maestros De la Madrid, Salinas y Zedillo.
En la siguiente entrega citaremos diferentes partes del documento de los priistas que confirman sus pretensiones privatizadoras.
Revista Contralínea / México
No hay comentarios:
Publicar un comentario