jueves, 8 de mayo de 2008

MADERO, LA PRIMERA GRAN VÍCTIMA DEL PETROLEO

Del Correo, este artículo enviado por el buen amigo Emilio Carrillo

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• Dicen que la Historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan.

C. Sée


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Mucho antes de que se reconociera su importancia en la vida de los hombres, el petróleo -así como las demás sustancias del subsuelo- había sido considerado como propiedad del Estado.
Las Reales Ordenanzas promulgadas por Carlos III, en mayo de 1783, y que constituyen la primera Ley de Minas redactada especialmente para la Nueva España, estatuyen con claridad: "Artículo 1. Las minas son propias de mi Real Corona".
El gobierno de Manuel González, olvidando esta tradición de siglos expidió un Código de Minería, el 22 de noviembre de 1884, que reconocía a los "dueños del suelo", la libertad de "explotar y aprovechar", sin "necesidad de denuncio de adjudicación especial", el carbón, el hierro y el petróleo.
Y Porfirio Díaz, después de reforzar con su Ley Minera de junio de 1892 esta libertad del dueño del suelo a explotar el petróleo, sin que "en ningún caso" necesitara de "concesiones especiales", abrió las puertas del país con su ley de 1910, a las empresas extranjeras -únicas que estaban en condiciones de organizar grandes empresas para la explotación del suelo- al concederles el privilegio de exportar petróleo sin pagar impuestos y de importar libre de todo gravamen maquinaria para refinación, tubería, accesorios, tanques de almacenamiento.
Así se establecieron en México los monopolios que durante su permanencia en el país succionaron, en beneficio propio, las riquezas del subsuelo, violaron las leyes de la nación y ejercieron una presión violenta sobre las autoridades y el gobierno.

Desde 1901 a 1911, las compañías exportaron un poco más de 25 millones de barriles de petróleo "sin pagar un solo centavo de impuestos" al gobierno del país. El Aguila pagó dividendos de 8% a sus aaccionistas y ganó en ese año algo más de 4 millones de dólares.
Madero, que varias veces había manifestado una tendencia abierta a combatir los monopolios ("daré garantías al capital extranjero declaró en agosto de 1911, en su programa de gobiernoo-: en cambio, no gozarán deningunos privilegios ni permitiré la implantación de monopolios…"), intentó patrióticamente sacar para México algún beneficio de las enormes ganancias que el petróleo proporcionaba a ls compañías extranjeras.
Para tal fin, el gobierno de la República hizo extender los impuestos de la Ley del Timbre a la explotación del petróleo, gravándola con la insignificante suma de 20 centavos por tonada, lo que equivalía a un poco más de 3 centavos por barril.
Esto provocó la indignación de las compañías y particularmente del embajador norteamericano Lane Wilson, que estaba ligado directamente al petrolero Doheny y tenía contactos, por medio del senador John Wilson, su hermano, con diversas empresas del vecino país. Sin el más mínimo respeto por el país ante el cual estaba acreditado, el embajador protestó en forma violenta y grosera, por lo que él consideraba "discriminatorio y casi confiscatorio impuesto de exportación sobre los productos pretoleros".

Representante típico de la "diplomacia" del garrote, Lane Wilsn envenenó constantemente al gobieno de su país con informes alarmantes y falsos, en los cuales hablaba de la "discriminación" puesta en práctica por el gobierno de Madero contra las empresas norteamericanas. Insistió en el estribillo de los impuestos "confiscatorios" (de 3 centavos por barril); se atrevió a hablar de la "gran paciencia" de los Estados Unidos hacia nuestros países dijo lo que su imaginación le dictó acerca de hipotéticas amenazas de "confiscaciones'", "persecuciones" de ciudadanos norteamericanos, de "expulsiones arbitrarias", entre otros.
Fue tan persistente venenosa su acción que el presidente Taft creyó necesario advertir a nuestro embajador en Washington que "si la situación empeora no tendría más remedio que convocar al Congreso para consultarle sobre la manera de enfrentarse a la situación mexicana".
Poco antes, del Departamento Naval había mandado hacia las costas de México a un barco "verdaderamente formidable", para "aumentar el prestigio" de los Estados Unidos ante los ojos de los mexicanos.
El 15 de febrero de 1913, el embajador Lane Wilson afirmó en una reunión del cuerpo diplomático que Madero era "un necio y un incompetente". Luego, asentando un puñetazo sobre la mesa, gritó colérico: "Voy a imponer el orden".
Ya todos sabemos cómo el antecesor de Peurifoy -representante de United Fuit en Guatemala, que organizó el golpe de Estado contra el gobierno del presidente Arbenz- impuso el orden: primero se atrevió a sugerir al Presidente de la república que dimitiera de su cargo; después lo amenazó con el desembarco de marinos norteamericanos; más tarde estimuló a los rebeldes de la Ciudadela y, por fin, armó el brazo de Huerta contra el Presidente mártir.
La actitud del embajador fue tan descarada que el representante personal del presidente de los Estados Unidos para la investigación de este asunto, William Bayard Hale, se vio obligado, en su informe, a decir lo siguiente:
"… El embajador había llegado a tal extremo que reprendía al gobierno legítimo como si fuera un rebelde, y trataba a los amotinados como si fuera el gobierno de hecho y derecho".

Como se sabe, Lane Wilson se atrevió a protestar ante el Presidente "por la continuación de las hostilidades"; esto es, contra los efuerzos del gobierno legal por imponer el orden.
Lo que vino a continuación ya no tiene nombre. Preso Madero, el embajador convocó a Huerta y a Félix Díaz a una reunión, en su propia residencia, en la cual se elaboró el tristemente Pacto de la Embajada.
Obligado, después, a rendir un informe sobre la muerte del Presidente, el siniestro embajador tuvo el cinismo de decir:
"Se le mató a consecuencia de un intento de liberación, en los momentos en que se le trasladaba del Palaio Nacional a la Penitenciaría…. Yo había recomendado su traslado a un sitio más confortable…"

William Bayard termina su informe con esta imparcial afirmación:
"Madero nunca habría sido asesinado si el embajador norteamericano hubiera dado a entender, en forma clara, que la conspiración debía detenerse antes de llegar al crimen".
Y podría también haber agregado: "El Presidente mártir fue víctima de los impuestos "insoportables".
Madero fue la primera gran víctima del petróleo en México".

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