martes, 22 de junio de 2010

Violencia nuestra de todos los días

Sergio Gómez Montero
gomeboka@yahoo.com.mx

“La poesía es el hondo susurro de los asesinados
el rumor de hojas en el otoño/ la tristeza por el
muchacho que conserva la lengua/ pero ha perdido el alma”.
E. Chiuailaf: “La llave que nadie ha perdido”.

Ensenada, Baja California.— ¿Nos hemos puesto a pensar acaso de qué tamaño es hoy la violencia en México que el mismo presidente espurio Felipe Calderón pide la ayuda de Dios para tratar de superar los problemas en que él mismo se ha metido luego de iniciar una violencia absurda en el país, sacando el Ejército a las calles para perseguir a supuestos miembros del crimen organizado, violando así flagrantemente lo que la ley, la Constitución, tiene establecido al respecto?

¿Luego de más de 22,000 muertes a causa de esa violencia –muchos de ellos civiles como usted y como yo, que no tenemos vela en el entierro–, nadie sabe en este momento qué sentido tiene esa violencia? ¿O no es acaso eso lo que le acaban de señalar al espurio tanto el presidente Obama como su secretaria de Estado Hillary Clinton –un mes antes el expresidente Clinton–: que ya pare tan absurdas acciones, que regrese al Ejército a los cuarteles y que diseñe formas más racionales y efectivas para tratar de disminuir el acelerado crecimiento del narcotráfico?

¿No acaso estos días aquí en Ensenada, fue el propio procurador de la República el que afirmó que las verdaderas causas del narcotráfico son la debilidad institucional y la descomposición social, cuando esas debieran ser las preocupaciones centrales de un gobierno que en lugar de jugar a las guerritas cuidara mejor el tejido social? ¿Y qué decir hoy de los asesinatos electorales, como los que recientemente han ocurrido en Tamaulipas y ocurren en Durango y Veracruz? ¿Qué sentido tiene hablar de cantidades de droga destruida, si, en los hechos, crece inconmensurablemente la droga traficada?

¿Por qué, hasta hoy, el famoso lavado de dinero es algo que no se combate para nada en el país, cuando se sabe fehacientemente que por ahí, por ejemplo, se canalizan grandes cantidades de dinero a las campañas electorales y ese dinero alimenta a grandes empresas del país? (Mientras termino de escribir esta nota, una gota más que sigue derramando el vaso: el secuestro de Diego Fernández de Cevallos. ¿Tendrá fin acaso la violencia institucionalizada?)

¿Hasta dónde se va a llegar al respecto? ¿No bastan ya nueve años de solapamiento de esos negocios turbios por parte de los panistas, priístas y perredistas, solapamiento que en mucho ha contribuido a generar el ambiente de violencia que hoy se vive en todo el país?

¿Hacia dónde vamos? Una respuesta a la pregunta, en el ámbito de la ficción literaria lo representa la novela que recién acaba de publicar Agustín Ramos: Olvidar el futuro, en la cual luego del asesinato del empresario más rico del país a manos de un destacado escritor mexicano, se desata lo imprevisible: el Ejército se hace formalmente cargo de gobernar a México, toda vez que, un gobierno espurio como el actual, sacó a la calle a las fuerzas militares y éstas, fuera de control, se les hace fácil tomar las riendas del país toda vez que nadie lo gobierna. Ficción pura, es cierto, la novela del compa Agustín nos retrata realidades que hoy, cotidianamente, nos toca vivir y nos pinta un futuro oscuro y turbio como el que hoy dibuja la violencia desatada entre nosotros.

Seguirle apostando, solo y solamente, al uso de la violencia para tratar de paliar problemas diversos (no todos vinculados al crimen organizado, como no fue lo que sucedió en Oaxaca en la zona triqui de la entidad o lo que sucede hoy allí mismo ahora en Huajuapan de León, en Tamaulipas, en Sinaloa, en Guerrero, en Durango o Nuevo León, en donde el secretario de Gobernación, Gómez-Mont, vuelve a declarar, sin ninguna prueba que lo sustente, que fueron las balas de los sicarios las que impactaron a los estudiantes del Tec de Monterrey, asesinados luego de que salieron de la biblioteca de su escuela, mientras el Ejército disparaba a discreción indiscriminadamente) es, sin duda, seguir conduciendo al país a ese caos que se dibuja trágicamente en la novela de Ramos mencionada.

Seguir, nosotros, sin hacer nada al respecto, significa, tarde que temprano, un caos social de dimensiones inimaginables. ¿No acaso llegó el tiempo de cambiar radicalmente al futuro, en lugar sólo de olvidarlo?

Pd. No me olvido, como lo ha olvidado el gobierno de Calderón, de la educación y los maestros. Felicidades compañeros.

Fuente: Forum
Difusión: Soberanía Popular

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