Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
Cuando la población carece de información oportuna, suficiente, transparente y creíble, el rumor y la especulación se encargan de la construcción de percepciones diversas, contradictorias, hasta absurdas, en la opinión pública. Así que no debe extrañarnos el que, nos guste o no, el tema de la seguridad pública ya esté en el ánimo de segmentos importantes de la sociedad veracruzana, no obstante que objetivamente la situación que se vive en Veracruz no se aproxima ni con mucho a la que priva en otras entidades del país, asoladas por un constante sobresalto resultante del clima de violencia que en estas se vive.
El crimen perpetrado en contra de un conocido matrimonio en Xalapa es motivo de comentarios, especulaciones y descabelladas teorías sobre su motivación lo mismo en tertulias de café que en los centros de trabajo o en el hogar de no pocas familias que relacionan el hecho casi de manera automática con el escenario de violencia que coloca a México entre los países más inseguros del orbe; magnificándose con el desgarre de vestiduras que se promueve en la entidad veracruzana con claro tinte y fines político electorales.
Generándose en la población una falsa percepción de inseguridad y temor fácilmente capitalizable políticamente en el marco de un proceso electoral atípico, ríspido y propicio para dar por sentado, sin el mayor análisis, que la elección del cuatro de julio habría de darse en medio de un clima de violencia e inseguridad para los potenciales votantes. Imponiéndose por sobre la razón un desagradable e inconsecuente “sospechosismo” en torno a intereses oscuros que con ello pretenden llevar agua a su molino, o bien, “subvertir” el orden público como recientemente afirmara el gobernador Herrera Beltrán.
Vale la pena entonces considerar que esto de las percepciones en el imaginario popular es bastante subjetivo y, aún más, relativo como para estimarse como algo absoluto. Para hablar de inseguridad tendríamos que definir cual es la amenaza a la seguridad que se cierne sobre personas, sus bienes materiales, ó su status social y económico. Baste señalar que para la mayoría de los veracruzanos la principal amenaza social a su seguridad, no lo es aún la violencia delincuencial, organizada o común; por sobre esta se impone el desempleo y la pobreza, atentando de manera paulatina pero constante en contra de la seguridad personal y familiar. Matan lentamente, casi sin sentir, esperanzas, expectativas de progreso y la propia vida, afectando de manera impactante a la presente y subsiguientes generaciones.
Los candidatos no lo ven así. Capitalizan el temor coyuntural infundado, diagnostican, denuncian, proponen, y la manipulación de las conciencias termina por imponerse.
Coincidiendo con quienes consideran que el asunto del incruento crimen debe manejarse con tiento, evitando su politización y partidización para no enrarecer aún más un proceso electoral en el que ya se dan manifestaciones de odio y encono, no puedo sino reconocer que el asunto ya se dirime en la arena política. No obstante considero que el tema de la inseguridad, a partir del crimen en cuestión, no tendría la mayor relevancia en términos político electorales, si el tema de la inseguridad en Veracruz no estuviera inscrito en el falso escenario que, de manera reiterada tanto el Maestro Fidel Herrera Beltrán, el presidente estatal de su partido y el candidato a la gubernatura, Sr. Javier Duarte de Ochoa, mediáticamente han construido a partir de la idea de que en nuestra entidad “no pasa nada”.
Tanto se ha insistido en este idílico escenario, ocultando a la opinión pública información sobre hechos sintomáticos de un proceso de descomposición social al que no le es ajena la violencia criminal, que cuando hoy, dominados por la percepción de lo inmediato, nos vemos en la tesitura de tener que aceptar que la versión oficial sobre seguridad pública no se corresponde con la realidad; el rumor y la especulación cobran presencia política revertiéndose en contra de la idea que pretendieran vendernos desde la cúpula del poder estatal. Generándose un caldo de cultivo propicio para que los partidos políticos que se oponen a la alianza electoral que encabeza el PRI, capitalicen electoralmente indignación, descontento y rechazo ciudadano.
Fuentes dignas de todo crédito nos comentan que la tendencia a favor de Duarte de Ochoa en los círculos empresariales y universitarios se está modificando, inclinándose a favor tanto de Miguel Ángel Yunes Linares, candidato del PAN y el PANAL a la gubernatura de Veracruz, como de Dante Delgado Rannauro, gracias a que estos reconocen la existencia de un clima de inseguridad en diversas regiones y sectores de la geografía veracruzana, manifestándose dispuestos a combatirla si son favorecidos en las urnas por la voluntad popular.
Pero esto no se queda aquí, la voluntad popular es veleidosa. El rumor y la especulación trasciende el ámbito electoral, cobrando fuerza la percepción entre círculos políticos, empresariales y de intelectuales, de que con el desgarre de vestiduras y partidización del hecho criminal que conmocionara a Xalapa, se prepara un “veracruzanazo” por parte del gobierno federal, en contra de la administración pública estatal que preside el Maestro Fidel Herrera Beltrán. Percepción que se apoya tanto en la reiterada intervención presidencial en la vida política interna de las entidades federativas, como en la declaración del gobernador en la que afirmara que los próximos 23 días serían los más delicados y difíciles de su carrera política. “Si la primera autoridad en el estado escucha pasos en la azotea, es por algo”, se comenta.
Como si lo que aconteciera en Michoacán pudiera sin más repetirse en nuestra entidad, pero que deja entrever cierto grado de desconfianza y pérdida de credibilidad en un gobernador que próximo a su salida, se da aún el lujo de reiterar que cuenta con el 92 % de aceptación entre los veracruzanos, cuando el comportamiento de la ciudadanía en su inclinación político electoral a favor de partidos diferentes al del gobernante, indica lo contrario.
La sola idea de un presunto “veracruzanazo” es grave. Estaríamos hablando de una confrontación a fondo entre el gobierno de Calderón Hinojosa y el de Veracruz que, en términos electorales, confirmaría la idea de que los veracruzanos enfrentamos una elección de Estado. Si para la ciudadanía el IEV, árbitro de la contienda electoral en curso, carece de autoridad y credibilidad, el hacer extensiva tal percepción para con el gobierno responsable de la conducción social y política de Veracruz, sería el acabose, terminando por incidir y afectar la marcha del estado e indudablemente en el resultado de una elección que está ya a la vuelta de la esquina.
Luego un hecho lamentable, como el acaecido en nuestra ciudad capital y centro neurálgico de la política veracruzana, que no debería juzgarse a priori más allá de un hecho aislado del fuero común, ni trascender más allá de su manejo por parte del ámbito de la procuración de justicia, adquiere una connotación política que no se puede minimizar ni desdeñar. Frente a una percepción ciudadana sustentada en el “sospechosismo” y que da lugar a tanto rumor y especulación, es de exigirse cuanto antes resultados eficaces, transparentes y creíbles, por parte de la Procuraduría General de Justicia del estado. Esperemos que así sea.
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Difusión: Soberanía Popular
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