Héctor Barragán Valencia
hector_barragan@hotmail.com
La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional acordaron un mega rescate financiero que asciende a casi un billón de dólares para salvar a los países miembros que padecen severas dificultades económicas: Grecia, Portugal, España, Irlanda e Italia. Es también un medio para evitar que el contagio afecte a los bancos de Alemania y Francia, así como de todo el mundo, incluyendo, por supuesto, a México. A cambio, varios de estos países iniciaron programas de austeridad, consistentes en recortar el gasto social, reducir salarios, jubilaciones y prestaciones.
Desde que estalló la crisis financiera en 2008, casi todos los gobiernos del mundo incurrieron en grandes déficit fiscales y en recortes a las tasas de interés para rescatar a los bancos. El objetivo fue, primero, evitar una crisis financiera sistémica que habría destruido a la economía mundial. Hasta este punto, creo que las medidas precautorias adoptadas fueron pertinentes. Pero ya salvado el escollo, era necesario cerrar las llaves a la creación de papel moneda, pues continuar creando liquidez sólo agrandará los males y, en algún momento, propiciará que estalle otra burbuja financiera más destructiva.
Cuando se conjuró el riesgo de colapso financiero global, habría sido conveniente sanear a los bancos y a los mercados de capitales. Ello habría implicado una severa reducción del valor de los papeles que llaman activos financieros: bonos, derivados y todo tipo de productos especulativos. Así se habría evitado que la sociedad cargara con el costo de la crisis privada. Gracias al poder de los grandes financieros esta medida se desechó. A cambio, se prefirió mantener intacto el valor de esos valores echando toneladas y toneladas de dinero a le economía.
El resultado ha sido la formación de burbujas financieras como la que asuela a Europa. Y como no se desea tocar ni con el pétalo de una rosa a los especuladores y a las fracasadas empresas que califican la viabilidad financiera de empresas y gobiernos, se decidió sacrificar a los ciudadanos. En adelante, la crisis financiera será también política y social. Tendremos sociedades divididas. Ello augura malos tiempos, pues los conflictos internos no tardarán en convertirse en disputas externas por las exportaciones, las importaciones y los flujos migratorios.
Quizá aún se pueda evitar este peligro. Para ello tiene que revertirse la suicida política de inyectar más dinero a la economía, que es como echar gasolina al fuego. Hay que reducir el valor de los activos financieros mediante quitas de deuda y capital a empresas y países.
Fuente: Forum
Difusión: Soberanía Popular
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