Pulso Crítico
J. Enrique Olivera Arce
Si la edad pasa, el tiempo la apresura, / las hojas vuelan y en su curso breve / hallan y tienen fin todas las cosas”.
Gracilazo De la Vega
Visos de ilegalidad enrarecen el clima electoral en Veracruz. Conforme avanza el proceso de sucesión en la gubernatura de la entidad son más los barruntos de “judialización” de la elección y ya se rumora de una posible amenaza de anulación, atribuible a presuntas y muy obvias violaciones a la legislación vigente en la materia, presumiblemente con énfasis en la participación activa de los gobiernos federal y estatal en el proceso.
En este marco hace unos días Dante Delgado Rannauro, candidato común de los partidos Convergencia, PT y PRD a la gubernatura, exigió en carta abierta al gobernador Fidel Herrera Beltrán sacar las manos del proceso electoral en curso, en tanto que por parte del candidato del PRI, Javier Duarte de Ochoa se señala reiteradamente que el gobierno federal favorece a Miguel Ángel Yunes Linares, candidato del PAN-PANAL, por conducto de los programas asistencialistas de apoyo a la población más desprotegida. Y ni que decir de esta última alianza partidista, que contempla como adversario a vencer al propio gobernador de la entidad.
Y es precisamente en este ríspido escenario que cobra fuerza la idea de un inevitable relevo generacional en la clase política veracruzana, sea cual fuere el resultado del actual proceso electoral. Los viejos cuadros ya no sólo sienten el paso de los años, preocupados observan también con sigilo la fuerza arrolladora de una nueva generación que abiertamente les disputa protagonismo, posiciones y prebendas.
Siendo en las filas priístas donde más se percibe el inevitable paso del tiempo en destacados políticos de añeja militancia, a los que acecha el cesto de la basura de la historia. El Maestro Fidel Herrera Beltrán, propuso el recambio y lo está materializando de manera contundente, impulsando a un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, no necesariamente los más aptos y con mejores credenciales, para ocupar cargos de primero y segundo nivel tanto en la administración pública como en la vida partidista, así como en puestos de elección popular, con Javier Duarte de Ochoa a la cabeza.
El relevo responde a una lógica inobjetable. El tiempo no perdona. Sin embargo, en el caso del priísmo, éste se da de manera forzada, poco transparente y, sobre todo, lastimando a más de uno cuyo historial y merecimientos exigen mejor trato.
Lo anterior parecería irrelevante. Quién dio todo a lo largo de su vida pública, ya lo dio, y a otra cosa mariposa. El descanso del guerrero es más que obligado y así debemos entenderlo, so pena de vivir en la frustración y la amargura los últimos días de de nuestra transitoria y breve existencia. No obstante, las cosas no se dan tan así. La natural resistencia al cambio es más que evidente en hombres y mujeres al servicio de la política; más cuando de manera brusca se les arrumba en el archivo muerto. No más prebendas y oropel, el destino es cuidar de los nietos añorando pasadas glorias.
Tal resistencia se observa en no pocos priístas veracruzanos de viejo cuño; estos observan con resquemor el desarrollo del proceso electoral en marcha, evalúan y califican el quehacer de los jóvenes, en su mayoría inexpertos a la par que tempranamente corruptos; sienten pasos en la azotea olfateando un futuro previsible e inevitable: la última oportunidad se les escapa de las manos. Ni cercanía con el que habrá de gobernar, ni mucho menos un cargo de consolación en los primeros niveles de la administración pública o en el seno del partido, para así retirarse con dignidad y aplomo.
No es difícil observar y escuchar tal resistencia cuando el respeto a las formas se ha perdido. Más que contribuir a la unidad del partido, viejos cuadros conspiran y auspician la división partidista, asumiendo el papel de jueces del desempeño de la generación de recambio. Más que aportar, estorban al proyecto electoral de Javier Duarte de Ochoa, en tanto que los jóvenes de los que se hace rodear el candidato a la gubernatura, les desplazan, les cierran la puerta en las narices, al sentirse víctimas de una generación que resistiéndose a un relevo constructivo, lejos de coadyuvar con la trasmisión de conocimientos y experiencia, les pone piedras a su paso.
Los que ya se van y los que se quedan se repelen entre sí. No existe diálogo de buena fe. El relevo se da porque así lo quiere el Maestro Fidel Herrera Beltrán, y nada más. Lo que debería ser un recambio terso, prudente, generoso y de buen grado, acusa aristas ríspidas que habrán de reflejarse en las urnas el cuatro de julio. El tiempo, siempre el tiempo, se encargará de poner las cosas en su exacta dimensión.
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Difusión: Soberanía Popular
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