jueves, 6 de mayo de 2010

Revolución y constitución


José Cabrera Parra
01-May-2010


Nuestra Carta Magna es nada más ni nada menos la primera Constitución Social del mundo. Adentrarnos en su lectura nos lleva a imaginar como sería el México de aquellos años y ver como es el México de nuestros días.


Tengo en mi mano un ejemplar facsimilar de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos promulgada el 5 de febrero de 1917 en la ciudad de Querétaro en el Teatro Iturbide, hoy Teatro de la República. En una edición de lujo debida al periodista y escritor Raúl Cruz Zapata como una forma de participar en los fastos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la inicio de la Revolución Mexicana. Decisión que tiene entre otras cosas, la de recordarnos que esta nuestra Carta Magna es nada más ni nada menos la primera Constitución Social del mundo. Adentrarnos en su lectura nos lleva a imaginar como sería el México de aquellos años y ver como es el México de nuestros días.

En este ejemplar, podemos también observar como al paso de los años los cambios al texto original han devenido en el nacimiento virtual de una sociedad diametralmente diferente a la que vivimos, en grado tal que en las diversas materias que conforman nuestra vida comunitaria, casi en nada se asemeja al tipo de sociedad que la revolución de 1910 buscaba y por la que muchos mexicanos tal vez un millón fueron a la guerra. Artículos como el 130 de aquella constitución, que había sintetizado la separación Iglesia-Estado, y remitido a sus monasterios a la clerecía, ahora, borrando todo lo que la historia nos enseñaba, modificado frente a intereses políticos del momento, devolvía derechos y abría nuevamente las puertas del poder a cleros, que hoy lo vemos, han cambiado poco respecto al de aquellas épocas cuya preocupación era y sigue siendo, por sobre sus deberes pastorales el poder terrenal.

Hoy que nos preparamos para festejar el centenario de la Revolución Mexicana, la lectura del antiguo texto facsimilar que nos proporciona la obra editorial de Cruz Zapata nos vuelve a guiar por los vericuetos de nuestra historia y ver la necesidad de que las generaciones actuales no se circunscriban a la curiosidad sobre la vida de alguno o algunos de sus próceres sino en el conjunto de las acciones que realizaron. Por ejemplo, ver como en sus 136 artículos y 19 artículos transitorios el documento respondía a los deseos de la luchas armada, como el reconocimiento de los derechos sociales, la libertad de expresión, la libertad de asociación, el derecho de huelga, el derecho a la educación y regulación de la propiedad acorde con el derecho de la sociedad y destacaba en el texto original el Tercero Constitucional que resumía no poco de lo que los mexicanos anteriores a la Revolución y a los de ese instante, que establecía la gratuidad de la educación que debía de ser laica, ajena a cualquier doctrina religiosa, garantizando sin embargo la libertad de culto en todo el territorio nacional. Hoy, merced a las modificaciones realizadas al fondo por el presidente Carlos Salinas, las escuelas privadas, que caen dentro de las disposiciones constitucionales, son abiertamente religiosas pero en alguna forma restituye parte de sus derechos políticos a su clero ansioso de compartir el poder.

En su artículo 27, la Constitución resumía nada más ni nada menos que la lucha agraria de los campesinos que fue expuesta en el Plan de Ayala de Emiliano Zapata, que concentraba la regulación de la propiedad ejidal, artículo que recibió por parte del gobierno de Carlos Salinas la más profunda modificación ya que permitía con sus reformas el comercio de la tierra ejidal que el texto original prohibía expresamente como una forma de defensa de los intereses de los labriegos. De sus 136 artículos originales 102 han sido reformados, casi siempre con base en los deseos o intereses de 18 Presidentes de la República a partir de Álvaro Obregón y hasta Felipe Calderón, actual mandatario, que pasaría a la historia como el que toma la grave decisión de llamar al Ejército, que había permanecido en sus cuarteles, como un auxiliar de la sociedad en conflictos no políticos para darle facultades, para compartir el poder civil, con todo el riesgo de la virtual militarización de la sociedad y del país en general. Como se puede ver, las reformas constitucionales casi dejan sin efecto los objetivos y conquistas del movimiento revolucionario de 1910.

Festejar el movimiento revolucionario es correcto y justo, pero también lo es encuadrar estos festejos en el marco de lo más profundo de dicha revolución que es la creación de la Constitución Política de 1917 haciéndole llegar a los mexicanos un documento como el que nos ocupa, debidamente analizado y estudiado para saber hasta dónde nuestra actual Carta Magna responde realmente a su original, o si afuerza de tantas modificaciones no sea ni con mucho aplicable en el México de hoy con lo que plasmaron los constituyentes de 17 encabezados por Venustiano Carranza Garza. Todo ello nos permitirá saber si estaremos celebrando un movimiento que conserve cierta vigencia o si sólo festejamos un recuerdo de lo que se quiso y se tuvo.

*Periodista y escritor

josecabreraparra@hotmail.com

Fuente: Forum
Difusión: Soberanía Popular

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