Ana Isabel Sanz González
anaisabelsanz10@hotmail.com
Valladolid, España.— Ya no tiene cabida la controversia: la causa a favor de la plena igualdad femenina, de la paridad, es la verdadera asignatura pendiente de la sociedad actual. Las mujeres de nuestra generación sabemos que, aquellos tiempos de exclusión y de discriminación, en los cuales las mujeres navegábamos entre la soledad, la condescendencia y el miedo, ya han llegado a su fin. Hoy, somos y nos sabemos ciudadanas de pleno derecho, y aunque todavía, en muchas de las situaciones que nos ofrece la cotidianidad, este hecho no sea correspondido con la realidad, hemos tomado conciencia de que somos un pilar básico para la comunidad.
Hoy es imprescindible la consecución de la autonomía personal plena de las mujeres, en todos y cada uno de los ámbitos de la vida, así como el incondicional apoyo para institucional para lograr una proyección social satisfactoria, esta labor ha de ir pareja a otra labor, no menos necesaria, tanto o más que la puramente pragmática: es la labor de la concienciación.
Hemos de encontrar nuevas formas de participación femenina en la sociedad, abundando en el conocimiento de sus referencias y su filiación identitaria, así como en la reconstrucción histórica femenina, para poner en valor esas cualidades intrínsecas de las mujeres, que han sido permanentemente denostadas, y, que hoy, son acicate imprescindible, y valores de primera magnitud, a la hora de encarar los retos que presenta el siglo XXI: sus nuevas formas de socialización.
Es preciso transformar todas las versiones patriarcalistas del pasado, que no son más que construcciones culturales, que aún persisten en el tiempo como verdades inmutables, propiciando, al día de hoy, relaciones de dominio, que es necesario abolir.
Hemos de atesorar, pues, unos nuevos parámetros, absolutamente desbiologizantes, para construir nuevos patrones de conducta que modifiquen el rol femenino que aún permanece inserto en los patrones al uso, y que tanto denigra a la mujer como ser humano.
Hoy, las mujeres ya no estamos dispuestas a revestirnos de estereotipos masculinos para poder desarrollar el ejercicio de nuestra profesión. Ya no hemos de convertirnos en un trasunto varonil con tal de tener peso y protagonismo en la sociedad. Hoy, las mujeres queremos y podemos estar presentes y participar en todos los ámbitos de la esfera social y tomar parte activa en todas las facetas de la vida. Somos hijas, somos madres, somos compañeras, somos vecinas, somos profesionales, pero ante todo somos personas válidas y capaces...
En un mundo que se deshumaniza a raudales, la condición femenina se presenta como un gran activo.
Pero tan sólo desde la convicción individual, tan sólo la profunda e íntima convicción de cada mujer, tan sólo desde la asunción individual de responsabilidad de cada mujer, encontraremos esa senda, ese punto de encuentro común en el cual poner en valor esas capacidades y actitudes nuestras; esos aspectos femeninos que, una vez vertidos en esta sociedad postrada y en profunda transformación, serán la herramienta certera e infalible, con la cual, poder construir nuevas conductas en el terreno de las relaciones humanas; conductas que puedan asentarse en la complementariedad, desde la premisa de la comprensión a las diferencias propias de cada género; diferencias que, tan sólo deben propender al enriquecimiento, y nunca a la confrontación.
Se trata de unificar esencialidades. Realizar un ajuste de convicción justo y necesario para alcanzar la plena igualdad de género. Ésta es la mayor equidad social a la cual podemos aspirar.
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