Los malestares tienen como origen el hedor y los vapores despedidos por el cauce
Las cantidades de sianuro y mercurio sobrepasan los índices aceptados por la Semarnat
JORGE COVARRUBIAS ( I Parte)
Paso de Guadalupe, Ixtlahuacán del Río, 19 de abril.- Sí existe algo en común entre las poblaciones de El Salto y Paso de Guadalupe, Ixtlahuacán del Río: son las enfermedades de las vías respiratorias, gastrointestinales, dolores de cabeza y alergias en la piel que padecen sus habitantes.
Los síntomas descritos tienen como origen el hedor que se desprende de agua con consistencia verdosa y vaporizante. La misma agua proveniente del río Santiago que mató al niño Miguel Ángel López Rocha y que, según los pobladores, contiene mercurio y cianuro en cantidades que sobrepasan los límites recomendados por la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Aquí como en El Salto y Juanacatlán, la gente vive a escasos metros del afluente que huele a huevo podrido y cuyo olor se acentúa en temporada de estiaje. La única diferencia es que sus habitantes no fueron engañados por empresas inmobiliarias y tampoco pagan engorrosos créditos del Infonavit por una casa en la que los moscos están al acecho todo el tiempo. Llegaron solos, algunos hace más de 40 años cuando en el río corrían aguas cristalinas y la gente podía darse un baño, lavar su ropa, pescar truchas y camarones.
La señora Cruz Prieto Jiménez cumplirá 85 años de edad el próximo 3 de mayo y en su memoria están frescas las imágenes de un pueblo arbóreo, y un agua prístina que incitaba a los paseantes a darse un buen chapuzón y pescar para comer ahí mismo.
“Bien bonita el agua, bien limpia, casi se miraban las piedras abajo, se bañaba uno, tanto pescado que había”, relata.
A su edad, doña Cruz Prieto camina con soltura, sube y baja escaleras sin dificultad, tiene buen oído y no necesita anteojos. La prole de la anciana es numerosa, tuvo 13 hijos de forma consecutiva -el primero a los 17 años- que le dejaron una descendencia de más de 90 almas entre nietos y bisnietos.
Todos sus hijos le sobreviven a excepción de dos: una niña que falleció al nacer y un jovencito de 13 años que fue arrastrado por la corriente del río Santiago cuando intentaba cruzarlo montado en una yegüa.
Su casa se ubica en el kilómetro 28 de la carretera a Saltillo, en la frontera entre el municipio de Zapopan y el ingreso a Ixtlahuacán del Río. Las poblaciones están separadas por un puente vehicular al que hace poco tiempo, dicen los habitantes, le adecuaron un espacio para los peatones. Por ahí cruzan todos los días niños, ancianos, adultos, y algunos adolescentes en bicicleta. Hasta ahora nadie ha caído a la burbujeante agua de un color verdoso y marrón; sin embargo, aceptan que el riesgo es muy alto toda vez que no existe una barrera que proteja a los peatones.
Y sin embargo no es el único riesgo. Cuentan los habitantes que son frecuentes los accidentes automovilísticos, justo en la curva que está frente al poblado y conduce al municipio de Cuquío. Los vehículos bajan a gran velocidad y suelen estrellarse con los que se detiene adelante para subir gente o ingresar al pueblo.
Doña Cruz no recuerda exactamente el día en que el Santiago se puso verde y expulsó a cientos de peces que brincaban desesperadamente para salvar su vida.
“Cuando vivíamos en Las Ánimas fue el primer enyerbe que llegó y salió tanto pescado ese día que llegó el agua sucia que brincaban los peces a la arena, envenenados”, dice.
Ahora, comenta, “no dan ganas ni de meter la punta de los dedos”.
Del otro lado del río por una calle angosta se ubica una hilera de chozas construidas con lo que sus moradores pudieron: adobe, ladrillo, tejas, tablones de madera y hasta cartón. Son pequeñas casas, cuyo patio es precisamente el lecho del Santiago.
Por la orilla caminan gallinas, gatos y perros, todos de un aspecto famélico y con un pelaje tieso y andrajoso. Husmean entre las bolsas de plástico, botellas de refresco, pañales, restos de comida, de jabón, de ropa y de todo tipo de basura que los mismos moradores arrojan al lecho del río.
Diana Verónica, una joven madre de dos niños pequeños, menciona que los lunes y sábados pasan los camiones de basura que pertenecen al Ayuntamiento de Zapopan, pero se niegan a llevársela si la propina es módica. Argumentan entonces que no tienen obligación de hacerlo porque están en otro municipio.“Necesita uno de rogarles para que se la lleven”, refiere.
Son casi las 14 horas. En el patio de la casa de lado se encuentra un fogón calentando una olla en la que se prepara algo de pozole. El humo que arroja ahuyenta a los mosquitos que por la noche se aproximan en enjambres.
A pesar del olor fétido, Diana Verónica asegura que en los 25 años que tiene viviendo ahí no ha sufrido de enfermedades; el único peligro que observa es cuando crece el río en temporal de lluvias o cuando abren las compuertas de la planta de tratamiento de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) Valentín Gómez Farías, conocida también como Agua Prieta que se localiza kilómetros más arriba. Entonces la creciente del río aumenta y arrastra todo tipo de podredumbre, inundando las viviendas de un espeso hedor que “hasta dan ganas de vomitar”.
“No tengo adonde mudarme”, asiente con un gesto en su rostro.
Mientras dice esto, José Casillas, integrante de la Asamblea Regional de Afectados Ambientales reparte por el pueblo folletines invitando a los habitantes a la séptima reunión de éste movimiento en Paso de Guadalupe que se celebrará el próximo sábado a las 10:30 horas.
Resalta que los pobladores no saben nada del encuentro, pero sí del próximo concierto de Francisco El Gallo Elizalde que con motivo de la primera feria de Ixtlahuacán del Río se llevará a cabo del 23 de abril al 3 de mayo, lo anuncia un enorme cartel pegado en la fachada de una de las viviendas.
Fuente: La Jornada de Jalisco
Difusión: Soberanía Popular
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