martes, 17 de febrero de 2009

Otra nota sobre un terrateniente llamado Jesús Ortega

Está pasando lo mismo que en Ayotitlán y Mezcala, hay presión para privatizar, acusa el profesor
Tierras de San Francisco Ixcatlán, codiciadas por sus riquezas naturales, dice José Casillas

JORGE COVARRUBIAS

La historia del ejido de San Francisco Ixcatlán no es muy distinta de la del ejido de Ayotitlán, de la comunidad indígena de San Juan de Ocotán, de los comuneros de la Isla de Mezcala, o de los wixaritari de Ciénaga de los Caballos, allá en la zona norte de Jalisco, en el municipio de Mezquitic.

Sus tierras son codiciadas presuntamente por políticos que lograron ingresar de manera misteriosa al padrón de comuneros.

“Nos está pasando lo mismo que está pasando en (el ejido de) Ayotitlán, municipio de Cuautitlán, así como en Mezcala, donde hay fuerte presión para privatizar la isla, o lo mismo que le está pasando a la gente de la Costa, de Tomatlán, de Cabo Corrientes, que tienen tierras en las comunidades indígenas junto al mar y hasta (Francisco) Ramírez Acuña y otros políticos, sabemos que adquirieron ahí, no sé si de buena o de mala fe, terrenos para hacer desarrollos”, dice José Casillas, un profesor que es miembro del Movimiento de Bases Magisteriales (MBM), organización opositora al SNTE, y que nació en Ixcatlán, en una choza cercana a la presa La Mesa hace aproximadamente 50 años.

En Ixcatlán, delegación del municipio de Zapopan, los comuneros se enfrentan a políticos de la talla de Jorge Aristóteles Sandoval (quien se ha deslindado del tema, La Jornada Jalisco, 6 febrero 2009), posible aspirante a la presidencia municipal de Guadalajara por el PRI, y el líder nacional del PRD, Jesús Ortega Martínez, quienes sorpresivamente se encontraban ya en el padrón de comuneros, documento expedido por el Registro Agrario Nacional.

Desde que José era un niño supo que en Ixcatlán sucedían cosas un tanto raras; por ejemplo, en la planicie del peñón de La Mesa, en el predio “Los Manguitos”, había una pista para el aterrizaje de avionetas y transitaban camionetas lujosas, además de que había una fuerte presencia de militares.

Nadie preguntaba nada, pero todos daban por sentado o intuían que allá arriba se realizaban operaciones ilícitas.

“Se hacía trasiego, como que ahí llegaban, empacaban y se iban pa’ otro lado”, relata.

Un largo camino empedrado que negociaron en 1994 con el gobierno del estado por las afectaciones que sufrieron pequeños arroyos y ojos de agua, debido a que cerca de ahí el municipio de Zapopan depositaba su basura, conduce a la cima del peñón de La Mesa. Es una superficie extensa sembrada con agave azul, un cultivo que no es propio de la región y es propenso a secar el suelo.

Son decenas de hectáreas. Los comuneros dicen que le pertenecen a Emilio Caro López, presunto familiar del afamado narcotraficante Caro Quintero.

Desconocen la manera en que se convirtió en terrateniente, ya que nunca se le ha visto por el lugar, pero suponen que él le compró las tierras a un tercero que se vio favorecido con las “triquiñuelas” de José Poblano, el intermediario cacique que ha asolado a la región con sus amenazas, con el envío de elementos policiacos, y artimañas para inculpar por delitos contra la salud (siembra de mariguana) a los pobladores.

Casillas señala que las tierras de Ixcatlán tienen una riqueza insospechada, ya que son ricas en minas de ópalo, bosques y arroyos, y un microclima excepcional (cálido seco) con alturas que van de los 800 a los mil 500 metros sobre el nivel del mar.

En la región no hay cronistas, por lo que el docente se dio a la tarea de documentar la historia de su pueblo natal. Comenta que Ixcatlán se mantuvo aislado de la Zona Metropolitana de Guadalajara hasta ya muy entrado el siglo XX. En 1956 se construyó la carretera federal que va a Saltillo, y previamente a ese año la arriería fue una actividad muy relevante en Ixcatlán; transportaban leña, carbón, frutos, pescado a la ciudad y mercadería diversa hacia la barranca. El tiempo de traslado hasta el mercado Corona (centro de Guadalajara) era de siete horas.

“Tú del centro de Guadalajara puedes llegar más rápido aquí que ir a Tonalá. Entonces yo creo que eso ha despertado la codicia de todas estas gentes para hacerse de tierras y luego hacer negocios con ellas”, comenta.

Refiere que Ixcatlán es también una de las zonas con mayor presencia de venado y posee una variedad de plantas endémicas en todo el estado de Jalisco, situación por la cual varios investigadores tanto de la Universidad de Guadalajara como de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se han acercado a estudiar los especímenes.

Cuando los habitantes comenzaron a construir el panteón nuevo para dar sepultura a sus muertos, se encontraron en el lugar donde excavaban tumbas de tiro, galerías mortuorias donde los primeros pobladores enterraban a sus familiares.

Había armas, flechas y objetos de cerámica que fueron saqueados en el instante. Hasta la fecha, ningún investigador se ha interesado en explorar la zona. José asegura que le hizo la invitación al prestigiado arqueólogo de Tamazula Otto Schöndube y no recibió respuesta.

En Ixcatlán es de todos conocida una leyenda que dice que por aquí pasaron los fundadores de Tenochtitlán en el año 1100 de nuestra era.

Mostrando sus dotes de cronista, señala que en 1530 se libró una de las más cruentas batallas entre tecuexes (los primeros naturales de Ixcatlán) y cocas, en la barranca del río Grande (hoy Santiago) y las tropas de Nuño de Guzmán, integradas por españoles y tlaxcaltecas, cuya evidencia histórica se encuentra en el Lienzo de Tlaxcala, que se encuentra en el Museo Regional de Guadalajara.

Comuneros que viven en el DF

Es un miércoles por la mañana, a punto de dar las 10:30 horas. En la casa de Dionisio Casillas, padre de José, se han reunido los comuneros inconformes y el presidente del Comisariado de Bienes Comunales, José Polanco, a quien no reconocen las autoridades, ya que no está inscrito en el Registro Agrario Nacional. Ante los suyos, él sigue siendo el presidente.

Se voltean a ver con los rostros compungidos y coinciden en algo: les están saqueando sus tierras.

Está Guadalupe Corrales, a quien no le han dado título de propiedad; Felipe Larios Soledad, José Guadalupe Jáuregui Flores, el propio José y su padre.

No se inmutan cuando dicen que obtuvieron el padrón de comuneros sobornando a los funcionarios del Registro Agrario Nacional, porque “ahí así se usa” y es lo mismo que ha hecho José Poblano para cobrar cuotas y engañar a la gente.

Consiguieron los nombres y el domicilio de los nuevos ejidatarios que nunca han visto en las asambleas. Los hermanos del líder nacional del PRD, Gerardo e Ignacio, están registrados con la dirección Opalo 21, fraccionamiento Gómez, en el estado de Aguascalientes; Miguel Angel Bautista Moreno, en General Felipe Angeles 24, ampliación Caracol, Distrito Federal, y Armando Federico Granados Nieto, en avenida Río Churubusco, colonia Arena, también en el Distrito Federal.

En la solicitud que enviaron al magistrado del Tribunal Unitario Agrario del XV Distrito en el estado, Daniel Magaña Méndez, para que ordene la nulidad de las asambleas celebradas desde 1999, los comuneros fundamentan su denuncia en que el artículo 15 de la Ley Agraria establece que para ser terrateniente es requisito ser avecindado en el ejido correspondiente, excepto cuando se trate de herederos.

La explicación a la penetración de personas externas al ejido ha tomado diversas hipótesis, la primera de ellas es la que acusa a José Poblano de actuar en contubernio con los funcionarios del Registro Agrario Nacional, y una más habla de que probablemente utilizaron a los maquinistas que trabajan en los desarrollos ecoturísticos de La Campana y El Carricillo para infiltrarse a Ixcatlán, ya que uno de los artículos de la Ley Agraria (el 13) establece que basta ser avecindado y los empleados de la construcción cumplen el requisito.

“Los lotes para los comuneros van a ser de 2 mil metros y para los avecindados, de mil; sin embargo hay gente que tiene 3 mil o 4 mil; ¿cómo se hicieron de tantos? U otros que tienen hasta 2 hectáreas; cabrían allí 10 lotes de 2 mil metros”, se cuestiona José.

Los comuneros siguen investigando los nombres de las personas que se hicieron terratenientes, pero Casillas asevera que se puede conocer a los “extraños” por su apellido, ya que en el ejido de Ixcatlán abundan los Polanco, Flores, Rosas, Venegas y los Larios, pero no los Becerra, Jáuregui, Martínez, Tejeda o los Espinoza.

Fuente: La Jornada de Jalisco

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