martes, 13 de enero de 2009

El regreso de Carmen Aristegui a la radio


No me arrepiento
de nada y no voy a
nadar de a muertito

Esta es la crónica de un regreso anunciado, y muy esperado.
Casi exactamente un año después de su salida de WRadio,
Carmen Aristegui vuelve a conducir un noticiario, esta vez en
MVS Radio (102.5 de FM), a partir del lunes 12 de enero.
Viene a reconquistar ese espacio que Televisa y Prisa le
obligaron a abandonar el 4 de enero de 2008, a pesar de
que su programa era el rey de las mañanas. Viene con la
lección aprendida: “En este negocio quien pretende pasarla
de a muertito no genera reacciones, pero tocar donde duele
trae consecuencias”. Viene a hacer lo que mejor saber hacer,
y advierte por si pisa algún callo: “Cuando alguien se lo toma
personal, entonces no entiende qué es el trabajo periodístico
ni la función pública”. Se sabe incómoda, pero dice que “no
rompe vajillas quien no lava platos”.

Por Alejandro Almazán
aalmazan@m-x.com.mx

La mujer de la que más se ha vuelto a hablar últimamente en el medio político y periodístico tiene una nueva oficina en Mariano Escobedo 532, una sonrisa con la que podría anunciar pastas dentales y, desde hace 12 meses, un ayuno de noticiarios radiofónicos que se impuso desde que la corrieron de WRadio, el 4 de enero de 2008, con todo y que su programa era el rey de las mañanas. A los únicos que nunca dejó de seguirles la pisada fue a Miguel Ángel Granados Chapa y a Javier Solórzano. Del resto que andan en el cuadrante, nada. Se recetó abstinencia. No quiso saber si sus colegas hacían bien o mal su trabajo.

Este lunes 12 de enero, sin embargo, Carmen Aristegui romperá ese ayuno: está de regreso. MVS Radio (102.5 de FM) es su nueva patria. Pero antes de ver al futuro, se requiere revisar el pasado.

—¿Qué reflexionó sobre su salida de WRadio?

—se le pregunta a esta periodista que fue el centro de una polémica sobre la censura, por la forma en que se dio su salida de WRadio. Con el tono de quien está segura de ganar una
apuesta, suelta:

—Sobre todo que mi conciencia está muy tranquila. Era inevitable lo que ocurrió, es decir: la salida de W era inevitable en función de lo que se me estaba planteando para quedarme, de eso estoy segura. Hubiera sido un error de mi parte, una equivocación, personal y profesional, haber aceptado la variación de las condiciones editoriales. Me hubiese sentido muy mal conmigo misma. Si algo tengo claro es que no me equivoqué.

—¿Alguna autocrítica de ese proceso? ¿Algún arrepentimiento por haber tratado un tema?

—Yo sólo hice periodismo y eso es algo de lo que uno nunca se arrepiente. Sé que me he equivocado en otras cosas y lo seguiré haciendo, pero en lo sustantivo, en la salida de la W, no. Ratifiqué mis convicciones y la idea de cómo debe ser el trabajo periodístico. Y por eso me siento tranquila. Fue fundamental no haber aceptado la renovación del contrato donde se variaban las condiciones previamente establecidas. Conservar el noticiario hubiera sido aceptar una especie de tutelaje y perder la dirección editorial.

—Cuando usted salió de la W se dijeron muchas cosas. Y aunque los argumentos de Grupo Prisa y Televisa fueron muy endebles, se regó la sospecha de que la echaban porque comercializaba el contenido del noticiario.

—Mintieron. Aún estoy muy enojada con Prisa, que ha hecho en México lo que no se atrevería a hacer en España. Sé que dijeron que yo era una broker. A estas alturas, me da risa. También dijeron que en mi espacio veté a empresas que influyeron en las elecciones de 2006, lo cual es una soberana estupidez. Mintieron. Mi relación con W fue estrictamente editorial, el territorio comercial no estaba bajo mi responsabilidad y me enojó muchísimo que gente muy querida para mí recibiera comentarios de esa naturaleza por parte de la representación en México de Prisa, que debería analizar quién la representa en nuestro país, porque los que difundieron esas versiones han dañado a Prisa. Quisieron hacer una reparación de daños con mentiras.

—En los primeros días de su salida, usted llegó a decir que había autores materiales e intelectuales. ¿Quiénes son?

—En esta historia alguien pidió mi cabeza y alguien la cedió —contesta Carmen, levantando el rostro—. Hablamos de una presión de Televisa en función de las coberturas que le resultaron incómodas: la Ley Televisa, la reforma electoral, el tema de las denuncias contra Norberto Rivera. Son temas que no invento, que están en el registro de los programas. Eso llevó a Televisa a presionar a Prisa. Federico Arreola, director de El chamuco, publicó la historia de una cena en Tabasco entre Andrés Manuel López Obrador, José María Pérez Gay, el propio Federico y directivos de Prisa como Antonio Navalón y José Luis Cebrián. Éste último, cuenta Federico, dijo ahí que Televisa había pedido mi cabeza pero que no la darían. Ahí está la presión de un socio hacia otro. Con esto te digo quién es el autor intelectual, y el material fue el que cedió, en este caso Prisa.

—Pero Prisa la apoyó mucho, ¿no?

—Sí, y al final se dobló. Mira: la fuerza informativa en W fue de Prisa. Como a muchos, a mí también me entusiasmó la llegada de Prisa, pues sabes el nivel periodístico que tiene. Es una pena que en México hayan cedido. Pero te decía: es verdad que Prisa me sostuvo, es verdad que tuvo gestos hacia mí cuando me entregaron el Premio Ondas en Barcelona; lo recibí junto con Bernardo Gómez, una muestra de que Prisa le hacía un guiño a su socio y me daba un espaldarazo. Entonces llega un elemento polarizante llamado Daniel Moreno que provoca que se vaya Carlos Loret. Yo me quedo bajo protesta, diciendo que es una manera muy descortés de Prisa de romper el convenio establecido, pues modifica de manera unilateral las responsabilidades editoriales. Me quedé en W porque tampoco podía negar el apoyo de Prisa a sabiendas de la presión de Televisa para sacarme. Me quedé porque garanticé que las cuatro horas del noticiario estarían bajo mi responsabilidad. Pero luego termina la vigencia del contrato y ya no sólo quieren que tenga una cuña sino que cambie el contrato. Les pedí que me lo pusieran por escrito. No quisieron y me fui. Apostaron a que no me atrevería a perder el espacio. Se equivocaron.

—En España el prestigio de Prisa, entre otras cosas, es por la manera democrática en que eligen a sus directores…

—¡Sí! —interrumpe Carmen—. No me imagino que lleguen a imponer al director del diario El País. ¡Imagínate! Aquí, contra su filosofía, fue una imposición absurda.

—Y perdió Prisa, ¿no?

—Televisa le ganó la plaza editorial de la W a Prisa.

—Ya hablamos del Grupo Prisa y de Televisa, ahora hablemos del gobierno federal que, cuando usted estaba en la W, le aplicó la ley del hielo. ¿Prevé esa hostilidad en su nuevo espacio radial?

—Yo ni soy ni me considero bajo ningún concepto amiga o enemiga del gobierno. Soy una profesional, una periodista que está en la apuesta por la información. Con hostilidad o sin ella informaré de las actividades del gobierno federal. Con hostilidad y sin ella daremos cuenta de los hechos públicos y si nos favorecen o no con información, de cualquier manera la vamos a obtener para nuestra audiencia. Este gobierno tiene algunas deficiencias en la relación con los medios, pudiera ser que en mi caso esa relación se agudice por las condiciones en que se dieron las cosas. Pero yo apuesto a que el gobierno mexicano sea sensato, pues alguien que está en funciones y que tiene responsabilidades públicas debe generar respuestas a los periodistas, sin ir cargadas de inquina u hostilidad. No estoy diciendo que seamos cuates, digo que deben responder a exigencias de información.

—¿En los programas piloto que hizo previamente ha encontrado hostilidad?

—No, porque los hemos hecho sin entrevistas. Pero esperaría que así como vamos a entrevistar a cualquier personaje político, pueda fluir la información o las entrevistas con representantes del gobierno federal.

—¿Cree que también fluya la publicidad del gobierno federal?

—Hay muestras de que no parece haber buena disposición hacia mi persona, pero quisiera pensar que el gobierno mexicano no puede determinar sus pautas publicitarias en función de antipatías y simpatías. El problema de este país es que siempre se castiga o se premia a medios con la publicidad. Es una perversión. Es un tema que deberíamos de estar discutiendo los periodistas porque eso condiciona a que se hable bien o mal del poder. Es la zanahoria y el garrote y no veo por qué no aparezca en escena próximamente.

—¿Los dueños de MVS saben a qué personaje han contratado?

—Lo saben. Tan es así que estamos aquí —responde Carmen, con esa sonrisa que ha quedado congelada en su cara—. Me parecería brutal que alguien del Presidente para abajo considerara una afrenta la contratación de una periodista en un medio, me parecería gravísimo. Los Vargas y otros empresarios pueden invitar a un profesional sin que ello signifique una afrenta al gobierno mexicano. La de los Vargas es una decisión muy importante y legítima: ante lo que está pasando en el país han decidido abrirle la puerta a un noticiario, están echados para adelante y más porque me contratan a mí —finaliza y se relaja. Vuelve a reír.

—Durante 2008 se habló de varias negociaciones que usted habría sostenido con otras estaciones de radio y ninguna se concretó. ¿Por qué?

—A reserva de que no estoy segura de contar con los detalles de qué ocurrió en cada experiencia, puedo decirte que sí, hubo varias negociaciones pero, por razones que habría que explicar, la invitación iba acompañada de condicionamientos. Si de por sí. Entonces uno dice: ah, caray, cómo está el asunto. Creo que se generó un estigma o una valoración del empresario de la radio en el sentido de con quién se iba a meter. Y así se echaba a andar: sí al proyecto juntos, pero estos temas muy complicados no. Y que empieces la negociación con los temas que no debes tocar no es mi estilo. Yo negocio criterios generales: cómo hacer el noticiario a partir de tales referentes periodísticos, lo que debe tener como pluralidad, diversidad, que sea crítico, que promueva el debate, que no se venda la información… El abc de los grandes manuales de periodismo. Además, blindar al medio al comprometerse a hacer un periodismo serio, ético y honesto. Eso lo pude encontrar en MVS Radio. Aquí no hay temas vedados y la coordinación editorial corre a mi cargo. Habrá derecho de réplica, la denuncia periodística la haremos con el sustento correspondiente, como debe ser en el periodismo. Ese es el gran paraguas que nos acompaña. Aquí no se van a vender entrevistas.

—Eso de vender entrevistas ya es como un vicio en la radio, ¿no? —Ante la incomprendida e inaplicable reforma electoral —reflexiona Carmen—se ha instalado en buena parte de la industria radiofónica cierto cinismo.

Se me paran los pelos cuando oigo que algunos llegan con los políticos a ofrecer sus tarifas y les dicen que la entrevista vale tanto, que si la hace fulanito cuesta otro tanto y que el precio también depende del tiempo que quieran. Como se han prohibido los spots, hay quienes quieren sacarle la vuelta, agarrar de otra llave y darle en la torre al periodismo.

—¿Por qué Carmen Aristegui fue, es y será incómoda?

—No podría decir exactamente la razón, no tengo más elementos que lo que hemos hecho al aire. Si me dices: es que te peleaste en la esquina con fulanito, no. No hay nada en el entorno salvo lo que estrictamente hicimos. Si a alguien le cayó mal que habláramos sobre la demanda judicial a Norberto Rivera, pues que lo diga. Si a alguien le molestó la cobertura de la Ley Televisa, ponle nombre y apellido a los afectados. ¿El haber abordado la muerte de Ernestina Ascencio lastimó a alguien? En este negocio quien pretende pasarla de a muertito no genera estas reacciones, pero tocar donde duele trae consecuencias. Es lo que te pasa a ti: no le simpatizas a todos. A emeequis y a Proceso se les reconoce su valor periodístico, pero hay quienes los detestan porque señalan. Así es el oficio que escogimos. Lo preocupante es que los disgustos del gobierno se traduzcan en otras acciones. El gobierno debería tener la piel más dura porque está en la vitrina de la responsabilidad. Cuando alguien se lo toma personal, entonces no entiende qué es el trabajo periodístico ni la función pública. En el tema Hildebrando —prosigue Carmen— puede ser que haya habido sensibilidad porque mostramos que se podía acceder con una clave y así se supo que usaban indebidamente el padrón electoral. Si se dañó, ni hablar, pero no lo tomen personal. El periodista tiene la obligación de mostrar la realidad. Si hubiese pasado en el PRI o el PRD, no lo hubiéramos guardado en el cajón. Dicen que no rompe vajillas quien no lava los platos. Hay informativos muy pulcros que no quieren meterse en eso. Pero si quieres incidir, mostrar las cosas, pues naturalmente confrontarás personas e intereses.

—Un círculo del gobierno federal la llama izquierdosa y la vincula con Andrés Manuel López Obrador. ¿Qué tanto va a afectarle eso para este nuevo proyecto?

—¡Dicen tanto eso de izquierdosa que ya me lo empiezo a creer! La verdad es que tampoco pretendo ser la vocera de López Obrador ni nada que se le parezca. Soy sensible y atenta a lo que dice éste, aquél y el de allá. Mi mayor aspiración es entrevistar a todos los actores políticos, contrastar, reflejar la diversidad. En el caso de López Obrador es un singular fenómeno, pues efectivamente se me achaca una preferencia o filiación. Yo me pregunto: ¿es mucho entrevistar a López Obrador tres veces al año? Es un actor político, fue candidato presidencial e independientemente que te caiga bien, mal o regular, es un actor político. Lo raro no es que Carmen lo entreviste, lo raro es que los otros no lo hagan. ¿Dónde está la anomalía?

—Al periodismo, Carmen, ¿qué le espera? La crisis y el narco seguirán ocupando la agenda en 2009.

—Le espera un año intensísimo y fascinante. No me alegra la pauperización del mundo, pero veremos fenómenos dramáticos. Y ahí los periodistas debemos ser hábiles, capaces de retratar lo que viene. El fenómeno del desempleo deberá ser una prioridad y tendremos que ser inteligentes para retratar no sólo la realidad de números y gráficas, sino para registrar el hecho humano, lo que significa no tener trabajo, la complejidad social. No hay que entender el desempleo como alguien que perdió su empleo. No. Es un efecto multiplicador grave, la autoestima o la interrelación con el entorno se afectará; se retrocederá en la lucha contra la pobreza. Hay que promover debates al respecto. Sí, es cierto que debemos abordar las estrategias económicas, como si el congelamiento de precios es el camino, si la gasolina sube o baja, si nos conviene la maquila o la industria pesquera. Pero también no sólo hay que hablar con economistas, sino con sicólogos, sociólogos, etcétera. En lo que viene es necesario una mirada abarcadora.

—¿Y sobre el narcotráfico?

—El narcotráfico ha orillado a la autocensura. Y se explica porque los periodistas quieren sobrevivir —comenta con evidente prudencia—. Si el Estado mexicano se ha mostrado incapaz de garantizar la vida de los ciudadanos, si se ha mostrado incapaz de ponerle un alto a las agresiones de periodistas, entonces es entendible que al narco hay que abordarlo de manera genérica. Contar qué funcionario protege a tal narco es riesgoso.

—¿Cómo va a cubrir Carmen Aristegui este tema en su nuevo programa?

—Ni de broma investigaría a El Chapo Guzmán; me encantaría, claro, pero también es verdad que existe una autocontención. Y se lo digo a cualquiera, ¿eh? ¿Quién se avienta el tiro? Alejandro Gutiérrez, Ricardo Ravelo, de Proceso; los del semanario Zeta de Tijuana, o tú en emeequis le han entrado y saben que no están resueltas las condiciones necesarias para tener seguridad. Aquí no hay certeza de que un narco no te va a matar en la esquina o que si te pasa algo la autoridad va a investigar y castigará al culpable. Eso, por supuesto, genera el fenómeno de la autocensura. No nos debe dar vergüenza, sino decirlo, discutirlo y hacer algo como sociedad. Lo lamentable es que vivimos en un país donde no pasa nada. Ya ves: Arturo Montiel, Ulises Ruiz, Mario Marín no han tenido mayores consecuencias políticas; son prófugos de la opinión pública.

En la flamante oficina de Aristegui las paredes son de cristal. En una de ellas alguien, quizá ella misma, dibujó un calendario y escribió dos o tres frases que parecen claves o simplemente son ininteligibles. Ese calendario es un buen pretexto para preguntarle qué va a hacer para conseguir que la audiencia se mude del 96.9, del 103.3 o del 90.5 al 102.5 de FM.

—Generalmente, en ese horario, las estaciones avientan a sus mejores gallos…

—Tengo dos posibilidades. Una es: el sol sale para todos y renuncio a ella —ríe—. La otra es: competir, hacer periodismo, incidir más en el ánimo de los radioescuchas, no sacarle al parche a ningún asunto, recuperar la presencia y ampliar los horizontes de más temas sin perder la mirada crítica. A cada cosa que veamos le encontraremos algo, vamos a ver la mosca en el vaso de leche. Esa es la función de los periodistas, a fin de cuentas. Vamos a ver lo que no funciona, los abusos del poder, lo que no cuadra con la legalidad. Vamos a divulgar la ciencia, la cultura. Vamos a debatir los temas que le interesan al público. Si logramos esta combinación, creo que lograremos la empatía de la audiencia, ese público que, a mi salida de W, se hizo ver y escuchar.

—¿Qué significa para Carmen su regreso? Carmen, con un recuperado brillo en sus ojos verdes:

—La radio es mi vida, me estimula mucho y por eso estoy entusiasmada. Traigo los nervios del estreno, la inquietud de que todo salga bien.

—Todavía es momento de echarse para atrás. ¿No se le antoja hacerlo?

—No. Estoy echada para adelante. Ya extrañaba la radio.

Carmen, entonces, volverá a hacer y escuchar radio.

Fuente: Revista Emequis.

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