Cae el PRD. PROTESTA DEL FAP. Diputados del Frente Amplio
Julio Hernández López.
Progresista (FAP) exhibieron mantas de repudio al presupuesto de 2009, durante el discurso de la perredista Valentina Batres en la tribuna de San Lázaro
Foto: Francisco Olvera
Hay un claro rediseño político posterior a la aprobación de la reforma petrolera que siempre sí es privatizadora (Kessel sostiene). El Círculo Íntimo de Los Pinos ha sido sustituido en la toma de decisiones importantes por el eje Gómez Mont-Fernández de Cevallos-Salinas de Gortari, y el ocupante principal de la casa presidencial ha quedado como ejecutante formal de un poder compartido. La vista de los depredadores unidos está puesta en la manera en que otorgarán los nuevos contratos petroleros (cuidando siempre que haya los escurrimientos porcentuales propios de cada caso) y en las maniobras que consolidarán el poder político supuestamente reformado (2009, San Lázaro; 2012, la elección presidencial).
En este replanteamiento cupular juegan un papel redituable los llamados Chuchos, pues ofrecen a buen precio las pizcas de sazón “izquierdista” que se requieren para mostrar platillos de presunta pluralidad partidista en los menús diseñados para consumo local y extranjero. El reparto del botín electoral de los años venideros requiere de esa “izquierda” oportunista y mercantil que permitirá instalar el año entrante una mayoría pripánica de diputados que pueda precisar y ampliar algunos de los puntos intencionalmente ambiguos e interpretables de la reciente enmienda petrolera, y que promueva y apruebe “reformas” en otros temas importantes. El jabón del Chucho agradecido también servirá en su momento para dejar rechinando de limpios los comicios de 2012 en los que la izquierda “civilizada” buscará aliarse a los “nacionalistas” del PRI para “sacar” a la derecha de Los Pinos, con un Beltrones al que especialmente apoyan los Chuchos clásicos o un Peña Nieto bien visto por la Alianza Democrática Nacional, del senador Héctor Bautista, en el estado de México.
El plan de negocios para los próximos años ya generó que ayer, en pago por servicios petroleros, se reconociera al licenciado Ortega como detentador de la mayoría de las acciones de la reconvertida empresa PRD, S.A. de Ch. V. (es decir, de Chuchos y Varios). Pero en el horizonte de mediano plazo se plantea la posibilidad de una toma chucha de ganancias en tres gubernaturas: Morelos (con Gra&Co), Guerrero (con Ruth, si no es colocada antes en un puesto federal de más importancia) y alguna otra entidad aún sin determinarse. También se explorarán las posibilidades de que algunos izquierdistas modosos puedan ser acomodados en puestos públicos federales (subsecretarías y direcciones generales) como muestra de la gran unidad nacional que se ha desatado luego de la caída de un jet en la ciudad de México.
El comportamiento de los Chuchos no debería extrañar a nadie, pues han sido congruentes: siempre se les acusó de ser colaboracionistas con el calderonismo, y lo primero que hizo ayer Ortega fue anunciar que buscará tener acuerdos con su compa Navarrete y con el güero González Garza para mantener diálogo con la administración felipista a través del enlace apellidado Gómez Mont. Es tan previsible y consecuente la conducta de los Jesuses que con la resolución tomada ayer por el beltronista tribunal electoral federal (donde el chuchismo había acomodado al magistrado Manuel González Oropeza) se está poniendo punto final a la historia relativamente aceptada de un partido que sirvió luego de 1988 como cauce de desahogo de inconformidades cívicas y que a lo largo de los años se fue pervirtiendo aceleradamente.
Felipe de Jesús Ortega ha llegado a la presidencia del PRD al fin. No sólo porque al fin alcanza el cargo al que tantas veces se postuló, sino porque con su designación pone fin a las de por sí escuálidas expectativas de ejercicio sano de una política de izquierda desde ese partido y lo convierte en un Perreducho, en una versión moderna del Ferrocarril (el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional) de Aguilar Talamentes. Sin embargo, Alejandro Encinas ha considerado “inadmisible” la resolución federal que favorece a Ortega, pero no ha precisado de manera indubitable su rechazo a la posibilidad de ocupar la secretaría general en ese comité nacional que sería espurio sólo en la porción ocupada por los Chuchos.
A lo largo de las movilizaciones encabezadas por López Obrador para protestar por el fraude electoral y, luego, para defender el petróleo, se ha expresado un creciente rechazo a los mencionados Chuchos, aunque el dirigente de ese movimiento ha preferido hacer malabares de cúpula para mantenerlos lo más posible en el retablo formal de la lucha que ha combinado expresiones de calle con acciones en las cámaras. Pero el ascenso de los Chuchos y su actual fuerza numérica en el poder legislativo son algunos de los errores graves que en 2006 cometió López Obrador, cuando cedió las candidaturas federales porque consideraba que desde Palacio Nacional podría corregir las previsibles desviaciones que tendrían.
Hoy, frente a un rediseño político agresivo, en el que los Chuchos servirán para impulsar el aislamiento y la marginación del lopezobradorismo, el movimiento social de izquierda y el dirigente tabasqueño tienen la oportunidad de romper claramente con el cascarón negro y amarillo y convocar a un proceso que en primera instancia, por las limitaciones legales del caso, participe en los próximos comicios a través de lo que quede del Frente Amplio Progresista, es decir, el Partido del Trabajo (que ha mantenido una postura firme y clara, y que está dispuesto a promover candidaturas externas en donde sea necesario) y Convergencia, aunque esta organización coquetea con la idea de presentarse en solitario a los próximos comicios, y sentar, a partir de esta primera experiencia electoral no perredista, las bases para la creación de un nuevo partido de izquierda. Todo lo demás (acusar a los Chuchos de lo sabido, gastar adjetivos en desahogos, pelear en el plano “institucional”, hacer disquisiciones en el terreno jurídico electoral) es lo de menos. Y, mientras la mano gringa anuncia que no hubo sabotaje aéreo, ¡hasta mañana, con presupuesto federal aprobado!
Julio Hernández López.
Progresista (FAP) exhibieron mantas de repudio al presupuesto de 2009, durante el discurso de la perredista Valentina Batres en la tribuna de San Lázaro
Foto: Francisco Olvera
Hay un claro rediseño político posterior a la aprobación de la reforma petrolera que siempre sí es privatizadora (Kessel sostiene). El Círculo Íntimo de Los Pinos ha sido sustituido en la toma de decisiones importantes por el eje Gómez Mont-Fernández de Cevallos-Salinas de Gortari, y el ocupante principal de la casa presidencial ha quedado como ejecutante formal de un poder compartido. La vista de los depredadores unidos está puesta en la manera en que otorgarán los nuevos contratos petroleros (cuidando siempre que haya los escurrimientos porcentuales propios de cada caso) y en las maniobras que consolidarán el poder político supuestamente reformado (2009, San Lázaro; 2012, la elección presidencial).
En este replanteamiento cupular juegan un papel redituable los llamados Chuchos, pues ofrecen a buen precio las pizcas de sazón “izquierdista” que se requieren para mostrar platillos de presunta pluralidad partidista en los menús diseñados para consumo local y extranjero. El reparto del botín electoral de los años venideros requiere de esa “izquierda” oportunista y mercantil que permitirá instalar el año entrante una mayoría pripánica de diputados que pueda precisar y ampliar algunos de los puntos intencionalmente ambiguos e interpretables de la reciente enmienda petrolera, y que promueva y apruebe “reformas” en otros temas importantes. El jabón del Chucho agradecido también servirá en su momento para dejar rechinando de limpios los comicios de 2012 en los que la izquierda “civilizada” buscará aliarse a los “nacionalistas” del PRI para “sacar” a la derecha de Los Pinos, con un Beltrones al que especialmente apoyan los Chuchos clásicos o un Peña Nieto bien visto por la Alianza Democrática Nacional, del senador Héctor Bautista, en el estado de México.
El plan de negocios para los próximos años ya generó que ayer, en pago por servicios petroleros, se reconociera al licenciado Ortega como detentador de la mayoría de las acciones de la reconvertida empresa PRD, S.A. de Ch. V. (es decir, de Chuchos y Varios). Pero en el horizonte de mediano plazo se plantea la posibilidad de una toma chucha de ganancias en tres gubernaturas: Morelos (con Gra&Co), Guerrero (con Ruth, si no es colocada antes en un puesto federal de más importancia) y alguna otra entidad aún sin determinarse. También se explorarán las posibilidades de que algunos izquierdistas modosos puedan ser acomodados en puestos públicos federales (subsecretarías y direcciones generales) como muestra de la gran unidad nacional que se ha desatado luego de la caída de un jet en la ciudad de México.
El comportamiento de los Chuchos no debería extrañar a nadie, pues han sido congruentes: siempre se les acusó de ser colaboracionistas con el calderonismo, y lo primero que hizo ayer Ortega fue anunciar que buscará tener acuerdos con su compa Navarrete y con el güero González Garza para mantener diálogo con la administración felipista a través del enlace apellidado Gómez Mont. Es tan previsible y consecuente la conducta de los Jesuses que con la resolución tomada ayer por el beltronista tribunal electoral federal (donde el chuchismo había acomodado al magistrado Manuel González Oropeza) se está poniendo punto final a la historia relativamente aceptada de un partido que sirvió luego de 1988 como cauce de desahogo de inconformidades cívicas y que a lo largo de los años se fue pervirtiendo aceleradamente.
Felipe de Jesús Ortega ha llegado a la presidencia del PRD al fin. No sólo porque al fin alcanza el cargo al que tantas veces se postuló, sino porque con su designación pone fin a las de por sí escuálidas expectativas de ejercicio sano de una política de izquierda desde ese partido y lo convierte en un Perreducho, en una versión moderna del Ferrocarril (el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional) de Aguilar Talamentes. Sin embargo, Alejandro Encinas ha considerado “inadmisible” la resolución federal que favorece a Ortega, pero no ha precisado de manera indubitable su rechazo a la posibilidad de ocupar la secretaría general en ese comité nacional que sería espurio sólo en la porción ocupada por los Chuchos.
A lo largo de las movilizaciones encabezadas por López Obrador para protestar por el fraude electoral y, luego, para defender el petróleo, se ha expresado un creciente rechazo a los mencionados Chuchos, aunque el dirigente de ese movimiento ha preferido hacer malabares de cúpula para mantenerlos lo más posible en el retablo formal de la lucha que ha combinado expresiones de calle con acciones en las cámaras. Pero el ascenso de los Chuchos y su actual fuerza numérica en el poder legislativo son algunos de los errores graves que en 2006 cometió López Obrador, cuando cedió las candidaturas federales porque consideraba que desde Palacio Nacional podría corregir las previsibles desviaciones que tendrían.
Hoy, frente a un rediseño político agresivo, en el que los Chuchos servirán para impulsar el aislamiento y la marginación del lopezobradorismo, el movimiento social de izquierda y el dirigente tabasqueño tienen la oportunidad de romper claramente con el cascarón negro y amarillo y convocar a un proceso que en primera instancia, por las limitaciones legales del caso, participe en los próximos comicios a través de lo que quede del Frente Amplio Progresista, es decir, el Partido del Trabajo (que ha mantenido una postura firme y clara, y que está dispuesto a promover candidaturas externas en donde sea necesario) y Convergencia, aunque esta organización coquetea con la idea de presentarse en solitario a los próximos comicios, y sentar, a partir de esta primera experiencia electoral no perredista, las bases para la creación de un nuevo partido de izquierda. Todo lo demás (acusar a los Chuchos de lo sabido, gastar adjetivos en desahogos, pelear en el plano “institucional”, hacer disquisiciones en el terreno jurídico electoral) es lo de menos. Y, mientras la mano gringa anuncia que no hubo sabotaje aéreo, ¡hasta mañana, con presupuesto federal aprobado!
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