En concreto | Laura Itzel Castillo
En política, lo que parece es. Juan Molinar Horcasitas parece y es un corrupto. Inescrupuloso y cínico. Pero el problema no es sólo él, sino su patrón, quien lo puso en el cargo de secretario de Comunicaciones y Transportes, después de su criminal paso por el IMSS, cuya gestión se puede resumir en la muerte impune de 49 niños de la guardería ABC de Hermosillo. Quizá eso fue lo único cierto de todo lo que dijo Molinar en su comparecencia del viernes pasado en la Cámara de Diputados: la aceptación de que Felipe Calderón es su patrón, no su jefe. Y a éste, según reconoció, es al único que responde.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española tiene diversas acepciones para definir al patrón: “Defensor, protector”. Calderón lo es, sin duda, pero sólo de sus incondicionales, sin importar los delitos que éstos cometan. “Dueño de la casa donde alguien se aloja u hospeda”, es otra. Sin embargo, el mayor estímulo de Molinar es la definición de patrón: “Modelo que sirve de muestra para sacar otra cosa igual”.
El titular de la SCT, en efecto, se comporta como un pequeño fascista, en imitación del muy minúsculo führer que despacha en su búnker de Los Pinos, mientras el país se desangra en una guerra civil iniciada para legitimar con las armas lo que no obtuvo en las urnas. A Molinar poco le falta para saludar en público ¡Heil, Felipe!, y extender su brazo derecho, soñando que puede ser el sucesor.
Ese es precisamente el quid del asunto: la sucesión presidencial. Los panistas, pero especialmente Felipe Calderón, han sido tan malos gobernantes, que el país se les está desbaratando en las manos. Pero la droga del poder es más poderosa. Quieren seguir al precio que sea. Y la única forma de lograrlo, según la visión de Los Pinos, es teniendo de su lado al monopolio mediático. Si éste fue capaz de producir el culebrón telenovelesco del hombre del copete, y posicionarlo como aspirante presidencial, ¿por qué no hacer lo mismo con un panista?
Por eso Molinar se atrevió a firmar el título de concesión a Televisa y Nextel de la banda 1.7 Ghz, pese a que se han presentado 68 litigios en contra de este regalo que su patrón pretende hacerle al monopolio, a un precio 70 veces menor de su valor real y sin pagar derechos al Estado mexicano por concepto de uso y explotación del espectro durante tres años.
Lo hizo a pesar de que en la comparecencia del viernes señaló que no lo haría hasta que ya no exista ninguna suspensión o impedimento legal para la explotación de esas bandas. Pronunciaba sus palabras al mismo tiempo que el director jurídico de la SCT entregaba el título de concesión, firmado por Molinar.
Entregó la concesión, a pesar de que en la comparecencia se le hizo saber de una nueva orden judicial de suspensión contra la entrega de dicha concesión. Su falsedad consta en documento público. Esta evidencia debería ser suficiente para proceder contra él.
El estilito burlón y prepotente que suelen exhibir los esbirros del patrón fue lo que mostró Molinar ante los legisladores. Con la autosuficiencia del que se sabe impune, mintió descaradamente al Congreso, a pesar de haber protestado por ley que se conduciría con verdad. “Sicario”, le espetó el diputado Mario Di Costanzo, y Molinar amenazó con demandarlo.
Indigna que se siga el mismo camino de hace cinco años, cuando la ley Televisa se impuso contra toda lógica. Afortunadamente, en aquella ocasión, un grupo plural de legisladores logró revertir la decisión aprobada en el mismo Congreso.
¿Qué tienen en la cabeza estos fascistas? ¿Por qué insisten, una y otra vez, en sumar la burla al agravio?
Fuente: El Universal
Difusión: Soberanía Popular
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