IVÁN FARÍAS
El PRD nació como una confluencia de fuerzas de izquierda de diferente radicalidad. La mayoría venía de grupos comunistas, ligas revolucionarias, antiguos guerrilleros y muchos otros de las luchas barriales que emergieron luego del temblor de 1985. Ante la estulticia y estupidez del gobierno federal, la gente del Distrito Federal se organizó y levantó la ciudad.
Era increíble ver cómo en las viejas vecindades del centro donde seguía fluyendo agua, sus habitantes organizaban caravanas para llevar botes a las colonias donde no llegaba el líquido. Ni un policía hizo falta. Con todos estos movimientos sociales en confluencia y después del fraude perpetrado por Salinas y su PRI, el PRD unió en su seno a miles de personas que, dejando diferencias dogmáticas e ideológicas, pensaban en un solo camino de izquierda para el país.
Obviamente, llegaron muchos antiguos priistas y derivó en lo que vemos actualmente: un merequetengue, un verdadero quilombodonde antiguos maoístas, comparten sala con hijos del salinato más crudo y vil. Cuando menos los priistas siempre han sido más reacios a juntarse con la chusma. Las viejas momias priistas siguen dictando los rumbos del partido desde las sombras. Se apoyan entre ellos.
Los panistas habían seguido este mismo juego de disciplina y de orden, hasta que llegaron los neopanistas –es decir, los nuevos ricos– y tuvieron que dejar un poco de su poder en manos de los flamantes conservadores. La imagen señera de los viejos panistas se ha tenido que “manchar” con gente de aspecto menos caucásico.
El caso es que a nadie le espante que uno decline, que el otro cachondee a su enemigo de antaño y uno más se queje de la campaña negra. Lo que le queda a esta sociedad mexicana politizada, pero poco participativa es hacer eso, participar activamente, no sólo en época de elecciones, sino todo el año. Exigiendo, leyendo, retomando las costumbres barriales. Si nos organizamos para un mole, ¿que no lo hagamos por nuestro país?
Fuente: La Jornada de Oriente
Difusión: Soberanía Popular
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