La indígena me’phaa fue violada por soldados cerca de su comunidad, en Acatepec
Rechazada por su pueblo y exiliada en la ciudad, sobrevive al bloqueo oficial a su caso
“Sé que esta pesadilla tendrá fin cuando vea en la cárcel a los que me hicieron tanto daño”
MARLEN CASTRO
Valentina llora, sufre un dolor inmenso. Es el sufrimiento de la mujer ultrajada, doblemente mancillada, solitaria, desarraigada de su tierra, cuya ofensa no ha tenido justicia.
Ya para terminar la entrevista las lágrimas de Valentina Rosendo Cantú, de 23 años, ruedan sobre sus mejillas morenas. Luego de varias horas de mantener el temple, la evocación de aquel 16 de febrero de 2002, cuando fue violada por militares, la desvanece.
Tiene cinco años en un exilio forzoso. En Barranca El Bejuco, la comunidad en la que vivía con Fidel, su marido, y Caxitepec, donde ella nació, ambas de origen me’phaa, en Acatepec, ya no podía continuar con su vida, pues tan pronto como denunció la violación, el 4 de marzo del mismo año, se encontró con un profundo rechazo de los demás habitantes de esa localidad.
“Ya quiero despertar de esta pesadilla, quiero que esto termine, pero sé que sólo tendrá fin cuando haya justicia, cuando vea en la cárcel a los que me hicieron tanto daño”, dice la mujer cuyo nombre traía algo de su destino.
Valentina se atrevió a romper las reglas no escritas de su comunidad indígena. Al denunciar la violación, lejos de la solidaridad, enfrentó la humillación y el desprecio del pueblo en el que vivía como nuera.
La gente se puso en su contra, dice, porque con su denuncia llevó a Barranca El Bejuco la vigilancia y el maltrato permanente de los militares y ocasionó la cancelación de los programas sociales del gobierno.
“Tú te les has de haber ofrecido”, dice que le reprochaban. La gente dejó de hablarles a ella y a Fidel. “Nos veían feo, nos hacían caras, ya no nos tomaban en cuenta”, recuerda.
Valentina ha cambiado mucho desde que inició su desarraigo. Dejó de ser la persona menudita, tímida, callada y dependiente. Ahora es autosuficiente y emprendedora, pues tuvo que salir adelante para mantener a Yemi, su hija, quien tenía tres meses cuando sufrió el ultraje.
En su desarraigo ha vivido de hacer aseo en varias casas al mismo tiempo y de cuidar enfermos. Su vida es su hija, y seguir la lucha para que los soldados sean castigados.
Finalmente, la tortura de que su mujer haya sido violada terminó por pesarle a Fidel, quien emprendió otro camino. Pero de eso Valentina no quiere hablar. Es una llaga que mantiene abierta la herida y no sabe cómo tratar, pues se casó para siempre y ahora no sabe cómo enfrentar las ilusiones rotas.
Valentina, yo te quisiera decir…
La Valentina de la novela de Rafael F. Muñoz, violada por los muchachos del general, se sobrepone a su desgracia y se convierte en una figura importante del movimiento revolucionario.
La Valentina de Caxitepec realizó el acto más revolucionario que una mujer de su origen ha emprendido, y aunque tras siete largos años de juicio a veces quiere abandonar todo, porque ya está cansada de tantas audiencias, declaraciones y de repetir tantas veces el episodio que le destrozó la vida, continúa adelante y firme.
“Sí fueron militares los que me violaron. Lo declaré y lo seguiré diciendo, pues esa es la verdad”, sostiene con entereza.
Luego de seis años de tener en sus manos la investigación sobre la violación de Valentina, desde mayo de 2002 a enero de 2008, después de que Valentina estuvo en Washinton, EU, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el fuero militar remitió el expediente a la Procuraduría General de Justicia, al concluir que en los hechos denunciados no habían intervenido militares, por lo que pide a la dependencia estatal reiniciar la indagatoria en la investigación de civiles.
El caso ante la CIDH
Pronto, entre el 14 y 18 de marzo, la CIDH sesionará y ahí se emitirá el informe de fondo sobre el caso de Valentina. Es lo que esperan ella y el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, organismo que asumió la defensa jurídica de la me’phaa.
El Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil) llevó el caso de Valentina ante la CIDH en octubre de 2007, teniendo como coadyuvante a Tlachinollan.
Ese organismo internacional acusó aquí en noviembre de 2008 que el gobierno de Guerrero obstruía la justicia en el caso de Valentina Rosendo e Inés Fernández –otra me’phaa violada por militares en otra comunidad en el mismo año– porque mantenía la averiguación en el ámbito local en lugar de remitirla a la Procuraduría General de la República (PGR), por tratarse de funcionarios federales los que cometieron los delitos.
El procurador de Justicia del estado, Eduardo Murueta Urrutia, negó esa acusación y señaló que tendría que ser la PGR la que ejerciera la facultad de atracción “nosotros por nuestra cuenta no lo podemos hacer”, aseguró.
Alejandro Ramos Gallegos, abogado de Tlalcninollan, señaló que es un engaño de la justicia local, porque la Procuraduría “tiene facultades para declinar su competencia, pero simplemente no lo quiere hacer, obstruyendo la justicia”.
Agregó que precisamente por estas facultades, por una orden expresa del entonces subprocurador de Procedimientos Penales, Miguel Barreto Cedeño, es que el Ministerio Público Especializado en Delitos Sexuales de Tlapa remitió el expediente a la justicia militar, que al cabo de seis años lo devolvió.
Fuente: La Jornada de Guerrero
Rechazada por su pueblo y exiliada en la ciudad, sobrevive al bloqueo oficial a su caso
“Sé que esta pesadilla tendrá fin cuando vea en la cárcel a los que me hicieron tanto daño”
MARLEN CASTRO
Valentina llora, sufre un dolor inmenso. Es el sufrimiento de la mujer ultrajada, doblemente mancillada, solitaria, desarraigada de su tierra, cuya ofensa no ha tenido justicia.
Ya para terminar la entrevista las lágrimas de Valentina Rosendo Cantú, de 23 años, ruedan sobre sus mejillas morenas. Luego de varias horas de mantener el temple, la evocación de aquel 16 de febrero de 2002, cuando fue violada por militares, la desvanece.
Tiene cinco años en un exilio forzoso. En Barranca El Bejuco, la comunidad en la que vivía con Fidel, su marido, y Caxitepec, donde ella nació, ambas de origen me’phaa, en Acatepec, ya no podía continuar con su vida, pues tan pronto como denunció la violación, el 4 de marzo del mismo año, se encontró con un profundo rechazo de los demás habitantes de esa localidad.
“Ya quiero despertar de esta pesadilla, quiero que esto termine, pero sé que sólo tendrá fin cuando haya justicia, cuando vea en la cárcel a los que me hicieron tanto daño”, dice la mujer cuyo nombre traía algo de su destino.
Valentina se atrevió a romper las reglas no escritas de su comunidad indígena. Al denunciar la violación, lejos de la solidaridad, enfrentó la humillación y el desprecio del pueblo en el que vivía como nuera.
La gente se puso en su contra, dice, porque con su denuncia llevó a Barranca El Bejuco la vigilancia y el maltrato permanente de los militares y ocasionó la cancelación de los programas sociales del gobierno.
“Tú te les has de haber ofrecido”, dice que le reprochaban. La gente dejó de hablarles a ella y a Fidel. “Nos veían feo, nos hacían caras, ya no nos tomaban en cuenta”, recuerda.
Valentina ha cambiado mucho desde que inició su desarraigo. Dejó de ser la persona menudita, tímida, callada y dependiente. Ahora es autosuficiente y emprendedora, pues tuvo que salir adelante para mantener a Yemi, su hija, quien tenía tres meses cuando sufrió el ultraje.
En su desarraigo ha vivido de hacer aseo en varias casas al mismo tiempo y de cuidar enfermos. Su vida es su hija, y seguir la lucha para que los soldados sean castigados.
Finalmente, la tortura de que su mujer haya sido violada terminó por pesarle a Fidel, quien emprendió otro camino. Pero de eso Valentina no quiere hablar. Es una llaga que mantiene abierta la herida y no sabe cómo tratar, pues se casó para siempre y ahora no sabe cómo enfrentar las ilusiones rotas.
Valentina, yo te quisiera decir…
La Valentina de la novela de Rafael F. Muñoz, violada por los muchachos del general, se sobrepone a su desgracia y se convierte en una figura importante del movimiento revolucionario.
La Valentina de Caxitepec realizó el acto más revolucionario que una mujer de su origen ha emprendido, y aunque tras siete largos años de juicio a veces quiere abandonar todo, porque ya está cansada de tantas audiencias, declaraciones y de repetir tantas veces el episodio que le destrozó la vida, continúa adelante y firme.
“Sí fueron militares los que me violaron. Lo declaré y lo seguiré diciendo, pues esa es la verdad”, sostiene con entereza.
Luego de seis años de tener en sus manos la investigación sobre la violación de Valentina, desde mayo de 2002 a enero de 2008, después de que Valentina estuvo en Washinton, EU, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el fuero militar remitió el expediente a la Procuraduría General de Justicia, al concluir que en los hechos denunciados no habían intervenido militares, por lo que pide a la dependencia estatal reiniciar la indagatoria en la investigación de civiles.
El caso ante la CIDH
Pronto, entre el 14 y 18 de marzo, la CIDH sesionará y ahí se emitirá el informe de fondo sobre el caso de Valentina. Es lo que esperan ella y el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, organismo que asumió la defensa jurídica de la me’phaa.
El Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil) llevó el caso de Valentina ante la CIDH en octubre de 2007, teniendo como coadyuvante a Tlachinollan.
Ese organismo internacional acusó aquí en noviembre de 2008 que el gobierno de Guerrero obstruía la justicia en el caso de Valentina Rosendo e Inés Fernández –otra me’phaa violada por militares en otra comunidad en el mismo año– porque mantenía la averiguación en el ámbito local en lugar de remitirla a la Procuraduría General de la República (PGR), por tratarse de funcionarios federales los que cometieron los delitos.
El procurador de Justicia del estado, Eduardo Murueta Urrutia, negó esa acusación y señaló que tendría que ser la PGR la que ejerciera la facultad de atracción “nosotros por nuestra cuenta no lo podemos hacer”, aseguró.
Alejandro Ramos Gallegos, abogado de Tlalcninollan, señaló que es un engaño de la justicia local, porque la Procuraduría “tiene facultades para declinar su competencia, pero simplemente no lo quiere hacer, obstruyendo la justicia”.
Agregó que precisamente por estas facultades, por una orden expresa del entonces subprocurador de Procedimientos Penales, Miguel Barreto Cedeño, es que el Ministerio Público Especializado en Delitos Sexuales de Tlapa remitió el expediente a la justicia militar, que al cabo de seis años lo devolvió.
Fuente: La Jornada de Guerrero
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