sábado, 22 de noviembre de 2008

Voracidad bancaria



Eduardo Ibarra Aguirre
Cuando en el país convergen peligrosamente nulas posibilidades de crecimiento de los salarios, tasas crecientes de desocupación a pesar de los planes del presunto pianista que despacha en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, además de una carestía de la vida que devasta la economía de millones de familias, el oligopolio bancario extranjero incrementó sustancialmente las tasas de interés por el uso de crédito por medio de dinero plástico.

Los 13 bancos que concentran 90 por ciento del mercado de las tarjetas de crédito, cobraron durante octubre de este año una tasa de interés que promedió 69.49 por ciento anual, lo que significa un incremento de 17 por ciento respecto a octubre de 2007, y en el caso de algunos productos el monto se elevó a más de 100 por ciento.

Las razones que aducen algunos funcionarios de la banca para explicar el alza desproporcionada del crédito bancario al consumo y que no guarda ninguna relación con la tasa de inflación de 5.78 por ciento, reconocida por el Banco de México, ni con las tasas de interés interbancarias que son de 8.74 por ciento, consiste en “el nivel de riesgo que hay en el mercado”, así como un “auge en los niveles de morosidad” de los usuarios del crédito.

En efecto, la cartera vencida de la banca comercial en el renglón de préstamos al consumo llegó a 37 mil 539 millones de pesos, hasta septiembre de 2008, lo que significó un incremento de 40 por ciento con respecto a junio del año pasado.

De tal manera que el nivel de riesgo y la morosidad de una franja de los usuarios son transferidas a los clientes cumplidores con las instituciones bancarias, convirtiéndolos en pagadores de la mayúscula irresponsabilidad de la banca extranjera con las políticas de entregar tarjetas de crédito sin los mínimos requerimientos y hasta en las estaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro.

O también, como explicó el investigador Gerardo Esquivel Hernández al reportero Patricio Cortés Cruz: “(…) los intereses que cobran son tan grandes, tan enormes y tan desproporcionados que basta con que una fracción de los que tenemos tarjeta estemos pagando los intereses para que sea rentable.” (Forum 183, XI-08, pp. 16-18).

Para ilustrar baste un ejemplo. Después de 15 años de ser usuario de tarjetas de BBVA Bancomer y pagador puntual, olvidé cubrir un adeudo en mayo pasado por $1,844.40 y procedí a cubrirlo con una semana de retraso. Sin mediar consulta fui inscrito en una promoción para cubrir durante un año, en “cómodas mensualidades”, $2,555.59 para que no me suspendieran el acceso a la disposición de dinero en efectivo, servicio que nunca usé. Ante el asalto a la luz del día, procedí a cancelar la tarjeta, cosa que logré cuatro meses después.

Como el anterior existen millones de casos en los que la Comisión Nacional de Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros, que preside el prolijo autor Luis Pazos de la Torre para estar en la nómina federal, frecuentemente se coloca de lado de un oligopolio bancario que no atiende al 80 por ciento de los municipios de la República porque no son rentables. En el mejor de los casos, la Condusef realiza costosos exhortos televisivos al público para no endeudarse y evitar los abusos.

Frente a la voracidad bancaria y la depredación financiera que, dicho sea de paso, condujeron a la aldea global a la postración económica y una crisis de alcances impredecibles, las autoridades del ramo, en particular Guillermo Ortiz Martínez, prácticamente abdican a sus obligaciones al enarbolar como soluciones la autorregulación del mercado y de la libre competencia, categorías y prácticas demasiado desacreditadas en la corta historia del capitalismo salvaje en quiebra.

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