lunes, 20 de octubre de 2008

Los responsables: millonarios e impunes


Ramón Muñoz

Ejecutivos de instituciones bancarias se dedicaron durante meses a inflar cuentas y a otorgar préstamos incobrables que empaquetaron en fondos y en otros activos opacos. Cobraron por ello salarios estratosféricos. Cuando el sistema financiero internacional se quebrantó, recibieron bonos millonarios y se retiraron con total impunidad. Sus decisiones y sus acciones ocasionaron la ruina de millones de personas en el mundo.


El capitalismo moderno ha emulado el sistema de castas. Sus brahmanes son los directivos y consejeros de las grandes corporaciones. Gozan de privilegios y prebendas por doquier: sueldos estratosféricos, planes de incentivos, vacaciones, jets privados y clubes de campo a costa de la empresa... Y no tienen casi ninguna responsabilidad.

Si las acciones suben, ellos son los que más ganan gracias a los programas de opciones sobre acciones que premian la revalorización bursátil. Si la cotización se derrumba o incluso si las firmas quiebran y los accionistas pierden todo lo invertido, ellos también ganan. En caso de despido, cuentan con cláusulas que les aseguran indemnizaciones multimillonarias, conocidas como paracaídas de oro (golden parachute), de las que no disfrutan los trabajadores, los parias de este orden económico.

El derrumbe del sistema financiero internacional ha sacado a la luz estas colosales prerrogativas de los directivos cuya gestión ha abocado a la desaparición a firmas históricas como Lehman Brothers o Merrill Lynch. Sus arruinados accionistas y ahorradores o los trabajadores despedidos se preguntan por qué en lugar de ser reclamados por los juzgados, los ejecutivos han salido sin hacer ruido por la puerta de atrás y con las carteras llenas.

Sólo las cinco mayores firmas financieras de Wall Street -Merrill Lynch, JP Morgan, Lehman Brothers, Bear Stearns y Citigroup- pagaron más de 3 mil millones de dólares en los últimos cinco años a sus máximos ejecutivos, justo en el período en el que éstos se dedicaron a inflar las cuentas, empaquetando en fondos y otros activos opacos, préstamos incobrables que han derivado en la mayor crisis financiera de la historia, publica la revista Proceso en su edición 1668.

Cuando el sistema se colapsó, las firmas siguieron siendo generosas con los causantes de la debacle. Stanley O'Neall se llevó a casa 161 millones de dólares cuando dejó la presidencia ejecutiva de Merrill Lynch; Charles Prince obtuvo 40 millones al dejar la presidencia de Citigroup, cifra similar a la que obtuvo Richard S. Fuld, presidente de Lehman.

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