domingo, 19 de octubre de 2008

EL REINO DE UNOS CUANTOS

Jorge Meléndez Preciado

Desde José López Portillo que gimiendo dijo: “Ya nos saquearon. No nos volverán a saquear”, antes de estatizar la banca, hasta las bravuconadas de Felipe Calderón “no me arredran los problemas”, el pueblo mexicano ha sufrido una serie de descalabros peores que la selección mexicana en su eliminatoria a Sudáfrica. Y siempre, los perdedores somos la inmensa mayoría y los ganadores unos cuantos, quienes hoy se molestan porque se les quiere investigar por haber especulado contra el patrimonio nacional.

Que el selecto grupo de triunfadores en la feria económica es reducido, lo muestra el catálogo de los grandes multimillonarios del orbe. En una lista de 500 individuos hay 10 mexicanos, encabezados por Carlos Slim. Fortunas que, por cierto, se elevaron al máximo en breve lapso en una nación que hace un cuarto de siglo crece únicamente al 2 por ciento en promedio y aumenta significativamente sus miserables, pues hoy más del 60 por ciento de la población está en dicha situación y va para más.

La reciente crisis mundial- anticipada por innumerables especialistas hace dos años, cuando menos-, pero negada por Agustín Carstens, Guillermo Ortiz y Felipe Calderón reiteradamente, trajo como uno de sus nefastos desenlaces que una veintena de consorcios “mexicanos” se tronaran los dedos al no poder liquidar sus adeudos en dólares y/o estuvieran metidos en la especulación internacional de las hipotecas basura.

Lo que llevó a una elevación imparable del dólar, la cual se detuvo inicialmente utilizando las reservas del Banco de México en nueve mil millones de dólares, más del 10 por ciento del total. Pero no se crea que la medida sirvió para favorecer a los turistas, quienes compraron en el exterior o a los que necesitaban un instrumento de trabajo: una computadora personal. No. Fue para que varios hicieran negocio, pagaran sus deudas e incrementaran sus ganancias rápidamente.

Tan resultó evidente el abuso, que el lento y pausado Carstens se molestó y dijo que investigarían a quienes hicieron esos manejos abusivos. Guillermo Ortiz explicó que Comercial Mexicana no debió participar en las operaciones cambiarias. Desgraciadamente Felipe Calderón, lejos de asumir su papel de capitán del barco, insistió que la tormenta será pasajera, no le debemos temer y saldremos adelante. Lo que muestra en este último caso, hasta dónde sus alianzas- como en el caso de la señora de las Hummers, vehículo descontinuado en Estados Unidos por costoso y chupador excesivo de gasolina- le impiden encabezar un gobierno diferente y amplio.

En México, dicen plumíferos varios, no está prohibida la especulación. Lo cual es cierto. Pero eso a que no sepamos oficialmente quiénes nos volvieron a bolsear, muestra ausencia de información para saber cómo andamos y en cuáles individuos confiar. Porque muchas de esas empresas que abusan, próximamente se anunciarán como benefactoras de la sociedad: las que ayudan a los pobres y discapacitados y hasta crean empleos al por mayor. Es decir, como los bienhechores que hacen lo que el estado obeso y metiche no puede (según el credo neoliberal, hoy a la baja). Algo realmente indignante; el mundo al revés.

A pesar de todo, hay noticias de quiénes realizaron dichas transas. Anote en su lista: Comercial Mexicana, que está al borde de la quiebra; Grupo Saltillo, Vitro, Alfa, Bimbo, FEMSA, Televisa, Televisión Azteca y Elektra, Gruma, Banorte, Grupo Coppel y otras más.

Todas esas compañías intervinieron de diferentes maneras en la elección del 2006. Algunas directamente a favor de Felipe Calderón- como la madame de las camionetas que parecen tanques-. Por lo tanto, será difícil por no decir imposible que sufran la mínima sanción si la Comisión Nacional de Bancos y de Valores, capitaneada por Guillermo Babatz, las descubre responsable de utilizar información privilegiada, no haber reportado oportunamente sus estados contables o realizar práctica indebidas- algo tan etéreo como el famoso sexo de los ángeles.

Pero si llegaran a encontrarles algún desvío, ello se conocerá en dos años, cuando menos, según Babatz. Mientras tanto, podrán hacer lo que saben mejor: ocultar pruebas y comprar voluntades. Y seguir especulando, pues la legislación mexicana no ve mal esa actividad, por lo tanto la acepta tan campante. O sea, que matar las esperanzas de otra generación, como sucedió en el lopezportillismo, no es grave.

Curioso, algunos empleados y articulistas de Televisa se han lanzado contra algunas de las mencionadas empresas. ¿Pugna de intereses? ¿Molestia por la nueva reglamentación acerca de las frecuencias combo de AM y FM? ¿O también empleados y directivos de la televisora sufrieron mermas en sus inversiones en esta nueva acción de pocos contra la mayoría? El tiempo descorrerá el velo del misterio.

Nuevamente los economistas que deberían anticiparse a los hechos nos consuelan. Guillermo Ortiz dijo sudando: “la crisis cambiaria saltó por donde menos lo esperábamos (sic espantado)”. Y Agustín el de voz melancólica: “El gobierno actuará con energía para evitar la repetición de ese tipo de acciones (sic satisfecho)”. Pero lo que requerimos, ya, no son golpes de pecho o sorprendidos funcionarios, sino una legislación que proteja el dinero de todos- las reservas acumuladas en un año se fueron en tres días- y evite que la economía la maneje un puñado de rufianes.

De que servirán las clases de economía en las escuelas primarias y secundarias si la normatividad falla y la impunidad, nuevamente, se muestra como parte de lo cotidiano.

Este año el premio Nobel de Economía se le otorgó a Paul Krugman. Éste ha sido un crítico acérrimo de George Bush por su intervención en Irak, el desmantelamiento del sistema de salud, la desprotección a los jubilados, la baja de recursos a la educación y los beneficios a varios consorcios, entre ellos los petroleros. En uno de sus recientes artículos dijo: la crisis hipotecaria de California y Miami dejó en los huesos a Islandia, nación que prácticamente quebró por no tener un sistema bancario propio.

Es decir, el efecto fractal es lo que vivimos, lo que afecta a uno le pega al otro por necesidad.

¿Entenderemos el ejemplo o seguiremos siendo llorones y machos sin sentido? Gran dilema.

jamelendez44@gmail.com
EL REINO DE UNOS CUANTOS
Jorge Meléndez Preciado
Desde José López Portillo que gimiendo dijo: “Ya nos saquearon. No nos volverán a saquear”, antes de estatizar la banca, hasta las bravuconadas de Felipe Calderón “no me arredran los problemas”, el pueblo mexicano ha sufrido una serie de descalabros peores que la selección mexicana en su eliminatoria a Sudáfrica. Y siempre, los perdedores somos la inmensa mayoría y los ganadores unos cuantos, quienes hoy se molestan porque se les quiere investigar por haber especulado contra el patrimonio nacional.
Que el selecto grupo de triunfadores en la feria económica es reducido, lo muestra el catálogo de los grandes multimillonarios del orbe. En una lista de 500 individuos hay 10 mexicanos, encabezados por Carlos Slim. Fortunas que, por cierto, se elevaron al máximo en breve lapso en una nación que hace un cuarto de siglo crece únicamente al 2 por ciento en promedio y aumenta significativamente sus miserables, pues hoy más del 60 por ciento de la población está en dicha situación y va para más.
La reciente crisis mundial- anticipada por innumerables especialistas hace dos años, cuando menos-, pero negada por Agustín Carstens, Guillermo Ortiz y Felipe Calderón reiteradamente, trajo como uno de sus nefastos desenlaces que una veintena de consorcios “mexicanos” se tronaran los dedos al no poder liquidar sus adeudos en dólares y/o estuvieran metidos en la especulación internacional de las hipotecas basura.
Lo que llevó a una elevación imparable del dólar, la cual se detuvo inicialmente utilizando las reservas del Banco de México en nueve mil millones de dólares, más del 10 por ciento del total. Pero no se crea que la medida sirvió para favorecer a los turistas, quienes compraron en el exterior o a los que necesitaban un instrumento de trabajo: una computadora personal. No. Fue para que varios hicieran negocio, pagaran sus deudas e incrementaran sus ganancias rápidamente.
Tan resultó evidente el abuso, que el lento y pausado Carstens se molestó y dijo que investigarían a quienes hicieron esos manejos abusivos. Guillermo Ortiz explicó que Comercial Mexicana no debió participar en las operaciones cambiarias. Desgraciadamente Felipe Calderón, lejos de asumir su papel de capitán del barco, insistió que la tormenta será pasajera, no le debemos temer y saldremos adelante. Lo que muestra en este último caso, hasta dónde sus alianzas- como en el caso de la señora de las Hummers, vehículo descontinuado en Estados Unidos por costoso y chupador excesivo de gasolina- le impiden encabezar un gobierno diferente y amplio.
En México, dicen plumíferos varios, no está prohibida la especulación. Lo cual es cierto. Pero eso a que no sepamos oficialmente quiénes nos volvieron a bolsear, muestra ausencia de información para saber cómo andamos y en cuáles individuos confiar. Porque muchas de esas empresas que abusan, próximamente se anunciarán como benefactoras de la sociedad: las que ayudan a los pobres y discapacitados y hasta crean empleos al por mayor. Es decir, como los bienhechores que hacen lo que el estado obeso y metiche no puede (según el credo neoliberal, hoy a la baja). Algo realmente indignante; el mundo al revés.
A pesar de todo, hay noticias de quiénes realizaron dichas transas. Anote en su lista: Comercial Mexicana, que está al borde de la quiebra; Grupo Saltillo, Vitro, Alfa, Bimbo, FEMSA, Televisa, Televisión Azteca y Elektra, Gruma, Banorte, Grupo Coppel y otras más.
Todas esas compañías intervinieron de diferentes maneras en la elección del 2006. Algunas directamente a favor de Felipe Calderón- como la madame de las camionetas que parecen tanques-. Por lo tanto, será difícil por no decir imposible que sufran la mínima sanción si la Comisión Nacional de Bancos y de Valores, capitaneada por Guillermo Babatz, las descubre responsable de utilizar información privilegiada, no haber reportado oportunamente sus estados contables o realizar práctica indebidas- algo tan etéreo como el famoso sexo de los ángeles.
Pero si llegaran a encontrarles algún desvío, ello se conocerá en dos años, cuando menos, según Babatz. Mientras tanto, podrán hacer lo que saben mejor: ocultar pruebas y comprar voluntades. Y seguir especulando, pues la legislación mexicana no ve mal esa actividad, por lo tanto la acepta tan campante. O sea, que matar las esperanzas de otra generación, como sucedió en el lopezportillismo, no es grave.
Curioso, algunos empleados y articulistas de Televisa se han lanzado contra algunas de las mencionadas empresas. ¿Pugna de intereses? ¿Molestia por la nueva reglamentación acerca de las frecuencias combo de AM y FM? ¿O también empleados y directivos de la televisora sufrieron mermas en sus inversiones en esta nueva acción de pocos contra la mayoría? El tiempo descorrerá el velo del misterio.
Nuevamente los economistas que deberían anticiparse a los hechos nos consuelan. Guillermo Ortiz dijo sudando: “la crisis cambiaria saltó por donde menos lo esperábamos (sic espantado)”. Y Agustín el de voz melancólica: “El gobierno actuará con energía para evitar la repetición de ese tipo de acciones (sic satisfecho)”. Pero lo que requerimos, ya, no son golpes de pecho o sorprendidos funcionarios, sino una legislación que proteja el dinero de todos- las reservas acumuladas en un año se fueron en tres días- y evite que la economía la maneje un puñado de rufianes.
De que servirán las clases de economía en las escuelas primarias y secundarias si la normatividad falla y la impunidad, nuevamente, se muestra como parte de lo cotidiano.
Este año el premio Nobel de Economía se le otorgó a Paul Krugman. Éste ha sido un crítico acérrimo de George Bush por su intervención en Irak, el desmantelamiento del sistema de salud, la desprotección a los jubilados, la baja de recursos a la educación y los beneficios a varios consorcios, entre ellos los petroleros. En uno de sus recientes artículos dijo: la crisis hipotecaria de California y Miami dejó en los huesos a Islandia, nación que prácticamente quebró por no tener un sistema bancario propio.
Es decir, el efecto fractal es lo que vivimos, lo que afecta a uno le pega al otro por necesidad.
¿Entenderemos el ejemplo o seguiremos siendo llorones y machos sin sentido? Gran dilema.
jamelendez44@gmail.com

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